Parte 1 | Parte 2
En resumen, un enfoque de libre mercado es más práctico porque se basa en la naturaleza humana y en preferencias demostradas. En cambio, las medidas impuestas van en contra de la naturaleza humana: de lo contrario, no sería necesario imponerlas.
Urray N. Rothbard expresa una razón más práctica –una entre muchas– por la que la intervención del gobierno en la economía reduce la utilidad. En su libro Poder y mercado: gobierno y economía, desacredita la opinión progubernamental común de que la persona promedio es incapaz de tomar decisiones “expertas” sobre su propia vida. Rothbard escribe:
Se podría objetar que, si bien el votante promedio puede no ser competente para decidir políticas … sí es competente para elegir a los expertos –los políticos y burócratas– que decidirán sobre los temas, de la misma manera que el individuo puede seleccionar a su propio asesor experto privado en cualquiera de numerosos campos. Pero el punto es precisamente que, en el gobierno, el individuo no tiene la prueba directa y personal de éxito o fracaso para su experto contratado como sí la tiene en el mercado. En el mercado, los individuos tienden a patrocinar a aquellos expertos cuyo asesoramiento resulta más exitoso. Los buenos médicos o abogados obtienen recompensas en el libre mercado, mientras que los malos fracasan; el experto contratado en forma privada tiende a prosperar en proporción a su capacidad demostrada. En cambio, en el gobierno no hay una prueba concreta del éxito del experto.
En términos prácticos, es el libre mercado el que empodera a la persona promedio, no el gobierno.
Superioridad moral
Carl Watner en su ensayo ¿Quién debería decidir qué se coloca en una lata de tomates?: “Los gobiernos requieren impuestos; los impuestos requieren coerción; la coerción requiere la violación de personas y propiedades, las que difícilmente son alternativas morales o prácticas”. Tal vez lo peor de todo es que el gobierno usurpa el derecho de un individuo a decidir al imponer leyes y normas sobre quienes deberían decidir qué hacer con su propia propiedad, lo que equivale a decidir lo que las personas pueden hacer con sus propias vidas. Watner explica su título aparentemente caprichoso:
Así que, volviendo a la pregunta planteada en nuestro título: ¿Quién debería decidir qué se coloca en una lata de tomates? La respuesta es relativamente sencilla: el dueño de la lata, el dueño de los tomates, la compañía de seguros que los asegura ,y la persona que adquiere el conocimiento adecuado sobre lo que es seguro y lo que no lo es, y está dispuesta a asumir la responsabilidad de esa decisión.
Prueba de principio
Este concepto fue anteriormente explorado con cierta profundidad. En este contexto, significa una demostración de la viabilidad de una teoría. A la pregunta “¿Puede el libre mercado reemplazar al gobierno en el desempeño de esta función?”, una prueba de principio responde: “No sólo puede hacerlo el sector privado, sino que ya lo hace”. La respuesta es un rotundo y verificable “¡Sí!”. En un mercado libre, se construirán carreteras; los zapatos son omnipresentes; las normas farmacéuticas se establecieron y se establecen exquisitamente.
Por último, cuando nos enfrentamos a la pregunta “¿Quién construirá los caminos?”, es importante recordar una lección de la “Fábula de los zapatos” de Rothbard. La carga de la prueba recae sobre la persona que hace una afirmación, es decir, la declaración final implícita en la pregunta. Ciertos bienes y servicios no pueden existir –al menos, no de manera adecuada– sin la intervención del gobierno. El defensor del libre mercado debería desplazar la carga de la prueba y preguntar: “No entiendo por qué los caminos de libre mercado serían un problema. ¿Por qué cree usted que lo serían?”
El listón de la prueba debería ser muy alto. Darle al gobierno el control de la economía es un acto de agresión contra individuos pacíficos; es un acto de violencia. Los agentes del gobierno confiscarán dinero en forma de impuestos, y destruirán financieramente o arrestarán a quienes no cumplan. Los competidores del sector privado serán prohibidos u obstaculizados por regulaciones que los hagan menos rentables. Aquéllos que eludan el control del gobierno sobre la economía, serán criminalizados como contrabandistas, comerciantes del mercado negro, blanqueadores de dinero, o evasores fiscales, cuando en realidad son comerciantes del libre mercado que quieren usar su propio dinero a su manera. Éstos son sólo algunos de los actos de violencia que implica permitir que el gobierno controle cualquier aspecto del intercambio económico.
“¿Quién construirá los caminos?” no suele ser la pregunta benigna que parece ser. Constituye una de las primeras líneas de la batalla intelectual entre la libertad y el control gubernamental.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko