La forma en que las naciones abordan la política exterior, incluida la guerra, cambia drásticamente con el tiempo. Parece que se está acelerando un cambio en la política exterior estadounidense o, tal vez, el cambio simplemente está llegando a la conclusión lógica de las políticas desarrolladas. Desde la década de 1990 ha habido un creciente interés en la relación entre la geopolítica, como las incursiones territoriales, y la geoeconomía, como las sanciones económicas.
Las anteriores son definiciones simplificadas de “geopolítica” y “geoeconomía”, las que son aplicadas específicamente a la política exterior o a la guerra; varias fuentes ofrecerían definiciones diferentes. Algunas “aclaraciones” en realidad confunden aún más el significado. El economista marxista Max Beer (1864-1943) intentó explicar los efectos de los mercados globales en la conciencia de la clase trabajadora; por ejemplo:
“Existe, de hecho, una interacción entre la materia y la mente. En esta interacción, las condiciones geoeconómicas son legislativas, la mente es ejecutiva; “Los factores materiales preceden, la mente sigue, interpreta, transforma los hechos externos en verdades lógicas y máximas éticas, y luego en motivos de las acciones del hombre … Sin embargo, ambos conjuntos de condiciones están tan estrechamente entrelazados entre sí, que podemos llamarlos condiciones geoeconómicas, teniendo siempre en cuenta, sin embargo, que los elementos económicos son los más activos y fluidos”.
Sin embargo, sean cuales sean las definiciones que se utilicen, éstos son términos que es probable que escuchemos con más frecuencia, y en los que se basarán las políticas. A menudo, las políticas serán justificadas con palabras tranquilizadoras, como “disuasión”, “patriotismo” y “estabilidad”.
En 2016, apareció del Council on Foreign Relations un influyente libro de los académicos: War by Other Means: Geoeconomics and Statecraft, de Robert D. Blackwill y Jennifer M. Harris. En el mismo es defendida una postura que es comúnmente escuchada. “Rusia, China y otros países, recurren ahora rutinariamente a medios geoeconómicos, a menudo como primer recurso, y a menudo para socavar el poder y la influencia estadounidenses … El campo de juego geoeconómico global se está inclinando claramente en contra de Estados Unidos y, a menos que ésto sea corregido, el precio en sangre y dinero para Estados Unidos sólo aumentará”. Blackwill y Harris sostienen que Estados Unidos debe fusionar los instrumentos económicos y financieros con su política exterior, o corre el riesgo de perder terreno como potencia mundial. Ésta es su definición de geoeconomía, y de la necesaria política de estado: la inclinación de la economía global para preservar el poder y la influencia de una nación en particular.
Un ejemplo concreto de este tipo de asociación es el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de los BRICS, cuyas bases del sistema financiero fueron establecidas hace unos diez años por los gobiernos de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Su propósito geopolítico era eludir la moneda por defecto del mundo (el dólar estadounidense), y el sistema bancario (Swift) que Estados Unidos y otras naciones occidentales estaban utilizando para obtener ventajas políticas. Otro ejemplo de actividad geoeconómica es la congelación de cientos de miles de millones de activos rusos en la Unión Europea, en respuesta a la invasión de Ucrania en 2022. Un propósito geopolítico era aplicar presión política sobre Rusia. Otro era financiar la guerra en Ucrania sin drenar la economía de la UE; ésto ya ha comenzado. Un titular en ABC News dice: “La UE envía los primeros U$S 1.600 millones de los activos rusos congelados a Ucrania”. Y así, las instituciones financieras están un paso más cerca de convertirse en extensiones prácticas de la política exterior.
En cierto sentido, el enfoque anterior de la política exterior es correcto. Existe una conexión íntima entre geopolítica y geoeconomía. Desafortunadamente, las conclusiones presentadas sobre esta conexión son desastrosamente erróneas. ¿Cuál es la conexión correcta?
A Charles Louis de Secondat, Baron de La Brède et de Montesquieu suele llamárselo simplemente Montesquieu. En su influyente libro El Espíritu de las Leyes, el filósofo político francés del siglo XVIII argumentó: “El efecto natural del comercio es conducir a la paz. Dos naciones [o individuos] que comercian entre sí, se vuelven mutuamente dependientes: si una tiene interés en comprar, la otra tiene interés en vender; y todas las uniones se basan en necesidades mutuas”. Este concepto es llamado “doux commerce” o “dulce comercio”, en el que un mercado global próspero es reconocido como un factor civilizador, que aumenta la prosperidad de todos los que participan en el mismo.
En cuanto a enfrentar deliberadamente a un hombre contra otro en nombre del patriotismo, como Blackwill y Harris parecen sugerir, Montesquieu escribió: “Si supiera de algo que podría servir a mi nación pero arruinaría a otra, no se lo propondría a mi príncipe, porque primero soy un hombre, y sólo después un francés … Soy necesariamente un hombre, y sólo accidentalmente soy francés”. Su humanitarismo era más fuerte que su preocupación por promover el interés propio de un gobierno.
La “guerra por otros medios” es un modelo diferente de interacción global, que busca fortalecer a un aliado o dañar a un enemigo sin recurrir al conflicto militar directo. La estrategia se opone diametralmente a la “guerra dulce”.
La “guerra por otros medios” suele ser una forma de guerra indirecta, ya que suele implicar aranceles, bloqueos u otras sanciones económicas. Los otros medios también incluyen la guerra indirecta convencional, como la propaganda y el espionaje, pero cada vez más incluye el establecimiento de relaciones geopolíticas y geoeconómicas.
No es posible señalar una fecha de inicio histórica de la “guerra por otros medios”, ya que estrategias como la de someter a un enemigo bloqueado por hambre, son probablemente tan antiguas como el propio conflicto humano. Sin embargo, la asunción de la presidencia por parte de Harry S. Truman tras la muerte de Franklin D. Roosevelt en 1945, es un momento importante. En aquel entonces, tanto el poder estadounidense como el comunismo global estaban en auge, y muchos estadounidenses veían a los soviéticos como “el nuevo enemigo definitivo”. La contención del comunismo se convirtió en el principal objetivo de la política exterior estadounidense. La Doctrina Truman (1947) y el Plan Marshall (1948) aceleraron enormemente la vinculación de la geopolítica y la geoeconomía. La Doctrina Truman estableció programas agresivos para contrarrestar al comunismo mediante estrategias como el soborno a los gobiernos y el apoyo a los regímenes proamericanos. El Plan Marshall transfirió enormes bloques de riqueza de Estados Unidos a las naciones del bloque occidental en Europa; se consideró que ésto contenía al comunismo, del que Truman creía que surgió de la pobreza. Así, desde 1947 hasta 1989, la llamada Guerra Fría sentó las bases para que la “guerra por otros medios” fuese incorporada a las políticas exteriores de varias naciones.
Una vez más, la visión de Truman de la paz y la estabilidad es completamente incompatible con la de Montesquieu; la existencia de un enfoque eventualmente destruiría al otro. Y el enfoque de Truman también dañaría a la sociedad civil de cualquier nación que lo adoptara. ¿Por qué? El Espíritu de las Leyes explica una razón principal: “El comercio es una cura para los prejuicios más destructivos; porque es casi una regla general que dondequiera que encontremos modales agradables, allí florece el comercio; y que dondequiera que haya comercio, allí encontramos modales agradables. No nos extrañemos, pues, de que nuestras costumbres sean ahora menos salvajes que antes. El comercio ha difundido por todas partes el conocimiento de las costumbres de todas las naciones; se las compara entre sí, y de esta comparación surgen las mayores ventajas”. Una nación que intenta preservar su poder e influencia globales mediante la estrategia de Blackwill y Harris, está en realidad caminando por el camino de la autodestrucción.
Algunas personas consideran que la geoeconomía es preferible a la geopolítica, porque busca el dinero en lugar de las armas. Pero un examen superficial desacredita esta posición. Por un lado, la elección no es entre dos malos escenarios –es decir, el dilema de saquear las economías o asegurarse ventajas a punta de pistola. Además, ambas opciones son tomadas hoy, porque operan en mutuo apoyo. La verdadera elección es la libertad, especialmente el “doux commerce” de individuos que intercambian valor por valor, y por lo tanto no necesitan sobornos ni balas.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko