Thursday, November 21, 2024
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Por qué abandoné el marxismo

[Entrevista con el Dr. Michael Rectenwald, ex comunista y ex profesor de la New York University, para el podcast Don’t Tread on Anyone, de Keith Knight].

Keith Knight: El Dr. Michael Rectenwald, antiguo profesor de la New York University, es autor de 12 libros, entre ellos Google Archipelago: The Digital Gulag and the Simulation of Freedom y The Great Reset and the Struggle for Liberty: Unraveling the Global Agenda. También es candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Libertario. Dr. Rectenwald, ¿cuál es el mejor lugar para que la gente sepa más sobre su campaña y su posición en cuestiones políticas?

Michael Rectenwald: El mejor sitio es https://rectenwald2024.com/

Keith Knight: En primer lugar, yo apoyé a Robert F. Kennedy para presidente. Pero poco podía imaginar que un miembro del Mises Institute se presentaría a las elecciones. Desde entonces, Robert F. Kennedy ha resultado ser un racista que apoya activamente la discriminación positiva y ha justificado el asesinato masivo de civiles en Gaza y Cisjordania. Así que fue excluido de mi lista. Buscaba a alguien a quien respaldar, y opté por el Dr. Michael Rectenwald, por su comprensión del análisis marxista de clases frente al austriaco. Señor Rectenwald, en su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, ¿cuál será el tema principal?

Michael Rectenwald: Bueno, el tema principal de la candidatura es que se trata de una campaña, pero es más que una campaña, es un movimiento para educar a la gente sobre lo que es el libertarismo, lo que es la libertad; para cambiar la cultura en general, porque no se pueden cambiar las opiniones políticas de la gente sin cambiar la cultura y cambiar los valores culturales. Y por último, se trata de liderar este movimiento, este proyecto de descentralización, subsidiariedad, anulación, para que esta estrategia gane poder, para quitarle poder al gobierno central e invertirlo en la gente a nivel local.

Keith Knight: Excelente. Estoy deseando ver su campaña. Afortunadamente le apoyo para presidente. Lo que me gustaría hacer en esta entrevista es que usted y yo repasáramos una de las cosas centrales que nos transformaron, de progresistas de izquierda en libertarios. En realidad, esta cosa fue para mí, principalmente este artículo del Dr. Hans-Hermann Hoppe titulado “El análisis marxista de clase frente al análisis austriaco de clase”. Antes de entrar en los Cinco Puntos que Hans presenta aquí, ¿podría definir qué son para nosotros el comunismo y el marxismo?

Michael Rectenwald: Por supuesto. El comunismo o marxismo es la creencia en la teoría de que el trabajador es explotado en el punto de producción, y de esa forma se le extrae la plusvalía. Todo trabajador es efectivamente robado cuando va a trabajar. De hecho, cada día sólo cobran la mitad del tiempo que trabajan. La mitad del tiempo que trabajan son explotados. Es la plusvalía la que se extrae y va a parar a las arcas de los capitalistas. La idea es que ésto crea una lucha de clases entre el proletariado y la clase dominante, que en su lectura es la clase capitalista. Y la historia es la historia de esta lucha de clases. Y la única manera de acabar con esta explotación y lucha de clases es que la clase obrera finalmente arrebate el poder a la clase capitalista, y tome el control de los medios de producción.

De la misma forma, no habrá más explotación y existirá esta sociedad socialista que con el tiempo estará más estrechamente ligada con el comunismo; entonces, de hecho, se establecerá la dictadura del proletariado y, finalmente, habrá comunismo pleno. Ésto significa que ninguna propiedad pertenece a nadie. Se supone que habrá propiedad colectiva de los medios de producción, y también de todo lo producido. Esta teoría es muy seductora para la gente que no reflexiona lo suficiente, o que confunde la estructura de clases, como hace Marx.

Es una teoría seductora que me engañó durante mucho tiempo. De hecho, creía que tenía un firme odio al capitalismo y a la clase capitalista, y pensaba que mientras los trabajadores fueran explotados, no tendríamos una sociedad justa.

Keith Knight: Muchas gracias por tender ese puente entre “el trabajador es explotado” y, por tanto, “debe producirse la abolición de la propiedad privada”. Así lo resumieron Marx y Engels en el Manifiesto. La posición comunista se resume en abolición de la propiedad, o abolición de la propiedad de la burguesía. Así que muchas gracias por cuadrarnos este círculo lo más posible para entenderlo. Así lo analiza Hans-Hermann Hoppe. Dice:

(1) “La historia de la humanidad es la historia de las luchas de clases”. Es la historia de las luchas entre una clase dominante relativamente pequeña, y una clase bastante grande de explotados. La principal forma de explotación es económica: la clase dominante expropia parte de la producción generada por los explotados –o, como dicen los marxistas, la clase dominante “se apropia de la plusvalía social y la utiliza para sus propios fines de consumo”.

¿Qué tiene eso de bueno y qué de malo?

Michael Rectenwald: Bueno, como se ha dicho, en realidad no tiene nada de malo. De hecho, es correcto. Sólo en esos términos, tal como está planteado, en esos términos abstractos es cierto. Hay una clase dominante. Explota a la mayoría. Es una minoría. Se trata de tomar lo que no es suyo. Es apropiarse del trabajador. O no del trabajador, de la persona; digámoslo así: del sujeto. Y es robo. Es una clase establecida que tiene un tipo de organización. Tiene una forma de justificarse –y podemos hablar más sobre eso. Pero en cierto sentido, tal como está planteado ésto es correcto.

Keith Knight:

(2) La clase dominante está unida por su interés común en mantener su posición de explotación y maximizar su plusvalía apropiada con expolio. Nunca renuncia deliberadamente al poder o a los ingresos de la explotación. Por lo tanto, cualquier pérdida de poder o de renta por parte de la clase explotadora, sólo será lograda mediante el conflicto, cuyos resultados efectivos dependerán en última instancia de la conciencia de clase de los explotados; es decir, de si los explotados son conscientes de sus propias condiciones, de hasta qué punto son explotados y, sobre todo, de si están unidos conscientemente a otros miembros de su clase en una oposición conjunta a la explotación.

¿Qué hay de bueno en eso y qué hay de malo, si es que hay algo malo?

Michael Rectenwald: Es una buena manera de decirlo. Hans-Hermann Hoppe es brillante aquí. De nuevo, ésto es efectivamente correcto. Hay algunas cosas que faltan en esta imagen. Hay competencia dentro de esta clase dominante. No son homogéneos. Hay distintos actores que compiten entre sí. Por ejemplo, hay competencia entre estos gobernantes en cuanto a quién será realmente el expropiador en ese momento. Hay algo más que es un poco engañoso: el colectivismo que ésto implica, al intentar eliminar el poder de la clase dominante. Es un proyecto colectivista, como se ha dicho, y no creo que sea necesariamente correcto. No tiene por qué ser un organismo colectivista que se oponga a la clase dominante como tal. Creo que el aspecto de la conciencia de clase es correcto. Tenemos que tener conciencia de clase para ver esta explotación, para entendernos explotados, y para hacer algo al respecto. Pero si ésto requiere colectivismo –que es esencialmente de izquierda y realmente de orientación marxista–, eso es otra cuestión. Podemos hablar más de ello.

Keith Knight: Así que, cuando se trata de la clase dominante, los marxistas dirán que los jefes, o la burguesía –a veces puede tomar también la forma de la política–, pero es principalmente en la esfera comercial, por lo que Hans-Hermann Hoppe dice que es principalmente una fuente económica de explotación. Entonces, ¿quiénes dicen que son los explotadores y quiénes son los verdaderos explotados?

Michael Rectenwald: Dicen que los explotadores son la clase capitalista. Es decir, los que poseen los medios de producción. Explotan a los trabajadores en el punto de producción, todos los días, día tras día. Están desviando esta plusvalía. Obviamente, todo ésto se basa en la teoría del valor-trabajo, de la que Hans-Hermann Hoppe hablará poco después. Por supuesto, él no está diciendo eso aquí, pero esa es la verdad, y una vez que esa teoría cae, todo el edificio del marxismo se derrumba tras aquélla. Adiós a la teoría de la explotación. Ahí va todo el sentido del marxismo.

Keith Knight: Muchas de estas cuestiones son muy complejas, pero no es la complejidad lo que atrae realmente a la gente. Es encontrar villanos a los que odiar, gente a la que admirar de verdad, y gente con la que estar en el mismo equipo. Díganos un ejemplo de una división justificable en el ámbito económico, que no sea entre blancos y negros, ricos y pobres, u hombres y mujeres.

Michael Rectenwald: Una división justificable es que habrá resultados desiguales en una sociedad capitalista –o en cualquier sociedad de mercado realmente libre– en la que haya libre intercambio de bienes, en la que la gente tome para sí su propia propiedad y la propiedad de la que originalmente se apropió (granja). A algunas personas les irá mejor que a otras. El mayor engaño del izquierdismo es esta idea de la desigualdad de ingresos. No es algo que haya que temer, o no es el horror que se hace ver. Desde luego, la desigualdad de ingresos no tiene nada de malo. No significa que algunas personas estén condenadas a la pobreza para siempre. No significa eso en absoluto. Sólo significa que algunos tendrán herramientas, ya sean personales, sus capacidades mentales o físicas, el trabajo, la ética, que son diferentes de las de otros, y tendrán un cierto grado de buena fortuna. Algunos simplemente tienen suerte, y eso hará que unos tengan más que otros. Pero eso no es el espectáculo de terror que la izquierda y el marxismo pretenden hacer ver.

