La credibilidad del capitalismo de libre mercado se ve constantemente amenazada por críticos que dudan de su capacidad para generar prosperidad. Su reputación se ve golpeada diariamente por las plumas venenosas de escritores de izquierda que defienden alternativas estatistas, y sus aliados conservadores que pregonan el nacionalismo económico. Sin embargo, tales narrativas se ven frecuentemente perforadas por la hiriente evidencia de los datos empíricos. El anticapitalismo no ofrece nada más allá del atractivo de la retórica emocional.
Cuando son puestos a prueba, sus supuestos colapsan bajo escrutinio, al mostrar la superioridad de los mercados libres. La globalización, por ejemplo, es un objetivo principal de las críticas antimercado, pero en lugar de dañar las economías locales –como algunos sugieren–, las investigaciones indican que la liberalización comercial eleva las tasas de crecimiento. La apertura comercial permite a los empresarios acceder a mercados más grandes y beneficiarse con las transferencias de tecnología. Los gobiernos amplían las oportunidades comerciales para los ciudadanos al reducir las barreras comerciales, haciendo así de la globalización un vehículo para el espíritu empresarial. Eliminar las barreras al comercio internacional aumenta el potencial de crecimiento de un país.
En lugar de devastar las economías, la globalización fortalece la capacidad de aprendizaje, al exponer a los países a técnicas comerciales actualizadas y tecnologías innovadoras. Por supuesto, la globalización hace que algunos empleos sean redundantes al alterar los sectores protegidos, pero estos empleos ineficientes [de lo contrario, no necesitaría la “protección” estatal] son reemplazados por empleos en sectores más productivos con mejor compensación. Contrariamente a lo que afirma el proteccionismo, los trabajadores de las economías abiertas reciben salarios más altos que sus homólogos de las economías cerradas. Por ejemplo, los chilenos empleados en los sectores más globalizados ganaron en promedio 25% más que aquéllos en sectores de baja apertura.
Otro efecto favorable de la globalización es que mejora las condiciones laborales. Al estar bajo el microscopio de la opinión pública, las empresas globales se ven incentivadas a mejorar las condiciones laborales y ofrecer salarios competitivos a sus empleados. Además, la narrativa de los proteccionistas de que la apertura económica infringe los derechos laborales, se contradicen con la evidencia que destaca una asociación positiva entre la apertura y los entornos laborales flexibles. Las fábulas del anticapitalismo también son cuestionadas por el hallazgo de que en lugar de aumentar las filas de los pobres, la globalización reduce la pobreza absoluta.
Los anticapitalistas interpretan el comercio como un juego de suma cero, que enriquece a una parte en detrimento de la otra, cuando la globalización está conduciendo a la convergencia del ingreso, y el ascenso de los países en desarrollo no ha paralizado el crecimiento en el mundo desarrollado. El rápido ascenso económico de una gran proporción de países en desarrollo trastorna la teoría de que la globalización está diseñada para elevar a los países occidentales. Debido a la globalización, los países en desarrollo de las regiones occidentales y no occidentales han estado experimentando un renacer económico. Los países anteriormente pobres que abandonaron las políticas socialistas en favor de reformas promercado, como Polonia y Estonia, ahora son elogiados por su asombroso desempeño económico.
El economista Marcin Piatkowski sostiene que el éxito de Polonia se debe a su enfoque meticuloso de las reformas económicas: “En primer lugar, Polonia parece haber sido más exhaustiva al introducir reformas de mercado al comienzo de la transición”. Este enfoque proactivo provocó un auge en el sector privado y sentó las bases para el resurgimiento de Polonia. Además, otras observaciones informan que el crecimiento del ingreso no se limita a un pequeño subconjunto de países: “Desde mediados de la década de 1990, no son ‘sólo’ China, India o un grupo selecto de países asiáticos los que han obtenido buenos resultados. En promedio, los países en desarrollo han superado al mundo desarrollado. Y en esta era de convergencia incondicional, los países de ingresos medios –lejos de quedar atrapados en la trampa– experimentaron una menor volatilidad y un crecimiento más persistente”.
Las iniciativas anticapitalistas no promueven el florecimiento humano, y se está acumulando evidencia de políticas promercado. Una sugerencia popular de la izquierda es gravar a los ricos con alícuotas más altas para que la riqueza sea redistribuida. Sin embargo, según un nuevo estudio, las reducciones de los tipos impositivos marginales incentivan a los emprendedores a estimular la inversión mediante la expansión de las empresas, aumentando así la intensidad del capital y aumentando los salarios de los trabajadores. De manera similar, un estudio complementario encuentra que la imposición tributaria progresiva reduce el crecimiento y el ingreso per capita en Estados Unidos. Si el objetivo es el progreso económico, entonces obviamente deberían abandonarse las propuestas de tendencia izquierdista.
Aunque las narrativas anticapitalistas dominan las ondas de radio, es poco probable que favorezcan la prosperidad económica. Al final, estos tópicos sólo conducen a la pobreza y el estancamiento, como lo revela la evidencia.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko