La primera vez que fui al remoto Yemen, esa nación salvaje y montañosa apenas se acercaba al siglo VII D.C. Eso fue hace 45 años.
Sólo había un hotel en la capital, Sanaa, y estaba ocupado por empresarios europeos que intentaban vender basura a los yemeníes. Tenía que dormir en un catre en el comedor, y levantarme antes del desayuno. El gobernante de aquella época era un déspota conocido por sus poco cariñosos súbditos como “Ahmed el Diablo”. Le gustaba clavar en la puerta del palacio a los súbditos que le desagradaban.
Una de las frecuentes guerras civiles de Yemen se libraba alrededor de la capital medieval amurallada, entre realistas y miembros de las tribus chiítas. Al anochecer, se tocaba un cuerno de carnero y se atrancaban las puertas de la ciudad.
Para aumentar el sabor exótico del Yemen medieval, casi todo el mundo estaba severamente drogado con qat, arbusto local ligeramente narcótico. Toda actividad se detenía a la hora del almuerzo y todos, desde Ahmed el Diablo hasta el miembro más humilde de la tribu, empezaban a mascar qat y drogarse. Un lugar salvaje y loco.
Casi nadie en Washington sabe algo sobre Yemen, excepto que es el extremo sur de la remota Península Arábiga, en el extremo sur del Mar Rojo, de donde se dice que el profeta Moisés fue llevado al Cielo por Dios.
El casting central en Washington, siempre en busca de nuevos “terroristas”, dio con un movimiento religioso chiita apenas conocido, conocido como Houthi, como nuestro nuevo villano del día. Parece que en realidad los Houthi tuvieron el descaro de disparar misiles contra el tráfico marítimo del Mar Rojo, para protestar por los salvajes ataques de Israel contra la desolada Franja de Gaza. Casi ninguna otra nación árabe tuvo el valor de tomar represalias contra los israelíes, y mucho menos contra sus mentores imperiales estadounidenses y británicos.
No se hundió ningún barco. Pero lo que sucedió fue que los ataques con misiles antibuque causaron un gran alboroto en los círculos navieros, y provocaron un aumento en las tarifas de los seguros. Casi de inmediato, Europa y los estados asiáticos comenzaron a exigir que Israel detuviera su destrucción bíblica del campo de concentración al aire libre de Gaza, en la que 30.000 palestinos –más de dos tercios de ellos mujeres y niños– han sido asesinados hasta ahora por armas suministradas por Estados Unidos.
Israel siempre sabe que puede salirse con la suya mediante la violencia extrema antes de las elecciones presidenciales estadounidenses. Los megadonantes estadounidenses están garantizando que la Casa Blanca reciba el mensaje de no meterse con Israel y darle carta blanca.
El resultado es la patética visión del secretario de Estado y del presidente de Estados Unidos suplicando a Israel –que recibe incalculables miles de millones en dinero estadounidense, apoyo diplomático y suministros de armas casi ilimitados– que detenga la masacre y conciba algún tipo de fin para salvar las apariencias en el conflicto actual. El gabinete de ultraderecha de Israel se ha negado hasta ahora a detener el baño de sangre.
Ahora, los partidarios pro-israelíes de Estados Unidos exigen una acción militar más intensa contra los lejanos Houthi. Su ira se centrará ahora en Sudáfrica, México y Chile, que han tenido la temeridad de acusar a Israel de genocidio.
Por supuesto que es genocidio. El objetivo del movimiento de colonos de extrema derecha de Israel y sus aliados sionistas de extrema derecha es despoblar –o al menos reducir– la población palestina, para que los judíos sigan siendo la mayoría permanente entre el río Jordán y el mar. Para los fanáticos de Israel, cada palestino muerto significa menos con qué lidiar en el futuro.
Desde los días del ex líder israelí David Ben-Gurion, nacido como David Grun en Polonia, la expansión del estado judío ha sido el objetivo político-religioso de los sionistas. Incluso se habla de expandir el sionismo a Ucrania, en caso de que Irán obtenga armas nucleares.
Mientras tanto, los Houthi están mostrando más agallas que el resto del mundo árabe. Los “expertos” estadounidenses se burlan de los Houthi, calificándolos de “primitivos montañeses”. Así que, como descubrí, estaban atrapados en los combates monárquicos Houthi. Estados Unidos y Gran Bretaña han estado bombardeando a las tribus Houthi durante siete años. Ésto sólo los ha enfadado más. También desestimamos a los guerreros montañeses Pathans (Pashtuns) “atrasados” de Afghanistan, y mire lo que pasó: nos azotaron.
Traducción: Cristian Vasylenko