Pero tú preguntaste y yo no respondí: ¿quién es la verdadera clase explotadora? No es la clase capitalista en absoluto. Es el estado. El estado es la única institución –como señala Hoppe más adelante– que se apropia de la riqueza y se la quita al súbdito contra su voluntad, sin contrato y mediante coacción. El estado es una banda de ladrones –y de asesinos, pero ése es otro punto– y, en general, mentirosos. No la clase capitalista. Porque toda la teoría en la que se basa esta idea marxista de explotación, es falsa. La teoría del valor-trabajo no es válida. No es realmente lo que ocurre. Como Hans-Hermann señala más adelante, es cuestión de una diferencia en la preferencia temporal. El trabajador necesita recibir su salario antes de que el capitalista necesite recuperar su inversión. Esa es básicamente la diferencia por la que existe una distinción entre el precio de venta de un producto, y la suma total que reciben los trabajadores.

Keith Knight: En cuanto a la contradicción contractual dentro del marxismo, es increíble. Hay acuerdos entre empresarios y trabajadores, y ésto es considerado completamente ilegítimo, porque hay una diferencia de poder. Sin embargo, ellos –generalmente gente como Nina Turner, Jimmy Dore y Cenk Uygur– dicen explícitamente que hay un contrato justificable y es el contrato social. Así que un contrato legítimo es aquél en el que se vive dentro de un área geográfica que el estado pretende gobernar, pero un contrato legítimo no es aquel en el que se elige operar participando en intercambios voluntarios mutuamente beneficiosos. Entonces, ¿cómo son capaces de defender una idea tan descaradamente no secular de que los contratos genuinos no son contratos, sino que los contratos reales son contratos sociales míticos? Explíquenoslo, por favor.

Michael Rectenwald: El contrato social obviamente no es explícito, y nadie lo ha firmado. Nunca ha sido firmado, y es sólo un contrato implícito –supuestamente implícito– entre tú y el estado. Así que la forma en que llegan a ésto es la siguiente: ven al estado como el actor benevolente que interviene y aborda la disparidad de la desigualdad de ingresos. Así que el estado es legítimo porque tiene este carácter benigno –supuestamente benigno–, benévolo. Es la única entidad que puede arbitrar entre los llamados trabajadores explotados y los capitalistas explotadores. Así es como ven al estado. Es una especie de árbitro entre el trabajo y el capital. Sin embargo, mucha gente en la izquierda no tiene ésto explícitamente en mente, pero como he argumentado en otro lugar, son marxistas totalmente inconscientes. Hay más marxistas inconscientes que conscientes. No entienden realmente que estas son las premisas desde las que operan, pero es así. Estas son las premisas implícitas que aceptan. Piensan que sólo el estado puede corregir esta desigualdad entre el trabajo y el capital.

Keith Knight: Otra cosa sobre la desigualdad es que dirán que la misma es resultado de demasiado intercambio de libre mercado, demasiada propiedad privada, demasiado intercambio voluntario. Sin embargo, vemos la mayor desigualdad en el ámbito político, ya sea en un país relativamente libre como Suecia, Dinamarca, o Estados Unidos, o Canadá; o en lugares como Corea del Norte y Venezuela. ¿Cómo han conseguido tomar la desigualdad –algo que siempre existirá en todas partes, desde los tiempos de Aristóteles– y atribuirla exclusivamente al libre mercado?

Michael Rectenwald: Porque consideran que el libre mercado tiende necesariamente a la desigualdad, debido a esta premisa de explotación que defienden. Tanto si realmente entienden que sus premisas son esas como si no, de todos modos las respaldan implícitamente, sin considerar realmente la posibilidad de que estén absolutamente equivocadas. Y así, no ven al estado como una imposición arbitraria de explotación, como la única entidad que en realidad te quita dinero, que te quita tu trabajo. Si quieres entrar en territorio marxista, el estado explota tu trabajo para su propio beneficio, sin ningún acuerdo. Así que en lugar de ver los contratos explícitos que acuerdan los trabajadores como legítimos de hecho, los ven como ilegítimos porque se basan en una especie de artimaña, que suponen que debe subsistir en este contrato. Pero, ¿por qué firmarían los trabajadores un contrato así si, de hecho, fuera tan nefasto, si fuera tan contrario a sus intereses?

Keith Knight: Excelentes puntos. Vayamos al punto número tres de cinco:

(3) La dominación de clase se manifiesta esencialmente a través de acuerdos específicos que están relacionados con la forma en que se estipulan los derechos de propiedad –o, en terminología marxista, en forma de “relaciones de producción” específicas. Para proteger este arreglo o esta relación de producción, la clase dominante forma el estado y toma el mando del mismo, transformándolo en un aparato de compulsión y coerción. El estado impone una determinada estructura de clases, y fomenta su reproducción mediante la administración de un sistema de “justicia de clase”, contribuyendo a crear y sostener una superestructura ideológica destinada a legitimar la existencia de la dominación de clase.

¿Qué hay de malo en ello? ¿Qué tiene de correcto? ¿Cuál es la premisa incorrecta?

Michael Rectenwald: Bueno, en cierto sentido, cuando disfrazas las cosas, no hay nada realmente malo en ello; excepto esta idea de que lo que los marxistas asumen que el estado es siempre el arma o el instrumento de la clase dominante, la que existe antes que el estado. Así que según las ideas marxistas, el estado es sólo algo sobre lo que la clase dominante tiene el mando debido a su riqueza. Ésto es completamente erróneo. El estado no es un instrumento de la clase dominante. Al contrario: el estado es la esencia misma de la posición de la clase dominante. Y eso significa que no habría clase dominante sin estado. Así que ellos ven que la clase dominante ya existe antes de que haya un estado, y que todo lo que hay que hacer no es deshacerse del estado, sino deshacerse de la clase dominante, y entonces no habrá explotación. Pero lo cierto es lo contrario. Lo contrario es cierto. La única razón por la que existe la explotación, es porque existe el estado, no porque alguien lo capture.

Keith Knight: Respecto a esta frase: “ayuda a crear y sostener una superestructura ideológica”. Como autor de los libros The Great Reset y Google Archipelago, y alguien que entiende la educación estatal, porque usted fue profesor en la New York University, dénos un ejemplo de cómo existe la superestructura ideológica del estado, y qué necesita entender la gente para ver a través de su propaganda.

Michael Rectenwald: Lo que hace el estado es lo siguiente: casi todos los profesores de la mayoría de las universidades –tomemos Estados Unidos, como caso particular–, todos ellos son agentes del estado. De hecho, todos trabajan para el estado, porque es el estado el que los mantiene. Si no fuera por las ayudas a los estudiantes, los préstamos, las subvenciones públicas y todo eso, estas instituciones no serían tan numerosas. No habría tanto personal en estas universidades. No existirían estos –como Hans los llama en otro ensayo– guardaespaldas intelectuales del estado. Eso es exactamente lo que son.

Y eso es muy irónico, Keith, porque en muchos casos –o debería decir, en casi todos los casos–, estas personas guardaespaldas intelectuales del estado, se consideran a sí mismas como radicales, se consideran personas que se oponen al sistema. Pero la verdad es que son los soldados de infantería del sistema. Están perfectamente alineados con el sistema, porque lo que defienden es el estatismo. Utilizan numerosas ideologías para apoyar al estatismo. El marxismo es una de ellas. El postmodernismo es otra. El feminismo es otra. Básicamente, todo el régimen DEI (diversidad, equidad e inclusión) se basa en la premisa de que el estado interviene en las relaciones sociales para garantizar que éstas sean equitativas y que incluyan a tales o cuales actores que, de otro modo, se considerarían excluidos en virtud de su diversidad. Así que el estado es visto por ellos como el instrumento para rectificar todo ésto. Y por eso promueven la DEI. Por eso promueven el feminismo. El feminismo es el mismo tipo de sistema que dice efectivamente “mira, hay relaciones desiguales entre hombres y mujeres”, “ésto es así históricamente”, “es el patriarcado”, “hay que derrocarlo”. ¿Y quién puede hacerlo sino el estado? Así que, sin darse cuenta, apoyan al sistema, son engañados, apoyan sin darse cuenta las mismas estructuras de explotación a las que creen oponerse.

Keith Knight: Este es un punto de vital importancia que me comentaron hace algún tiempo. Incluso si los defensores de la justicia social fueran las personas más bondadosas del planeta Tierra, seguirían defendiendo un sistema que atraería, como la “bati-señal”, a las personas más malvadas a un estado muy poderoso. Así que, considerando la existencia de una persona malvada, querrías que estuvieran en el sector del voluntariado, donde no pueden sacar ni un céntimo de tu bolsillo, ni un segundo de tu tiempo, a menos que lo hagan voluntariamente. Estoy seguro de que Vanderbilt, Carnegie y Rockefeller podrían haber sido personas terribles, pero nos gustaría que las personas terribles estuvieran en el sector del voluntariado. Mientras que los defensores de la justicia social están aumentando drásticamente la rentabilidad de la gente mala, para crear injusticia ocupando el estado, al que quieren ver tan poderoso. Así que incluso si hacemos a AOC [Alexandria Ocasio-Cortez, activista de izquierda y política estadounidense, de ascendencia portorriqueña] reina de las Naciones Unidas, y tenemos un estado marxista mundial, no sabemos quién será atraído a esa posición después de AOC –por no mencionar el hecho de que AOC tiene hoy más poder institucional desigual que 99,9% de sus partidarios tendrán en toda su vida. Por lo tanto, pensar que la igualdad es factible, es una tontería. Pero en lo que respecta a las consecuencias imprevistas del aumento del poder del estado, ¿qué necesita saber la gente?

Michael Rectenwald: Tienen que saber que lo que le das al estado al aumentar su poder, aunque sea en la distribución de recursos entre diferentes partes, lo que haces en realidad es aumentar el estado y hacerlo más poderoso y más capaz de explotar. Por eso se suele asociar el estado de bienestar con el estado de guerra. Ambos aumentan el tamaño del estado. En el caso del estado del bienestar, atrae a un determinado segmento de la población hacia el estado. Entonces es más probable que estos sujetos específicos sigan otras actividades estatales explotadoras y mortíferas, como la guerra.

Keith Knight: Existe una teoría general conocida como “la ley de hierro de la oligarquía”. Quiero leer el resumen y me gustaría conocer su respuesta sobre cuáles son las implicaciones de esta idea. Afirma que todas las organizaciones complejas, independientemente de lo democráticas que fueran cuando empezaron, acaban convirtiéndose en oligarquías, ya que ninguna organización lo suficientemente grande y compleja puede funcionar puramente como una democracia directa. El poder dentro de una organización siempre se delegará en individuos de ese grupo, hayan sido elegidos o no.

Michael Rectenwald: Es cierto. Tendremos élites. Así que condenar a las élites per se es realmente un error. Habrá élites porque habrá personas que se separen del resto, en virtud de sus capacidades, su ambición y muchos otros factores. A veces tienen orígenes históricos. Admitámoslo, en algunos casos se adquiere el status de élite en virtud del nacimiento. Muchas de estas personas dilapidan este status y acaban convirtiéndose en socialistas. Por ejemplo, la hija de Elon Musk es socialista, marxista. Siempre habrá una élite natural. A veces hay un intercambio de élites, hay una rotación entre grupos de élite. Así que no hay nada endémicamente malo en las élites per se.

La cuestión es si forman parte de la clase explotadora del estado, o si son parte de sus beneficiarios o facilitadores. Porque el estado no es sólo el propio gobierno. Y aquí es donde la gente se confunde un poco y empieza, en algunos casos –no diré quién aquí– a perderse; realmente empiezan a volver a un análisis marxista. Las únicas empresas explotadoras son las que están en connivencia con el estado, que son beneficiarias de éste, y sirven como agentes del mismo en algunos casos para llevar a cabo funciones estatales, y son aparatos efectivamente estatales. Para entender esto, las he llamado “gubernamentalidades”. Es un término que acuñé en este contexto, pero en realidad procede de la teoría posmoderna. Michel Foucault lo utilizó de una manera completamente diferente. Pero hay algunos aspectos de lo que dijo que son realmente ciertos. La gubernamentalidad es como la mentalidad gubernamental; es decir, la mentalidad que propaga el gobierno.

Es muy fácil que la gente se confunda y vuelva –o recurra por primera vez– al análisis de estilo marxista cuando ven a las corporaciones per se, a las grandes corporaciones, como endémicamente malvadas, porque son grandes y tienen éxito. Ésto es un error. La cuestión es si forman parte del aparato del estado o no. Si se benefician del estado. Si están obteniendo el status de monopolio a través de regulaciones y otros medios.

Keith Knight: Así que reconocemos que las élites son una constante a lo largo de la historia. Genghis Khan, Aristóteles, Mao Zedong … en todas las sociedades hay personas con un poder totalmente desproporcionado, desde los Estados Unidos hasta Ucrania. ¿Vemos algún aspecto de no élites en algún ámbito? Como en el baloncesto, hay élites. En la música, hay élites. Entonces, ¿por qué no íbamos a pensar que esta idea de la élite se extendería también al genio de cómo organizar las capacidades productivas en el ámbito del empleo y el comercio? Es sencillamente extraño. No sólo no veo muchos ejemplos de ésto; no veo ningún ejemplo de esta igualdad que buscan. ¿Ha encontrado alguno?

Michael Rectenwald: No, de hecho no hay igualdad. La única forma de intentar conseguir la igualdad, es aplastar a la gente. Es una especie de trama de Harrison Bergeron, de Kurt Vonnegut Jr. Hay que cortarle las piernas a la gente, y eso nunca funciona, aunque se lo intente. Así que sí, no hay forma de lograr la igualdad. Es un mito. La igualdad es enemiga de la libertad. Porque para lograr la igualdad, que es ese ideal utópico, hay que revocar los derechos de propiedad de los demás.

Keith Knight: ¿Está de acuerdo conmigo en que el libertarismo es realmente el único movimiento genuino por la igualdad? ¿Cómo podemos creer en la verdadera igualdad de derechos, y no tener un doble rasero para un grupo de personas llamado congreso, o policía, o estado?

Michael Rectenwald: Exactamente. No hay dobles raseros en lo que respecta a lo que la gente puede hacer. No hay doble rasero porque no hay élites establecidas. Que, por muy capaces que sean, se sustentan en este poder del estado y, del mismo modo, pueden ejercerlo sobre nosotros sin ningún mérito real. El estado es, de hecho, una especie de aglomeración ilegítima de poder que se arroga un status de élite que en realidad no existe en el mundo competitivo real. Es una forma de reforzar, apoyar y consolidar el poder en una élite específica que no tiene logros como tal; no es más que una élite explotadora y no una élite natural.

Keith Knight: Punto número cuatro en el análisis marxista de clase versus austriaco:

(4) Internamente, el proceso de competencia dentro de la clase dominante genera una tendencia hacia una concentración y centralización crecientes. Un sistema multipolar de explotación es sustituido gradualmente por un sistema oligárquico o monopólico. Cada vez quedan menos centros de explotación en funcionamiento, y los que quedan se integran cada vez más en un orden jerárquico. Externamente (es decir, respecto del sistema internacional), este proceso de centralización conducirá a guerras imperialistas entre estados, y a la expansión territorial de la dominación explotadora. Cuanto más avanzado esté el proceso de centralización, más intensas serán las guerras.

¿Qué debemos entender de esta sección?

Michael Rectenwald: Es excelente. Cuando dices eso, y lo entiendes en términos de marxismo, a lo que Marx se refería es a la tendencia que veía del capitalismo a conducir a los monopolios. Y luego utilizar al estado como arma para ganar más territorios que explotar, ya sea a través de lo que llaman acumulación primitiva –que básicamente significa saquear diferentes continentes en busca de bienes y mano de obra–, o creando nuevos centros de explotación en diferentes partes del mundo. Eso sería el imperialismo para el marxista. Pero esta afirmación es igual de cierta con una interpretación totalmente diferente. Sí, los estados tienden a aumentar la centralización y la concentración de poder, y los estados tienen a la obtencion monopólica del poder. Por supuesto, ya tienen poder monopólico, pero tienden a extender los monopolios cada vez más. Finalmente, como dice aquí, la centralización conduce a las guerras imperialistas de estado. Ésto es absolutamente cierto. Hay guerras entre naciones imperialistas, y entre naciones imperialistas y otros estados a los que intentan suplantar o conquistar. Así que sí, existe una tendencia hacia lo que yo llamo globalismo –y Hans está de acuerdo con ésto–; que existe esta tendencia a que los gobiernos se vuelvan singulares, porque uno absorbe al otro derrotándolo. Así se llega a este “Orden Mundial Global”. Sobre eso escribí The Great Reset and the Struggle for Liberty.

Keith Knight: Luego tenemos otra constante, que es “la gente quiere más poder”. Pero la diferencia es que en el mercado existe realmente la competencia, y la libertad de disociar de los malos actores tu tiempo y tu dinero. Sí, en ambos siempre habrá gente que quiera más poder, más influencia y mayor status social. Pero el mercado permite elegir a los competidores que puedes no financiar, y utilizar alternativas. Mientras que el estado no permite tal cosa.

Michael Rectenwald: Una cosa que añadiría aquí es también en términos de monopolios. Como señala Rothbard en su libro The Progressive Era, hubo intentos de monopolizar al margen de la ayuda estatal, de sus imposiciones e intervenciones, y fracasaron a finales del siglo XIX y principios del XX. Por eso, estos aspirantes a monopolistas recurrieron finalmente al estado para que interviniera de verdad y les ayudara a establecer monopolios. Lo consiguieron, y a través de una artimaña muy tramposa, en la que hicieron que sus intervenciones parecieran que en realidad estaban destruyendo monopolios, con leyes antimonopolio y todas estas regulaciones. Pero de hecho, estas regulaciones han servido para aumentar el precio de admisión o entrada, y mantener a los competidores fuera del mercado. Así que todo lo que dicen, es lo contrario de la verdad.

Keith Knight: En lo que se refiere al concepto de guerras imperialistas, es simplemente chocante que los marxistas no incluyan plenamente en su análisis el doble rasero que la gente tiene hacia el estado. El estado recauda dinero de forma coercitiva, lo que aumenta la probabilidad de que financie guerras que, de otro modo, la gente no apoyaría. A menudo tiene derecho a determinar el reclutamiento militar obligatorio, como hacen actualmente Volodymyr Zelensky, Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu. Los marxistas no mencionan al banco central; la capacidad de imprimir dinero de la nada y financiar guerras … bueno, eso no tiene nada que ver con hacer más probable la guerra [ironía]. Tiene un sistema educativo obligatorio, que es un “quien paga al cantante elige la canción”; el estado paga a los profesores, así que los profesores por supuesto van a apoyar las guerras y justificarlas. O incluso cuando no las justifiquen explícitamente, en el caso de Irak y Afghanistan, las llamarán “errores que no eran realmente de interés nacional”. Nunca dirán que fueron malvadas campañas de asesinatos en masa basadas en mentiras. Por último, está el doble rasero jurídico. Creo que fue el 29 de Agosto de 2021 cuando Joe Biden autorizó un ataque en Kabul, Afghanistan, que asesinó a siete niños y tres civiles adultos. Nunca hubo una discusión del tipo “oh, ¿crees que Joe Biden irá a la cárcel por ésto?” Es como si hubiera un flagrante doble rasero, por el que el sistema de justicia monopolizado por el estado obviamente no va a aplicar la ley en este caso. Así que todo lo que dicen los marxistas es “el beneficio es el problema”. Cuando se trata de esa crítica, que la guerra es por el beneficio, el beneficio es por el capitalismo, así que la guerra es culpa del capitalismo. ¿Qué hay de malo, si es que hay algo malo, en ese análisis?

Michael Rectenwald: Gran pregunta. Por cierto, eres simplemente enciclopédico con estos puntos. Realmente te admiro y aprecio. Permíteme decir que ignoran el principal monopolio de todos. El monopolio de la fuerza que se arroga el estado. El estado es la única entidad que puede hacer cosas a otras personas que tú y yo nunca podremos hacer, y salir impunes. Y realmente no deberíamos poder hacerlas y salirnos con la nuestra. Esas cosas son no sólo expropiar tu riqueza, sino para matarte impunemente. El estado no tiene que cumplir las normas que las personas no agresivas tienen que cumplir y respetar. El estado tiene la excepción. Es el único monopolio real que existe. Bueno, también es el monopolio bancario, y eso es otra cosa de la que los marxistas no se dieron cuenta –pero yo iría más lejos: en realidad defendían al banco central. Uno de los diez puntos marxistas en el camino hacia el socialismo incluía el establecimiento de un banco central que diera dinero exclusivamente a las industrias estatales. Así que no tienen ningún problema con los monopolios cuando se trata del estado y del banco central. Es increíble. Y no lo ven. Coca-Cola no va por ahí matando gente impunemente. No recluta gente para servicios que no quieren prestar. En el caso de Israel, los marxistas dan mucha importancia al hecho de que también reclutan mujeres. Pues enhorabuena, hagamos del reclutamiento una igualdad de oportunidades para todos. Universalicemos nuestra capacidad de controlar a la gente contra su voluntad y ponerla en guerras, y de servir al estado de otras maneras.

Keith Knight: Bueno, ahí radica la cuestión de la justicia social. Cuando vemos el reclutamiento militar, o vemos la recogida forzosa del algodón, decimos cosas como: “bueno, desde un punto de vista libertario, si no puedes persuadirles de que lo hagan voluntariamente, págales a cambio de ello, crea algún otro tipo de valor para que lo hagan voluntariamente. No tienes derecho a obligar a alguien a hacer algo contra su voluntad”. Por eso estamos en contra de la recogida forzosa de algodón. Pero miran la recogida forzosa de algodón y dicen: “el problema es que teníamos a una persona blanca y a otra negra, así que centrémonos en la raza de esas personas, centrémonos también en el género de cada uno en relación con cualquier disparidad que pueda existir”. Así que en lo que respecta al reclutamiento militar, si sólo son hombres, la solución no es abolir el trabajo forzado, ¡es incluir también a las mujeres! Le pregunté ésto a Cenk Uygur, que tiene 6.400 millones de visitas en YouTube –por cierto, muy desiguales a las de mi canal–; es un progresista y dijo: “Bueno, sí, todo el mundo debería ser obligado a ir a la guerra, porque no podemos tener a unas pocas personas que simplemente se sientan y miran”. Así que le pregunté si eso incluía a todos los granjeros que no producirían alimentos, ¿están todos en la guerra? Me contestó “Vale, bueno, sólo quedarían fuera unas pocas personas”. Le dije: “Bueno, actualmente el reclutamiento es sólo para hombres de 18 a 26 años. ¿Incluiría también a las mujeres?”. Me contestó: “Bueno, sí, supongo”. El hecho de que dijera “Bueno, uhm” sólo demuestra que nunca pensó en ello, ni siquiera cuando se está provocando ahora mismo una tercera guerra mundial con Irán, Rusia y China. Nunca miran las implicaciones de sus propias ideas. Así que ese es otro defecto de la justicia social.

Michael Rectenwald: Oh, sí, la justicia social es cómplice de la acción del estado, del asesinato por parte del estado, de la explotación por parte del estado, del reclutamiento por parte del estado, y del trabajo forzado. Todo ésto es excusado, exonerado e incluso glorificado porque, como he dicho, se remonta en realidad a esta idea de que el estado es el árbitro entre el capital y el trabajo. Piensan que mientras haya capital y trabajo, y exista esta desigualdad, hay que abordarla; tiene que haber una entidad que lo haga, y esa entidad es el estado. Así que el estado también puede ser una entidad que arbitre entre las diferentes naciones y las desigualdades entre ellas. Debe intervenir en estos países, y en el caso de los Estados Unidos, está interviniendo en Ucrania, y en Israel, y en Gaza, e incluso en Taiwán, enviando armas; enviando ayuda militar, como mínimo; y posiblemente también armas. Es asombroso.

Keith Knight: Punto número cinco:

(5) Finalmente, con la centralización y expansión de la dominación explotadora acercándose gradualmente a su límite último de la dominación global, la dominación de clase se hará cada vez más incompatible con una mayor evolución y mejora de las “fuerzas productivas”. Los estancamientos y las crisis económicas se vuelven cada vez más rutinarios, creando así las “condiciones objetivas” para el surgimiento de una conciencia de clase revolucionaria de los explotados. La situación se vuelve favorable para la creación de una sociedad sin clases, para la “desaparición del estado”, sustituyéndose el dominio del hombre sobre el hombre, por la simple administración de las cosas. El resultado será una prosperidad económica sin precedentes.

¿Qué debemos saber sobre el quinto y último punto de Hoppe en relación con la teoría marxista de la historia?

Michael Rectenwald: Es hermoso porque, tal como él lo plantea, sirve para ambos. Lo que ocurre es que la centralización del estado empieza a alcanzar el límite de la dominación mundial. ¿Qué sucede cuando se tiene un gobierno mundial único? Ese estado puede intensificar la explotación de sus súbditos. Puede imponerles impuestos aún más despiadados. Puede obligarlos a hacer lo que quiera. Puede obligarlos a tener una identidad digital y a participar en una moneda digital de un banco central. Entonces empieza a erosionar la base de capital. No olvidemos que el estado es un órgano parasitario, por lo que es un animal parásito que vive del capital, y lo succiona en determinados momentos para matar a su propio huésped. Ésto es lo que ocurre cuando el estado se expande hasta el punto de casi convertirse en un sistema mundial. Cuando es un sistema mundial, entonces es totalmente explotador y totalmente opresor.

Como señala Hoppe en otro texto, a estas alturas no hay salida. No puedes trasladarte a una zona diferente, menos explotadora, con un estado diferente. No hay adónde ir. De hecho, he tenido discusiones con gente que piensa: “Ah, un gobierno mundial es bueno porque así sólo tendremos que derrocar a un gobierno en lugar de a muchos”. Eso es tan gracioso y tan erróneo, que cuesta creer que la gente realmente piense eso. Pero así es. Piensan que en lugar de tener –como dijo Hoppe– mil Liechtensteins, un gobierno mundial es la verdadera forma de lograr la equidad, de lograr una sociedad sin clases. Ésto es lo que entienden por una sociedad sin clases. Lo que el marxismo quiere decir con una sociedad sin clases es, por supuesto, un mundo donde no hay trabajadores, o explotados, y no hay clase capitalista, o explotadores. Pero lo que Hoppe está diciendo en realidad, según otra interpretación –la austriaca–, es que hay una sociedad sin clases porque las dos únicas clases que existen son el estado y todos los demás. Una vez que te deshaces del estado, tienes una sociedad sin clases. Eso no significa igualdad. Sólo significa que ya no hay guerra de clases. No hay ninguna clase que sea endémicamente explotadora y que sea intrínsecamente mala, intrínsecamente opuesta a los intereses de sus súbditos.

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

Michael Rectenwald
Michael Rectenwald
é autor de onze livros, incluindo Thought Criminal, Beyond Woke, Google Archipelago e Springtime for Snowflakes.
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