Por mucho que pueda molestar a algunos, debo decir que ha llegado el momento de que toda la gente de bien se libere del atroz estado, que fue creado y ahora dirigido por criminales, ladrones y asesinos, y que lo hagan sin reservas. Éste no es un llamado a la violencia o a la agresión; es un llamado a la autodefensa contra todos los que intenten controlar y ejercer poder sobre cualquier individuo en nombre del estado. Cuando alguien irrumpe en su casa, amenazando a su familia y a su propiedad, la respuesta adecuada es defenderse por todos los medios necesarios. Ésto no es diferente de cuando cualquier entidad como el estado hace lo mismo. El gobierno roba sus activos, crea cientos de miles de “leyes” ilegítimas –todas fuera de los parámetros de la ley natural–, y aplica amenazas y violencia extremas para hacer cumplir sus falsas “leyes”, incluido el encarcelamiento o el asesinato; todo sin ninguna validez. Se trata de un ataque contra usted, y su única arma justificable contra esta agresión es la autodefensa, ya que solicitar al propio agresor una reparación por amenaza o violencia, es un esfuerzo inútil, ya que carece de sentido.
Todos vivimos bajo el dominio del estado; un gobierno que afirma falsamente tener derecho a gobernar, cuando tal derecho no existe. La mayoría podría intentar refutar esta afirmación, alegando que la atroz Constitución otorga al gobierno ese derecho –una suposición falsa, debo agregar, pero dado que ningún gobierno tiene autoridad para dictar lo que llama “leyes”, esta creencia es errónea, ya que el gobierno no tuvo autoridad para redactar cualquier constitución, en primer lugar. La ley natural y los derechos naturales, los derechos inherentes al hombre, los derechos basados en la justicia natural, no pueden ser comprometidos, alterados o reescritos, salvo por medidas tiránicas. Por lo tanto, todas las llamadas constituciones y “leyes” redactadas por los gobiernos, son ilegítimas y carecen de autoridad honesta. Una vez entendido ese razonamiento lógico, debería ser obvio que en realidad vivimos sólo en un estado de tiranía, basado en el concepto de un régimen totalitario.
Las “leyes” arbitrarias no pueden ser elaboradas simplemente por un grupo de humildes políticos; no pueden ser justificadas de ninguna manera. Ningún hombre o grupo de hombres tiene derecho alguno a gobernar a otro y, por tanto, ningún hombre u hombres tienen derecho alguno a delegar esa autoridad inexistente. Las afirmaciones de consentimiento son ridículas y completamente vacías, ya que ningún individuo ha firmado ningún contrato específico a tal efecto. Ninguno ha aceptado vivir bajo el dominio de otro. Aquellos lo suficientemente ignorantes como para votar, de hecho están dando su consentimiento parcial al sistema, pero eso no contribuye en nada a satisfacer la legitimidad del gobierno real. Todos tienen el derecho natural de defenderse del gobierno; ésto es incuestionable si se respeta cualquier consideración del derecho natural.
Todo individuo tiene derecho a defenderse de una agresión, ya sea por confrontación, por la fuerza o por cualquier otro medio necesario, para proteger su vida, sus bienes y su libertad. El gobierno, por otro lado, no tiene siquiera derecho a existir, a menos que todos los individuos involucrados, cada uno y voluntariamente, decidan consentir ciertas reglas establecidas de antemano para afectar sólo a aquellos que aceptan los términos, con el entendimiento común de que cada uno tiene todo el derecho de salirse en cualquier momento. Este principio es el de la participación voluntaria real, no el sistema totalitario enormemente bastardo que se ha impuesto a todos los que existen, y se les dice que tienen que dar su consentimiento o morir.
Es imperativo comprender que cualquier acto llevado a cabo por el gobierno, especialmente considerando que este gobierno afirma falsamente “representar” al pueblo, sólo podría justificarse y aceptarse si cada individuo pudiera realizar el mismo acto sin enfrentar ninguna amenaza, agresión, multa, procesamiento, encarcelamiento o ataque violento, y no causó daño a otro.
¿Tiene usted derecho a ir a la casa de su vecino e insistir por “ley” en que va a tomar (gravar) sus propiedades e ingresos para usarlos de la manera que mejor le parezca? ¿Tiene usted derecho a imponer el comportamiento a los demás, estén de acuerdo o no? ¿Tiene usted derecho a restringir y regular los negocios de otros por la fuerza? ¿Tiene usted derecho a obligar a todos los demás en todo el país a sufrir guerras que usted mismo ocasiona o crea? ¿Tiene usted algún derecho a decir a los demás lo que pueden y no pueden comprar para sus propias necesidades? ¿Tiene usted algún derecho a exigir a los demás por la fuerza lo que cree o desea que sea moral, independientemente de las creencias de aquellos a quienes decide controlar? ¿Tiene usted algún derecho a declarar el estado de emergencia para todos los demás habitantes del país, y cerrar el comercio y la industria? ¿Tiene usted algún derecho a exigir que cada individuo obtenga una licencia suya, y pague una extorsión por ella, para realizar cualquier actividad que considere necesaria? ¿Tiene usted algún derecho a dictar “leyes” arbitrarias que afecten a todos, basándose únicamente en su decisión? ¿Tiene usted algún derecho a poseer y controlar la moneda, e imprimir lo que desee para cualquier propósito que desee? ¿Puede usted dañar a otra persona, pero hacer que sea ilegal que le lastimen a usted? ¿Tiene usted derecho a contratar matones para hacer cumplir sus “leyes” inventadas, que pueden usar fuerza letal para hacerlo contra todos los demás? Ojalá –y podría continuar con muchos volúmenes aquí– esté usted comenzando a comprender las atroces y malvadas intenciones del gobierno; esa entidad que reclama todos estos falsos “derechos”, pero que no se los admite ni permite a usted. El estado hace todas estas cosas y muchas, muchas más; pero si usted hace lo mismo, lo multarán, lo encarcelarán o lo matarán.
Ningún gobierno tiene derecho alguno, ya que todos los derechos legítimos son naturales, y están reservados sólo al individuo, nunca al estado. Nunca se otorgó autoridad alguna a quienes afirmaban falsamente ser “fundadores” para promulgar constituciones o “leyes” que afecten a otros. Nadie tiene autoridad para establecer reglas arbitrarias que otros deben seguir, nadie puede delegar esa autoridad, y nadie tiene autoridad para hacer cumplir esos mandatos infundados.
Aparentemente, ahora usted es un esclavo, ya que ha renunciado a todos sus derechos y libertades naturales, para estar totalmente controlado por una entidad falsa llamada estado; un gobierno criminal organizado, formado por individuos que no son diferentes de usted, excepto que intencionalmente desean mantener el poder total sobre toda la población mediante la intimidación basada en la opresión violenta y el cumplimiento forzoso. Todo esto, sin el consentimiento de los voluntariamente esclavizados.
La libertad es, en el mejor de los casos, esquiva, pero sólo puede existir en un entorno basado únicamente en el respeto de los derechos naturales de los individuos que adhieren a la ley natural. Ésto significa que no puede aceptarse ninguna agresión hacia ningún otro o a su propiedad, que cada uno tiene derecho a defenderse por cualquier medio necesario, y a su vez tiene derecho a organizarse colectivamente para defenderse unos a otros. Lo que ésto significa es que todos los estados y gobiernos son criminales, y no se puede permitir que sigan en pie para que exista la libertad.
La libertad tiene un precio, y es hora de eliminar la mayor amenaza contra la humanidad; esa amenaza es el gobierno y sus falsas leyes. No se trata de un eclipse benigno, de un “virus” falso, de un “cambio climático” fraudulento, de una retórica racista falsa, o de un partido político. Deje de votar por un amo, ya que elegir a un gobernante, sólo significa que usted acepta su propia esclavitud, y ninguna escoria en la política lo salvará o protegerá jamás. Tenemos los números, pero la mayoría no ha tenido voluntad de ser libre. Sin que cada individuo actúe en masa para cerrar la pirámide de poder del gobierno, lo único que puede esperarse es que se avecinen tiempos peores. Defiéndanse en todos los frentes del verdadero enemigo, que es el estado, e inmediatamente empezarán a surgir tiempos mejores.