[Este artículo es el prefacio del libro Llegando a Palestina, de Sheldon Richman, publicado hoy en portugués por el Instituto Rothbard.]
Desde el principio, la creación de Israel sobre las ruinas de la Palestina histórica estuvo acompañada de una narrativa histórica distorsionada, que funcionó para enmascarar la verdadera naturaleza del proyecto colonial sionista. Para que ésto sucediera, los sionistas construyeron el mito del nacimiento milagroso de Israel en un desierto árido y vacío.
Sheldon Richman ha sido consciente de la falsificación sionista de la historia durante muchos años, y en sus numerosos artículos bien escritos, ha desafiado hábil y exhaustivamente los mitos israelíes tan repetidos. En el capítulo “La ‘opción jordana’ se basa en la flagrante falsificación de la historia”, Richman analiza partes del discurso político israelí destinado a borrar al pueblo palestino. Dirige al lector a los infames comentarios de la Primera Ministra israelí Golda Meir (1969-1974), quien en Junio de 1969 declaró al periódico británico Sunday Times que “no es como si hubiera un pueblo palestino en Palestina, que se considerara a sí mismo un pueblo palestino, y nosotros vinimos a expulsarlos y quitarles su país. No existían”.
Sin embargo, los comentarios de Golda Meir no deben ser considerados de forma aislada de la profundamente arraigada trayectoria sionista israelí, que ha conspirado para erradicar el reclamo histórico de los palestinos sobre Palestina, su cultura, su identidad y, huelga decirlo, sus derechos políticos. Esta eliminación sigue siendo fundamental para la agenda sionista en Palestina. De hecho, la noción de que los palestinos no son un pueblo con un sentido colectivo de nación, ha seguido siendo un concepto definitorio del sionismo hasta el día de hoy, y se ha extendido mucho más allá de las fronteras de Israel. Los cristianos evangélicos estadounidenses son partidarios particularmente ávidos de esta idea, lo que ha llevado a algunos políticos estadounidenses a abrazarla públicamente. En 2011, por ejemplo, el entonces candidato presidencial estadounidense Newt Gingrich dijo al Canal Judío que los palestinos son un “pueblo inventado”.
“Creo que teníamos un pueblo palestino inventado que en realidad es árabe, e históricamente fue parte de la comunidad árabe. Y han tenido la oportunidad de ir a muchos lugares, y por una variedad de razones políticas, han sostenido esta guerra contra Israel desde la década de 1940, y eso es trágico”, dijo Gingrich, citado por el periódico británico The Guardian el de Diciembre de 2011.
La continua falsificación de la historia tiene objetivos mayores que borrar al pueblo palestino y su reclamo colectivo de derechos humanos y dignidad. También apunta a normalizar la ocupación militar israelí, el apartheid y el colonialismo. Proporciona una amnistía histórica para todos los crímenes que Israel ha cometido y seguirá cometiendo.
Una de las muchas herramientas destinadas a normalizar el apartheid en Israel fue el largo, doloroso y fallido “proceso de paz”, que rebautizó a Israel como la parte que busca la paz en un noble esfuerzo liderado por Estados Unidos, destinado a resolver una tragedia de décadas.
Los Acuerdos de Oslo fueron alcanzados mediante negociaciones al estilo estadounidense, que en gran medida operaron fuera del marco del derecho internacional. Las conversaciones que comenzaron en Madrid en 1991, seguidas por el Acuerdo de Paz de Oslo en 1993, el Protocolo de París en 1994, el Protocolo de Hebrón en 1997, Wye River en 1998, Camp David en 2000 y otros acuerdos y entendimientos, sólo condujeron a la consolidación de la ocupación israelí, la triplicación del número de colonos judíos ilegales, y la enorme expansión de la red de asentamientos israelíes ilegales en los territorios ocupados.
“Lo que los palestinos no aceptarán”, escribió Richman, “es un ‘estado’ que sea poco más que unas pocas aldeas no contiguas, separadas por un muro; un ‘estado’ sobre el que Israel ejerza su control final en nombre de la seguridad. Pero incluso eso es demasiado para la mayoría de los israelíes. No tienen ninguna objeción a que la Autoridad Palestina ejerza un control autoritario sobre los palestinos (eso es todo lo que se logró con los Acuerdos de Oslo, liberando a los israelíes del trabajo sucio de las malas relaciones públicas), pero no aceptarán que los palestinos estén a cargo de su propia seguridad contra Israel, lo que significa no sólo el ejército israelí, sino también los colonos fanáticos, muchos de ellos estadounidenses, que no piensan en matar, atacar y humillar con impunidad a los palestinos “goyische”.
Ésto es también resultado del incesante intento de Israel de borrar a los palestinos, marginándolos en todo momento y negándoles sus derechos humanos más básicos. Pero no importa lo que haga Israel, la verdad no puede ser cambiada para siempre. La historia de Palestina es la historia del pueblo palestino, ya que es víctima de la opresión y el principal canal de resistencia desde al-Nakba: la creación de Israel sobre las ruinas de ciudades y pueblos palestinos en 1948.
Este libro es mucho más que una merecida celebración de la sabiduría intelectual y los agudos análisis políticos e históricos de Richman a lo largo de los años. Es, ante todo, un desafío serio y convincente a las antiguas artimañas y mentiras sionistas que precedieron al establecimiento de Israel. Según la propaganda sionista, apoyada por sucesivos gobiernos estadounidenses, Israel es un país pacífico, progresista y democrático, que enfrenta hordas de árabes “antisemitas” en guerra.
“En la rica mitología de Oriente Medio, ningún mito tiene un efecto más maligno en los asuntos actuales que el que dice (durante décadas) que Israel ha estado dispuesto a negociar la paz”, escribió Richman, y que “el liderazgo árabe se ha visto comprometido” (y continúa comprometido) con la destrucción de Israel”.
De hecho, Israel necesita más para sobrevivir en su actual forma antidemocrática, racista y colonial, que un poderoso ejército, armas nucleares y el apoyo ciego de Estados Unidos. También necesita sostener, durante el mayor tiempo posible, el mito de que es un refugio democrático en un mar tumultuoso de árabes autoritarios y violentos, que son una amenaza no sólo para el pueblo judío (todos ellos), sino también para Civilización Occidental.
El libro de Richman es un libro de destrucción de mitos políticos, un oficio que el autor ha dominado a través de muchos años de erudición con orientación moral, investigación meticulosa y un estilo de escritura elocuente. Y, en última instancia, éste es el tipo de contundente verdad que Israel más teme.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko