A medida que el año académico llega a su fin, han estallado protestas en los campus universitarios de todo el país. Los estudiantes protestan por las acciones de Israel en Gaza. En general, piden al gobierno de Estados Unidos que deje de armar y financiar la guerra y, mientras tanto, que sus universidades se deshagan de las empresas israelíes.
La actual oleada de protestas se remonta al 17 de Abril, cuando el presidente de la Universidad de Columbia fue llevado ante el Congreso para testificar sobre el antisemitismo en esa Universidad. Al mismo tiempo, alrededor de un centenar de estudiantes de Columbia instalaron un campamento de tiendas de campaña “Solidaridad con Gaza” en el campus.
Esta pequeña protesta se habría disipado posiblemente después de unos días o semanas, como muchas protestas similares en el campus en los meses posteriores al 7 de Octubre. Pero en cambio, al día siguiente, el presidente de Columbia anunció que los estudiantes que protestaban habían sido suspendidos previamente (no lo habían sido) y, por lo tanto, estaban invadiendo el campus. La policía respondió y arrestó a cien estudiantes esa tarde. Los arrestos fueron luego utilizados como motivo para suspender a los estudiantes.
Pero la represión resultó contraproducente, lo que llevó a más estudiantes de Columbia a unirse a la protesta, y a estudiantes de otras universidades a iniciar sus propios campamentos. Dos semanas después, el tamaño y la intensidad de estas manifestaciones no han hecho más que aumentar.
A pesar de cómo se retratan estas protestas en los medios políticos, hay una gran cantidad de matices que es importante analizar en esta historia.
En primer lugar, lo que está sucediendo en Gaza ahora mismo es absolutamente horroroso. Cualquier persona decente debería oponerse a la manera en que Israel ha decidido llevar a cabo esta guerra. En lugar de priorizar el rescate de rehenes, el gobierno israelí ha llevado a cabo seis meses de intensos bombardeos, e impuesto castigos con bloqueos de suministros médicos y alimentarios. Hasta ahora, más de 34.000 habitantes de Gaza han sido asesinados (cifra informada por las autoridades de Gaza, pero considerada confiable por el ejército israelí), muchos de éstos mujeres y niños. Israel está quemando la simpatía internacional que obtuvo el 7 de Octubre, y los contribuyentes estadounidenses se ven obligados a pagar por ello.
Los estudiantes de todo el país tienen razón al pedir que se ponga fin a ésto. Y, mientras tanto, es completamente razonable que se concentren a nivel universitario en lograr ese cambio mediante boicots y solicitando desinversiones.
Dicho ésto, no es que los estudiantes que protestan sean un grupo homogéneo de estudiantes incondicionales, centrados en agitar eficazmente para poner fin a la guerra. De hecho, una porción considerable de ellos no parece tomarse en serio la intención de detener la guerra en absoluto.
Para la mayoría de las personas, en la mayoría de los casos, las creencias políticas no son el resultado del pensamiento lógico o del escrutinio de argumentos políticos, sino de cálculos sociales. Las personas tienden a adoptar las creencias políticas de su entorno social, y utilizan las discusiones sobre política no para tratar de convencer a otros de sus creencias, sino para indicar la tribu a la que pertenecen.
Por eso hemos visto videos como éste, en los que dos estudiantes que participan en la protesta admiten que en realidad no están seguros de por qué están protestando. En estos campus hay ahora mismo presión social para unirse y hablar a favor de los palestinos. Y permanecer en silencio o disentir tiene un costo social. Ése es el gran motivador para muchos participantes lo que, es importante señalar, es válido para cualquier movimiento político popular, no sólo para estas protestas.
Hay que reconocer que algunos estudiantes manifestantes claramente toman en serio la idea de organizar manifestaciones efectivas. Están evitando cánticos y lemas innecesariamente divisivos, los que no hacen más que cerrar las mentes de las personas que aún no han sido alcanzadas. Y alentaron e incluso participaron cuando los manifestantes judíos rompieron para celebrar el Seder en los campamentos la primera noche de Pesaj, a fin de ayudar a contrarrestar la ridícula afirmación de que la oposición a lo que Israel está haciendo actualmente en Gaza, siempre surge del odio hacia los judíos.
Pero por cada activista estudiantil inteligente que se toma en serio el deseo de hacer que estas manifestaciones sean lo más efectivas posible, hay muchos que parecen ver ésto como una oportunidad para señalar en voz alta y de manera desagradable a sus compañeros de estudios, cuánto apoyan la actual ortodoxia universitaria. Iniciar cánticos con connotaciones históricas mixtas, bloquear físicamente a las personas sin ningún motivo real, cambiar las banderas estadounidenses y enmascararse con keffiyehs, podrían ser excelentes maneras de mostrar a sus compañeros manifestantes que son super pro palestinos. Pero son contraproducentes para llegar a los inconversos, que es lo que debe suceder si las manifestaciones quieren avanzar hacia los fines que los participantes dicen desear.
La ineptitud estratégica de estos estudiantes puede parecer casi asombrosa, hasta que se recuerda lo que se les enseña en estas escuelas. Universidades como Columbia han apostado por la política de identidad y la justicia social. Un nombre más exacto sería “justicia colectivizada basada en rasgos”. La narrativa histórica dominante que impregna casi todos los departamentos y planes de estudio de las clases, considera que el mundo estuvo en su mayor parte en equilibrio, hasta que los europeos occidentales blancos decidieron enriquecerse robando y expropiando recursos del resto del mundo. Dejando de lado lo delirante que es ésto desde el punto de vista económico e histórico, al enmarcar la historia como una serie de injusticias cometidas por un grupo de identidad completo contra otros grupos de identidad en su totalidad, sus partidarios concluyen que la justicia sólo puede ser alcanzada a nivel colectivo y grupal.
Y así, cuando los estudiantes ven las horribles imágenes y videos que salen de Gaza de personas, en su mayoría de color y en su mayoría musulmanes, siendo explotadas, aplastadas y muertas de hambre por descendientes de inmigrantes europeos de apariencia blanca, parece encajar perfectamente en su visión del mundo aprendida. Entonces, aunque en este caso lleva a la mayoría de ellos a la conclusión general correcta, no debería sorprender que una narrativa imprecisa e históricamente defectuosa conduzca a un activismo impreciso y estratégicamente defectuoso.
Muchos en la derecha consideran que éste es un día de ajuste de cuentas para las universidades. Y lo es. No vale la pena derramar una lágrima cuando aquéllos que avivan las llamas del fanatismo identitario cometen un error y se encuentran en el extremo receptor de la misma ira que querían dirigir a otra parte.
Algunos políticos republicanos y de derecha incluso se han manifestado a favor de recortar el financiamiento federal para estas universidades. Eso está atrasado. Estas escuelas están impulsando dogmas altamente politizados, ahistóricos y a menudo abiertamente inmorales, que muchos estadounidenses consideran aborrecibles. No deberíamos vernos obligados a financiar eso.
Sin embargo, donde muchos de estos derechistas se equivocan es en ignorar ese panorama más amplio para, en cambio, impulsar la narrativa de que todos estos estudiantes que hablan en contra de lo que Israel está haciendo en Gaza, están motivados únicamente por un odio aprendido hacia los judíos.
Siempre habrá al menos algunas personas diciendo cosas indecorosas o francamente horribles en cualquier movimiento político importante. Y ha habido informes de personas que dicen cosas antisemitas. Pero la caracterización de estas protestas como turbas de monstruosos estudiantes universitarios hirviendo de odio antijudío, no resiste el más mínimo escrutinio.
El incidente antijudío más publicitado involucró a un estudiante que supuestamente fue apuñalado en el ojo con una bandera de mano. Ésto fue noticia nacional. Pero cuando salió un video del incidente, quedó claro que, incluso si el contacto no fue accidental, no fue el ataque cruel que la prensa hizo creer.
Éste y otros incidentes en los que se informan ataques contra judíos, que luego son fácilmente refutados por videos, arruinan la credibilidad de quienes intentan impulsar la narrativa de la mafia antisemita. Si esa narrativa fuera exacta, no habría necesidad de fingir o embellecer la hostilidad de los estudiantes hacia los judíos. Hacerlo sólo debilita el justo esfuerzo por cortar el financiamiento federal a estas universidades.
En resumen, los estudiantes de Columbia y otras universidades estadounidenses tienen razón al oponerse al apoyo de Estados Unidos a la guerra en Gaza. Pero muchos están siendo engañados por el énfasis en la búsqueda de status y las señales dentro del grupo. Si estos estudiantes realmente quieren ayudar al pueblo de Gaza, deberían dejar de hablar sólo con los conversos, y tratar de llegar a aquéllos que aún no están a bordo.
Y si bien muchos derechistas tienen razón al atacar a las universidades por inculcar narrativas ahistóricas y marcos inmorales en sus estudiantes, promover exageraciones de antisemitismo fácilmente refutables sólo sirve para socavar cualquier esfuerzo por abordar seriamente el problema.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko