El libertarismo y el conservadurismo han sido descriptos como “primos incómodos”. Hay algunas cuestiones en las que pueden unirse, en oposición a las terribles políticas de los progresistas: el nuevo acuerdo verde, la atención sanitaria universal, la matrícula universitaria gratuita, las leyes de control de armas, los abortos financiados por los contribuyentes, el desfinanciamiento de la policía, etc. Aunque parecen estar de acuerdo en algo (como las leyes contra los crímenes de odio), la inconsistencia de los conservadores es evidente porque carecen de la firme base filosófica del libertarismo.
Crímenes de odio
El concepto de “crimen de odio” es una invención reciente, que se remonta aproximadamente a mediados de la década de 1980. Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, “en los términos más simples, un delito de odio debe incluir tanto ‘odio’ como ‘delito'”. En la legislación sobre delitos de odio, “la palabra ‘odio’ no significa rabia, ira o disgusto general”. Más bien, en este contexto, “‘odio’ significa prejuicio contra personas o grupos con características específicas definidas por la ley”.
A nivel federal, “las leyes sobre delitos de odio incluyen delitos cometidos sobre la base de la raza, color, religión, nacionalidad de origen, orientación sexual, género, identidad de género o discapacidad, percibidos o reales, de la víctima”.
Ésto se suma a las leyes sobre delitos de odio a nivel estatal, que “incluyen delitos cometidos por motivos de raza, color y religión; muchos también incluyen delitos cometidos por motivos de orientación sexual, género, identidad de género y discapacidad”.
En la ley sobre delitos de odio, “el delito es a menudo un delito violento, como agresión, asesinato, incendio provocado, vandalismo o amenazas de cometer dichos delitos”, pero “también puede abarcar la conspiración o pedir a otra persona que cometa dichos delitos, incluso si el crimen nunca fue ejecutado”. Según las estadísticas del FBI sobre delitos de odio de 2021, presentadas por 11.834 agencias encargadas de hacer cumplir la ley, “hubo 7.262 incidentes de delitos de odio que involucraron 8.673 delitos”.
Las leyes contra los delitos de odio están siendo ampliadas a nivel estatal. Un ejemplo de ello es Michigan, donde una serie de proyectos de ley sobre delitos de odio fueron aprobados por la Cámara estatal controlada por los demócratas a principios de este año. Según el análisis legislativo oficial:
Los Proyectos de Ley 4474 y 4476 enmendarían el Código Penal de Michigan para revisar las disposiciones que prohíben los delitos de odio, y definir y prohibir la profanación institucional, respectivamente. Los proyectos de ley establecerían penas mejoradas basadas en factores como condenas previas, permitirían a un tribunal imponer sentencias alternativas bajo ciertas condiciones y, respectivamente, modificarían o permitirían una causa de acción civil. Los Proyectos de Ley 4475 y 4477 introducirían cambios complementarios a las directrices de sentencia del Código de Procedimientos Penal.
El proyecto de ley más atroz, el Proyecto de Ley 4474 de la Cámara de Representantes, “dispondría que una persona es culpable de un delito de odio si maliciosa e intencionalmente hace cualquiera de las siguientes acciones a otro individuo, basándose total o parcialmente en una característica real o percibida de ese individuo, independientemente de la existencia de otros factores motivadores”:
- Utilizar fuerza o violencia sobre el otro individuo.
- Causar daño corporal al otro individuo.
- Intimidar al otro individuo
- Dañar, destruir o desfigurar cualquier propiedad real, personal, digital o en línea de la otra persona, sin el consentimiento de esa persona
- Amenazar, de palabra o de hecho, con hacer cualquiera de las cosas anteriores.
Las características reales o percibidas incluyen cualquiera de las siguientes: raza o color, religión, sexo, orientación sexual, identidad o expresión de género, discapacidad física o mental, edad, origen étnico, origen nacional o asociación o afiliación con un individuo o grupo de individuos, en total o parcialmente basado en una de estas características.
Sólo dos republicanos en la Cámara de Michigan votaron a favor del proyecto de ley. “Es un proyecto de ley que pretende iniciar procesos judiciales por sentimientos heridos”, dijo el representante Brad Paquette. “El proyecto de ley se basa en puro narcisismo y mentalidad de víctima, la que se basa en la teoría de género. Busca obligar a otros que están rotundamente en desacuerdo con la teoría de género, a vivir en el engaño de otro”. Otros republicanos vieron el proyecto de ley como parte de un esfuerzo mayor de la izquierda para “controlar cómo hablamos”. Según la representante Gina Johnsen, el proyecto de ley “aplastará la capacidad de las personas de tener una opinión política, una opinión religiosa, una opinión moral o una opinión inmoral”. Incluso predijo una “enorme migración de personas que abandonarían Michigan” si el proyecto de ley se convirtiera en ley. Esta oposición republicana al proyecto de ley no es ninguna sorpresa.
Los conservadores y los crímenes de odio
Hace diez años, en la revista progresista The Nation se efectuó la observación de que “los grupos que se oponen con más vehemencia a la legislación sobre delitos de odio, son grupos muy conservadores, a menudo abiertamente homofóbicos, como Focus on the Family y Concerned Women of America, los que temen que dicha legislación impida que las personas religiosas conservadoras expresen sus creencias y defiendan lo que consideran ‘valores tradicionales’”. Nada ha cambiado. Los conservadores todavía se oponen en general a las leyes contra los delitos de odio. Psychology Today informó recientemente sobre un estudio que “examina la interconexión de las opiniones políticas, los prejuicios, y el apoyo a las leyes sobre delitos de odio”. El estudio encontró que “las creencias políticas se correlacionan fuertemente con el apoyo a las leyes contra los delitos de odio, o su falta, siendo menos probable que los individuos que se inclinan hacia ideologías conservadoras respalden tales leyes”, y concluyó que “la resistencia a las leyes contra los delitos de odio entre los individuos de tendencia conservadora podría ser en parte debido a sesgos subyacentes”.
Se ha señalado que los casos de alto perfil a menudo impulsan las leyes sobre delitos de odio. Aunque puedan alardear de sus credenciales conservadoras cuando llegue el momento de la reelección, los republicanos en el Congreso no son inmunes a la presión pública cuando se trata de este tipo de casos. La Ley Antilinchamientos Emmett Till (H.R.55), que tipifica el linchamiento como delito federal de delito de odio, fue aprobada en 2022 por consentimiento unánime en el Senado. En la Cámara, sólo tres republicanos votaron en contra. La Ley de Delitos de Odio covid-19 (S.937), que facilita la revisión acelerada de los delitos de odio y las denuncias de delitos de odio, se aprobó en respuesta a la violencia contra los estadounidenses de origen asiático durante la pandemia. Sólo un republicano (Josh Hawley) en el Senado votó en contra. Sesenta y dos republicanos conservadores votaron en contra en la Cámara, pero ésto no fue suficiente como para superar a los 147 republicanos que votaron a favor de la legislación. (Cabe señalar que en 2023, el senador Hawley pidió al FBI que abriera una investigación federal por delitos de odio sobre el tiroteo contra niños en una escuela de Nashville; ah! la coherencia de los conservadores). Sin embargo, a nivel estatal y a nivel popular, la resistencia conservadora a la legislación sobre delitos de odio sigue siendo sólida. Estos conservadores se unirían a los libertarios para oponerse a la legislación sobre delitos de odio.
Existen dos motivos principales para ésto. En primer lugar, si alguien comete un delito contra las personas (asesinato, violación, agresión, etc.) o un delito contra la propiedad (vandalismo, incendio provocado, robo, etc.), entonces debe ser arrestado, juzgado y sentenciado porque perpetró el delito. Su motivo, motivación o justificación para cometer el delito, es absolutamente irrelevante. Y no hay manera de saber con certeza qué había en la mente del criminal en el momento en que perpetró su delito. Incluso en el caso de que alguien afirme que cometió un delito contra otra persona porque odiaba su raza, color, orientación sexual, religión, identidad de género o etnia, no debería haber ninguna pena adicional por ello. Ésto se debe a que castigar a alguien por odiar a otra persona en base a alguna característica de la misma, es castigar la libertad de pensamiento. No es ilegal en los Estados Unidos, ni debería serlo, desagradar, despreciar o incluso odiar a personas que pertenecen
–muchas veces sin elección propia– a algún grupo, siempre y cuando uno no actúe según esos impulsos.
Y en segundo lugar, lo que constituye un delito de odio, no sólo es extremadamente arbitrario, sino que a menudo depende de alguna característica del perpetrador, no de la víctima. Por ejemplo, aunque los negros están sobrerrepresentados entre los perpetradores de crímenes de odio, es raro escuchar que la violencia entre negros y blancos se describa como crimen de odio. Como señaló hace unos años la investigadora conservadora Heather MacDonald, del Instituto Manhattan, utilizando estadísticas de la Oficina de Justicia: “Hubo 593.598 victimizaciones violentas interraciales … entre negros y blancos el año pasado, incluidos ataques de blanco contra negro y de negro contra blanco. Los negros cometieron 537.204 de esos delitos interraciales, o 90%, y los blancos cometieron 56.394 de los mismos, o menos de 10%”. Las leyes contra los delitos de odio, no disuaden el odio o el crimen más que lo que las leyes de control de armas disuaden la violencia armada.
Crímenes sin víctimas
Debido a que la libertad de pensamiento (no importa cuán vil, perversa u odiosa sea) no es en sí misma ilegal, un crimen de odio necesita un crimen real antes de que alguien pueda ser acusado de cometerlo. Ésto significa que los delitos de odio son peores que los delitos sin víctimas, en los que no se comete ningún delito real. Ésto incluye aumento de precios, reventa de entradas, tasas de interés usurarias, prestación de servicios sin licencia, discriminación, prostitución, uso de drogas ilegales y juegos clandestinos de azar. El hecho de que se pague una multa al estado, y no a la “parte perjudicada” cuando ocurre un delito sin víctimas, demuestra que no se ha cometido ningún delito real contra nadie.
Todo delito real necesita una víctima del delito: no una víctima potencial o una posible víctima, sino una víctima tangible e identificable que haya sufrido un daño mensurable a su persona, o daños mensurables a su propiedad. No puede haber delito sin víctima, razón por la que los delitos de odio
–es decir, los delitos de pensamiento– no son en sí mismos delitos reales. En lo que respecta a la ley, no debiera haber crímenes nebulosos contra Dios, la religión, la naturaleza, la sociedad, la humanidad, la civilización, el bien común, el interés público, o el estado. Sólo las acciones que ocasionen daño a otros o a su propiedad sin su consentimiento, deberían ser considerados como crímenes. Lo que es inmoral o imprudente, no debe ser necesariamente ilegal o criminal. Participar en comportamientos riesgosos o en actividades peligrosas, realizar acciones inmorales y consumir sustancias nocivas, pueden ser vicios, pero no son en sí mismos delitos. En su libro “Los vicios no son crímenes: una reivindicación de la libertad moral” (1875), el filósofo político liberal clásico Lysander Spooner (1808-1887) lo explicó de esta manera:
Los vicios son aquellos actos por los que un hombre se daña a sí mismo o a su propiedad. Los delitos son aquellos actos por los que un hombre daña a la persona o a los bienes de otro. Los vicios son simplemente los errores que comete un hombre en la búsqueda de su propia felicidad. A diferencia de los delitos, no implican malicia hacia otros, ni interferencia con sus personas o sus propiedades.
A menos que las leyes hagan y reconozcan esta clara distinción entre vicios y crímenes, no puede existir en la tierra nada parecido a derechos, libertades o propiedades individuales, ni los correspondientes y co-iguales derechos de otro hombre al control de su propia persona y de su propiedad.
Eso no significa que ciertos crímenes sin víctimas no sean inmorales, insalubres o dañinos, ni que algunos crímenes sin víctimas no tengan consecuencias negativas.
Pero sólo porque alguien que se involucra directamente en un vicio pueda afectar indirectamente a otra persona, no significa que un crimen sin víctimas pueda tener una víctima. El caso de alguien drogado con marihuana que descuida a su hijo, que luego sale a la calle y es atropellado por un vehículo, no “prueba” que fumar marihuana no sea un delito sin víctimas. El “delito” aquí es la negligencia paterna con resultado de muerte infantil, no fumar marihuana. Nadie diría que el hecho de que alguien ebrio descuide a su hijo, que luego sale a la calle y es atropellado por un vehículo, sería causal como para la penalización del consumo de alcohol. Existe un doble rasero cuando se trata de alcohol y marihuana, y de fumar cigarrillos y marihuana. Beber alcohol y fumar cigarrillos provoca todo tipo de problemas de salud, pero ¿cuántos estadounidenses quieren que sea ilegal beber alcohol o fumar cigarrillos en la privacidad de su hogar? Y hablando de niños, un niño en casa de un fumador de cigarrillos está sufriendo muchos más daños en su salud que en casa de alguien que ocasionalmente utiliza cocaína. ¿Cuántos estadounidenses quieren que sea ilegal fumar un cigarrillo en un hogar con niños? El divorcio tiene consecuencias negativas para los niños, pero ¿cuántos estadounidenses quieren que el divorcio sea ilegal? Un contemporáneo de Spooner, John Stuart Mill (1806-1873), lo dijo mejor en Sobre la libertad (1859):
La única libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro propio bien a nuestra manera, siempre que no intentemos privar a otros del suyo ni impedir sus esfuerzos por obtenerlo. Cada uno es el guardián adecuado de su propia salud, ya sea corporal o mental y espiritual. La humanidad gana más si se permite a los demás vivir como les parece bien a ellos mismos, que si se obligan a vivir como les parece bien a los demás.
La libertad individual es la única víctima en un crimen sin víctimas.
Los conservadores y los crímenes sin víctimas
Dado que los crímenes de odio son peores que los crímenes sin víctimas, y los crímenes sin víctimas no son crímenes en absoluto, ¿están seguramente unidos los conservadores con los libertarios para oponerse tanto a los crímenes de odio como a los crímenes sin víctimas? Por el contrario, los conservadores son algunos de los defensores más acérrimos de ciertas leyes contra los delitos sin víctimas. En realidad, son bastante inconsistentes, no sólo al rechazar los crímenes de odio mientras favorecen los crímenes sin víctimas, sino también al rechazar de todo corazón algunos crímenes sin víctimas, y aceptar fácilmente otros. Algunos conservadores se burlan de las leyes contra actividades económicas, como el aumento abusivo de precios y la reventa de billetes. Cuando se trata de temas de juego, licencias ocupacionales y discriminación, los conservadores suelen tener dos opiniones. Apoyan los juegos de azar regulados por el gobierno, como las loterías estatales, pero se oponen a permitir que se organice un torneo de blackjack en el vecindario. Apoyan la concesión de licencias para algunas ocupaciones, pero luego rechazan la concesión de licencias para otras. Apoyan las leyes contra la discriminación en lo que respecta a raza, sexo, nacionalidad de origen y religión, pero las rechazan en lo que respecta a la orientación sexual y la identidad de género. Los conservadores defienden casi unánimemente leyes contra los delitos sin víctimas, como la prostitución y el consumo de drogas.
Nada de ésto debería sorprendernos. Los conservadores nunca parecen tener problemas con una ley o un programa gubernamental, a menos que la ley o el programa vaya en contra de alguna posición conservadora. Se oponen al financiamiento federal para Planned Parenthood porque la organización realiza abortos, pero no porque, para empezar, el gobierno federal no debería financiar a organizaciones privadas. Critican a National Public Radio por tener un sesgo liberal, pero no porque el gobierno federal no tenga nada que ver con la radiodifusión. Condenan al Fondo Nacional de las Artes por financiar arte pornográfico, pero no porque el gobierno federal no tiene por qué financiar las artes. Desprecian las escuelas públicas por promover la corrección política, pero no porque el gobierno federal no tenga por qué financiar la educación.
¿Cómo pueden los conservadores ser tan inconsistentes? La respuesta es realmente bastante simple. Carecen de la firme base filosófica del libertarismo. No aceptan la libertad de los individuos de hacer cualquier cosa que sea pacífica, siempre que no violen los derechos personales o de propiedad de otros. Consideran que es tarea del gobierno impedir o castigar a las personas por hacerse daño con acciones o sustancias. Creen que las personas deberían ser multadas o encarceladas por participar en comportamientos privados, pacíficos y consensuales, o en actividades pacíficas que no violen los derechos personales o de propiedad de nadie.
Aunque puedan admirarlo como economista, los conservadores deberían prestar atención al consejo de Ludwig von Mises (1881-1973) cuando se trata de la cuestión de la libertad individual: “Un hombre libre debe ser capaz de soportar cuando sus semejantes actúan y viven” de otra manera que la que considere apropiada. Debe liberarse de la costumbre –en cuanto algo no le agrada– de llamar a la policía”.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko