Thursday, November 21, 2024
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Una disección rothbardiana de Javier Milei

Introducción

¿Odias al Estado? Javier Milei, el actual presidente de Argentina, parece que sí. «El Estado es una máquina de matar». «El Estado es una organización criminal». «Los impuestos son un robo». «Filosóficamente, soy anarcocapitalista». Estas son citas de Milei, un hombre que ofreció a Argentina una «verdadera opción liberal» (liberalismo clásico). Afirma ser un «liberal-libertario» y un admirador de Murray Rothbard (1, 2, 3). Ha dicho que es minarquista a corto plazo, pero dispuesto a abrazar el anarcocapitalismo a largo plazo.

Rothbard preguntó por qué en nuestro mundo estatista debería haber disputas políticas importantes entre anarcocapitalistas y minarquistas. «Podríamos marchar de la mano, si los minarquistas fueran radicales, como lo fueron desde el nacimiento del liberalismo clásico hasta la década de 1940. Devuélvanos a los radicales antiestatistas (…)». El propio Milei parece ser un radical antiestatista.

Un libertario puede ser no tan consistente como para ser anarquista (un anarcocapitalista), pero al menos debe ser un minarquista y un antiestatista que confronte radicalmente al statu quo estatista; tanto a nivel nacional como internacional, dado que un libertario defiende sus ideales para los pueblos de todas las naciones.

El libertarismo y la economía austriaca se han extendido más que nunca desde que Milei ganó la presidencia. Él y sus acciones han llegado a representar al libertarismo en la escena política global, por lo que es crucial promover una comprensión correcta del libertarismo y una evaluación adecuada de lo que está sucediendo en Argentina. También discutiré lo que Rothbard habría pensado de Milei. La teoría es insuficiente para esto. Será necesario hablar de Rothbard también como activista político y comentarista. Entonces, en el contexto de los escritos de Rothbard en los años 90, y los comentarios de Lew Rockwell, compararé a Pat Buchanan con Milei antes de que asumiera la presidencia. Buchanan fue el último político famoso que recibió el claro apoyo y estima de Rothbard en los últimos años de su vida.

Milei y Buchanan

Cuando la Unión Soviética colapsó, a Rothbard le pareció necesario repensar las bases de la política estadounidense. Sin embargo, no se efectuó ningún replanteo entre los formadores de la opinión estadounidense o incluso mundial. La política exterior estadounidense continuó como si la Guerra Fría nunca hubiese terminado. Buchanan, los paleos y otros, instaron a que la intervención estadounidense se guiara por el interés nacional. Pero entonces, la alianza de progesistas y neoconservadores pretendió ponerse de acuerdo y redefinió el propio interés nacional.

Habiendo liderado el movimiento contra la Guerra del Golfo, Buchanan se ganó el respeto de Rothbard. Rothbard esperaba que él liderara una ruptura con el conservadurismo convencional, y apoyara un programa contra el Estado de bienestar y el belicismo del gobierno estadounidense. Rothbard se mostró entusiasmado con sus discursos y sus llamamientos al regreso de las tropas. Fue bueno por parte de Buchanan oponerse a que Rockefeller rescatara a México, pero no debería haber rechazado el pensamiento de libre mercado de Rothbard. El realismo político de Rothbard, como escribió Rockwell, «lo llevó a examinar todos los programas y planes mediante una única prueba de fuego: esta persona o política, ¿nos acercará o nos alejará del objetivo de la libertad?» Rockwell también señaló que muchos veían en Buchanan la encarnación política del «paleoísmo», movimiento intelectual que aliaba a los paleoconservadores (conocidos por su supuesto no intervencionismo y su defensa del localismo) y los paleolibertarios (término utilizado durante varios años para diferenciar a los libertarios que se preocupaban por detener la consolidación federal y el imperialismo estadounidense, de aquellos que no lo hicieran). Los unía su oposición al Estado de bienestar y el belicismo de los neoconservadores que dominaban la derecha.

Rothbard señaló que la clase dominante quiere adormecer a las masas, y quiere un «tono mesurado, juicioso y blando», no un Buchanan —«no sólo por la emoción y la dureza de su contenido, sino también por su tono y estilo similares»— o un Milei. Buchanan se enojaba a menudo, al igual que Milei (1, 2). Y dado que Buchanan no sólo era un derechista, sino que provenía de un grupo etiquetado como opresor (blanco, hombre, católico irlandés), su ira, según Rothbard, nunca podía ser vista como una ira justa.

El establishment estadounidense progresista y neoconservador, y especialmente la facción kirchnerista-peronista del establishment argentino, han estado igualmente dispuestos a atacar vilmente a Buchanan y Milei. Aunque Milei no siempre se ha sentido cómodo con la etiqueta de derecha —de hecho, la rechazó durante años (1, 2)— se acostumbró a asociarse con la derecha desde que ingresó a la política.

En opinión de Rothbard, Buchanan era un auténtico portavoz derechista, que había logrado escapar del anatema neoconservador que había llegado a liderar el movimiento conservador más amplio. Aun así, una vez terminada la Guerra Fría, el movimiento estaba mutando. La National Review ya no monopolizaba el poder en la derecha. Por todas partes estaban surgiendo nuevos derechistas, jóvenes y otros; Buchanan por un lado, paleos por otro. Rothbard se alegraba: «¡La derecha original y todas sus herejías han vuelto!» Pero la derecha original nunca había utilizado el término «conservador». Rothbard explicó dos problemas principales: (1) connota la preservación del statu quo; y (2) «se remonta a las luchas en la Europa del siglo XIX; y en Estados Unidos las condiciones e instituciones han sido tan diferentes, que el término es seriamente engañoso». Además, no elegir el término sirvió para separar a los libertarios del movimiento conservador oficial que había sido tomado en gran medida por los enemigos del libertarismo.

Cuando Israel y su amplio «rincón amén» —como lo llamó Buchanan— hacían sonar los tambores por la destrucción de Irak, el derrocamiento de Saddam Hussein y más, Buchanan se distinguió como el crítico más prominente de la guerra de Irak, llamando a la vuelta del no intervencionismo de la vieja derecha. Para Rothbard, no fue casualidad que la Liga Antidifamación (ADL) «aprovechara las duras críticas de Buchanan a los halcones de la guerra, para dar rienda suelta a su expediente, emitir y hacer circular ampliamente un comunicado de prensa, calumniando a Buchanan como antisemita, que luego fue utilizado como material para una campaña de prensa extraordinariamente extensa contra Buchanan». Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la ADL adoptó una estrategia clave: «ampliar su definición de antisemitismo para incluir cualquier crítica contundente al Estado de Israel». La ADL y el resto del antiantisemitismo organizado habían formado «una poderosa guardia pretoriana centrada en los intereses y la seguridad israelíes». Saddam Hussein no era una amenaza para Estados Unidos, pero sí planteaba una amenaza para Israel. El resto es historia.

Al definir el antisemitismo, Rothbard ofreció una definición personal de alguien que odia a todos los judíos, una definición política de alguien «que propugna que se impongan discapacidades políticas, legales, económicas o sociales a los judíos». Para él era obvio que Buchanan nunca podría caer bajo esa etiqueta. En lugar de trivializar el antisemitismo, estas definiciones aclaraban la cuestión y demostraban que era prácticamente inexistente en Estados Unidos. Por lo tanto, era simplemente una vil calumnia llamar antisemita a Buchanan, un intento de difamar a un líder político que no se adhería a lo que Rothbard llamó «la victimología del lobby Israel Primero». Sea como fuera, Rothbard veía en Buchanan a un hombre que no se doblegaría ante la extorsión victimológica de neoconservadores y progresistas.

Aparte de algunos intercambios con ciertas personas que ahora están de regreso en su equipo, Milei no es el tipo de hombre que se inclina ante los críticos y oponentes políticos. No siempre ha tenido razón, pero se ha mantenido firme frente a difamaciones, críticas y presiones recurrentes de diversos sectores en Argentina. Sin embargo, Milei ha respondido a algunas personas que lo han llamado nazi, demandándolos por el «delito» de banalizar el Holocausto. Al exigir compensación a personas que no han violado sus derechos de propiedad, Milei busca injusticia. Ningún libertario debería recurrir al aparato represivo del Estado para castigar a otros en tal caso. No obstante, llamar nazi a Milei era absurdo: se trata de un divulgador de ideas libertarias, que ha demostrado un notable aprecio hacia el pueblo judío y el judaísmo durante muchos años.

Volviendo a los años 90, después de denunciar a Hillary Clinton en un discurso, Buchanan señaló que ella había comparado la institución del matrimonio con la esclavitud. Créalo o no, la opinión de Milei es tan negativa como la de Hillary Clinton. Ha criticado esta institución social durante años (1, 2, 3), y ha llegado a llamarla «una institución aberrante». Mientras tanto, Rothbard escribió que la monogamia «puede ser demostrada como absolutamente la mejor forma de matrimonio para desarrollar las características emocionales de la personalidad humana, y también para la crianza de los hijos».

Buchanan denunció la «agenda de Clinton y Clinton» de feminismo radical, aborto a pedido, «derechos de los homosexuales», discriminación contra las escuelas religiosas, y envío de mujeres al combate. En 1991, Buchanan arremetió con una de las mejores respuestas a las quejas sobre el predominio de senadores varones que Rothbard jamás haya escuchado: «Muy bien, ¿por qué algunos de ustedes, los grandes y gordos progresistas [hombres] no renuncian y no consiguen que se nombren mujeres?» Milei lleva mucho tiempo chocando con las feministas. En un debate presidencial, respondió a su contendiente sobre la histeria de la brecha salarial de una manera que a Rothbard le habría gustado: «Si tuviera razón, y los malditos capitalistas explotadores a los que usted hace alusión, que solo quieren ganar dinero (…) tendría que entrar en una empresa y deberían ser todas mujeres».

En las elecciones de 1992, Buchanan afirmó: «Hay una guerra religiosa en marcha (…) Es una guerra cultural (…) Y en esa lucha por el alma de Estados Unidos, Clinton y Clinton están del otro lado, y George Bush está del nuestro». Rothbard respondió: «¡Sí! ¡Sí!» Para él, la orgía de odio hacia Buchanan, a la que pronto se entregaron los medios, demostró que su discurso fue correcto. Y fue Buchanan el único, de todos los asistentes a ambas convenciones, quien mencionó uno de los acontecimientos decisivos de 1992, los disturbios en Los Ángeles. Buchanan habló sobre cómo las tropas federales recuperaron las calles y proclamó: «Debemos recuperar nuestras ciudades (…) nuestra cultura, y recuperar nuestro país». Rothbard respondió nuevamente: «¡Sí, sí, sí!» Así, vemos por qué Buchanan «llevó a los progresistas al frenesí». No era sólo la «guerra» sino la recuperación, «el llamado de trompeta a volverse abierta y gloriosamente reaccionario».

De manera similar, Milei ha predicado sobre una batalla cultural, y una vez dijo que ser un liberal clásico significa quemar la actual y sucia constitución argentina, y volver a la constitución de 1853. A Rothbard le habría complacido mucho la batalla cultural de Milei y su lado reaccionario en general.

Durante su candidatura a la presidencia en 1992, Buchanan fue denunciado por traicionar a la administración republicana y a Bush. Los paleos apoyaron con entusiasmo a Buchanan en las primarias. Después de su derrota, Buchanan se pronunció a favor de la reelección de Bush, y los paleos y Rothbard hicieron lo mismo. Rothbard no apoyó a Bush en un sentido absoluto; nadie había denunciado más a Bush por sus guerras y aumentos del poder federal. Lo apoyó como una mejor alternativa frente a Bill Clinton. Rothbard sabía que un cambio de estrategia nunca significaba un cambio de principios, sino sólo de método –sus puntos de vista fundamentales eran siempre los mismos. No pasó por «períodos» reales, dijo Rockwell, «sino que alteró sus estrategias, énfasis y asociaciones según lo que requerían los tiempos y las circunstancias». Su objetivo siempre fue una promoción de la libertad basada en principios. Sin embargo, los mismos neoconservadores y conservadores oficiales que habían denunciado a Buchanan, apuñalaron a Bush por la espalda y se pusieron del lado de Clinton. En respuesta, Rothbard preguntó: «¿Qué estrategia fue más honorable? ¿O más defendible a largo plazo?»

Con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) sobre la mesa, la línea Clinton-Bush argumentó que el NAFTA promovía, y de hecho era indispensable para, «el hermoso concepto de libre comercio, que se había convertido en un artículo de fe republicana conservadora durante la administración Reagan». En su característico estilo irónico, Rothbard escribió que la «única oposición» al NAFTA «provino de una alianza de proteccionistas confundidos o, más probablemente, malvados (…) Peor aún, fueron sus aliados los proteccionistas, xenófobos, racistas, sexistas y heterosexistas llenos de odio, como Pat Buchanan». Pero Buchanan desconcertó a las fuerzas pro-NAFTA al señalar que los librecambistas puristas —como Rockwell, el propio Rothbard y el Instituto Mises— se oponían al NAFTA porque era una medida de libre comercio falsa, que acumulaba numerosas nuevas restricciones gubernamentales al comercio. Además, añadía restricciones internacionales e intergubernamentales, que serían impuestas por nuevas agencias que no rendirían cuentas a ningún votante de ninguna nación. Aunque Buchanan era efectivamente un proteccionista, su oposición al NAFTA lo puso nuevamente en desacuerdo con el establishment bipartidista.

Irónicamente, dado su compromiso declarado con las ideas del libre mercado, Milei apoyó la idea de que Donald Trump, otro proteccionista, era en realidad un amigo del libre mercado (1, 2). Más allá de explicar los males de una unión aduanera como el NAFTA, Milei omitió la verdad sobre el NAFTA 2.0 de Trump. Si bien «romper» el NAFTA —como quería hacer Trump según Milei— habría sido maravilloso para el libre comercio, esto sólo podía suceder si realmente se eliminara la unión aduanera. En realidad, Trump estaba intentando reemplazar al NAFTA con un nuevo acuerdo del mismo estilo. El USMCA entró en vigor en Julio de 2020 e incluía, al igual que el anterior NAFTA, a Estados Unidos, México y Canadá. La posición de Trump sobre China también era proteccionista, pero Milei la defendió, incluso excusando el aumento de aranceles.

Según Rockwell, en 1995 Rothbard ya estaba harto, y advirtió que el proteccionismo de Buchanan «estaba mutando en una fe integral en la planificación económica». En la batalla entre el poder y el mercado, como lo demuestran la mayoría de los escritos posteriores de Buchanan, él estaba cada vez más del lado del poder. Para Rockwell y Rothbard, era hora de seguir adelante.

Sin embargo, Rothbard nunca pareció perder la esperanza en Buchanan. En un artículo publicado en febrero de 1995 hablando de las elecciones de 1996, todavía creía que Buchanan quería recuperar a Estados Unidos «para la vieja cultura y la antigua república», y que era uno de los pocos candidatos —si no el único— que no estaba controlado por los Rockefeller ni los neoconservadores y que adoptaría una posición paleo y pro-estadounidense de principios. Lo importante para los paleos era encontrar lo antes posible a alguien «que lidere y desarrolle la causa y el movimiento del populismo de derecha, para elevar el estándar de la vieja república, libre, descentralizada y estrictamente limitada». Para Rothbard, Buchanan tenía la oportunidad de liderar la causa, y todavía tenía «los principios y la inteligencia para hacerlo». Rothbard, no obstante, se preguntaba: «¿Tiene la voluntad?»

Milei y el populismo de derecha de Rothbard

El activismo paleolibertario de Rothbard nos dio una estrategia populista para la derecha. Mutatis mutandis, resumiremos los ocho puntos de la estrategia de Rothbard, y otorgaremos a la campaña presidencial de Milei los cuatro siguientes: (1) recortar drásticamente impuestos, (3) abolir los privilegios de grupo, (4) aplastar a los criminales y (6) cerrar el banco central de Argentina. ¿Qué pasa con los otros cuatro?

(2) Recortar drásticamente el Estado de bienestar. Esto no se logra manteniendo los programas de asistencia social y proponiendo cambiar el financiamiento de la atención médica y la educación hacia el financiamiento de la demanda (1, 2). En cuanto a la educación, Milei ha abogado por un sistema de vouchers (1, 2), pero Rothbard se opuso a tales sistemas porque tienden a infiltrarse en otros mercados, incluidos el de la vivienda y el de la alimentación. Para Rothbard, los vouchers no eran más que «una forma de Estado de bienestar ligeramente más eficiente y libre, y sería especialmente pernicioso desviar energías libertarias para consagrar y santificar a ese Estado».

(5) Deshacerse de los vagabundos. Un plan a largo plazo para sacar a la gente de la asistencia social no es suficiente, porque la asistencia social incentiva a la gente a permanecer en ella. Milei incluso llamó a los beneficiarios de asistencia social «víctimas de injusticia», pero la mayoría de las personas no están obligadas a recibir asistencia social. En cualquier caso, aparte de los agentes estatales, quienes viven total y voluntariamente del trabajo ajeno, son los que están más lejos de ser víctimas del Estado.

(7) Argentina primero. Nadie que apoye la narrativa imperialista de Washington (1, 2) (pro-OTAN, pro-Ucrania y pro-Israel) puede ser un verdadero antiglobalista y no intervencionista, pero la política exterior de Milei para su eventual presidencia fue anunciada en tales términos.

(8) Defender los valores familiares. Los valores familiares sólo pueden ser defendidos recortando drásticamente los programas de bienestar social, de modo que el Estado no asuma la responsabilidad de las familias, y manteniendo el matrimonio como una institución fundamental.

Milei abogó por el derecho a portar armas durante años (1, 2, 3), pero suavizó su postura antes de las elecciones, y declaró que el asunto no formaba parte de la campaña, ni siquiera de su plataforma. No dejó de lado sus planes de combatir el crimen en las calles, pero su propuesta oficial para el punto (4) no era muy fuerte ni radical para un llamado libertario.

Milei y el aborto

Rothbard estaba a favor del derecho a decidir. Milei es provida. Si bien Milei siempre ha recibido un apoyo sustancial de la derecha religiosa provida, y propuso en su campaña resolver la controversia a nivel nacional mediante un referendum, Rothbard creía en una coalición entre los libertarios proelección y la derecha religiosa provida. Dado que, de todos modos, el libertarismo está en contra de la atención sanitaria financiada por los contribuyentes, y dado que «es particularmente monstruoso» obligar a quienes detestan el aborto a pagarlo, propuso una unión de los proelección con los providas «en defensa de la libertad de los contribuyentes de elegir, y de los ginecólogos, los que están bajo creciente presión por parte de los proabortistas para que cometan abortos, o que se atengan a las consecuencias».

Rothbard presentó una «consideración prudencial» para este enfoque. Explicó que «una prohibición de algo como asesinato no será ejecutable si sólo una minoría lo considera como asesinato». Por esta y otras razones, aunque consideraba legítimo el derecho al aborto, su mensaje (paleo)libertario a los provida fue dejar de intentar aprobar una enmienda constitucional, y en su lugar trabajar para descentralizar radicalmente las decisiones políticas y judiciales, acabar con el despotismo de la Corte Suprema y el poder judicial federal, «y devolver las decisiones políticas a los niveles estatal y local». Rothbard sabía que pedir esto significaba renunciar a que el gobierno federal protegiera ese derecho, pero era más importante deshacerse de la tiranía judicial federal.

La analogía argentina sería la siguiente: que Córdoba y Formosa restrinjan o prohíban el aborto, y que Buenos Aires y San Luis no lo hagan. Si algún día hay localidades dentro de cada provincia que toman tales decisiones, entonces el conflicto se desactivará en gran medida. Quienes quieran realizarse abortos, pueden viajar a San Luis (o al municipio de Candelaria) o Buenos Aires (o al municipio de Lanús). El agravio feminista de que las mujeres pobres no tendrían dinero para viajar, es un argumento redistribucionista, y la agenda de los proabortistas organizados a favor de la medicina socializada y el colectivismo se volvería aún más clara.

Milei y Trump

Que Trump era un proteccionista ya era de conocimiento común antes de que Milei acusara a los libertarios de ser «funcionales» a la izquierda por criticar la guerra comercial de Trump. Pero si eso no fuera suficiente, cuando en septiembre de 2023 Tucker Carlson le preguntó a Milei qué consejo le daría a Trump, Milei dijo:

 

Que continúe con su lucha en contra del socialismo, porque es uno de los pocos que entendió cabalmente que la pelea es contra el socialismo, que la pelea es contra los estatistas. Y comprendió perfectamente que la generación de riqueza proviene del sector privado (…) Entonces me parece que, desde mi pequeño lugar, lo único que podría decirle es que redoble los esfuerzos en la misma dirección de defender las ideas de la libertad y de no darle tregua ni un solo segundo a los socialistas.

Sin embargo, Trump fue el presidente que paralizó la sociedad estadounidense por una gripe manejable, y desató una crisis destructiva que afectó las vidas de millones. Hizo poco para liberar a Estados Unidos de sus programas socialistas de bienestar, sus planes para reducir el gobierno federal siempre fueron débiles a pesar de su notable retórica antisocialista, y sus desregulaciones fueron, en el mejor de los casos, modestas. No perdonó a Assange ni a Snowden, y los sospechosos habituales —los CDC, la FDA, la NSA, etc.— salieron ilesos de su presidencia. En resumen, Trump fue absorbido por el Estado profundo que denunciaba. Si bien Trump implementó recortes sustanciales del impuesto a la renta personal y corporativo, luego impuso miles de millones en aranceles a las importaciones chinas. Su guerra comercial costó mucho a los consumidores estadounidenses, y cuando China comenzó a imponer sus propios aranceles en represalia, rescató —con miles de millones de dinero de los contribuyentes— a los agricultores estadounidenses, a quienes les resultaba cada vez más difícil exportar. Sus aranceles no sólo constituyeron nuevos impuestos, sino también una política de selección de ganadores y perdedores en la economía.

La administración Trump no inició nuevas guerras, pero estuvo más cerca de librar otras que de ponerles fin. Bombardeó Afghanistan, Siria, Somalia e Irak, llevó a cabo operaciones especiales en el norte de África, y promovió el fortalecimiento naval en el Pacífico. Trump incluso vetó el fin de la ayuda militar a la guerra saudita en Yemén. El gasto militar aumentó notablemente durante su presidencia, favoreciendo así la expansión del complejo militar-industrial. En última instancia, Trump no fue más que otro belicista en jefe del imperialismo, la OTAN y el sionismo.

En resumen, Trump tiene tanta sangre en sus manos, y estatismo en sus venas, como la mayoría de los presidentes estadounidenses. ¿Cómo puede un «antiestatista» mostrar tal devoción hacia Trump? Si no sospechosas, las opiniones de Milei son desconcertantes. En lugar de promover a verdaderos libertarios para la presidencia, no sólo promueve a Trump, sino que también lo defiende y elogia con argumentos libertarios y de economía austriaca.

Milei, el sionismo y el imperialismo estadounidense

Milei demostró su compromiso con el sionismo cuando menos tan temprano como en junio de 2022, cuando prometió trasladar la embajada a Jerusalén si ganaba. En su visita a Israel como presidente, Netanyahu consideró a Milei «un gran amigo del Estado judío», y se mostró encantado con su decisión sobre Jerusalén. Netanyahu dijo que ambos «defienden» los mercados libres, pero debe haber olvidado que un mercado libre de tierras es casi inexistente en Israel, y que el gobierno israelí interfiere con el comercio en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Israel ha oprimido a los palestinos de casi todas las formas imaginables durante décadas, y el ataque a Gaza que comenzó en octubre de 2023, ha resultado en la masacre de decenas de miles de personas inocentes, con el pretexto de defenderse de un grupo terrorista.

En primer lugar, los ataques a Israel suelen ser respuestas a la política exterior israelí. El conflicto no comenzó en 2023; hay una historia detrás. Sin embargo, además de sostener «el derecho de Israel a la legítima defensa», en marzo de 2023 Milei dijo que el ataque de Hamás requiere «respuestas ejemplificadoras», y afirmó que todo lo que Israel está haciendo, está «dentro de las reglas del juego»; que «Israel no está cometiendo ni un solo exceso, pese a los excesos cometidos por los terroristas de Hamás».

¿Cómo podemos defender a Milei, cuando miles de niños —los que, por definición, no son combatientes— han sido asesinados por las Fuerzas de Defensa de Israel? ¿Cómo habría respondido Rothbard a Milei? Como mínimo, respondería como lo hizo ante los líderes judíos estadounidenses en 1982:

Y así los líderes judíos americanos consideran que su papel es apoyar al Estado de Israel contra viento y marea. ¿Cuántas muertes se necesitarían? ¿Cuántos asesinatos? ¿Cuánta matanza de inocentes? ¿Hay algunos actos concebibles que desanimarían a los líderes judíos americanos, que haría que estas personas detuvieran sus eternas disculpas por el Estado de Israel? ¿Algún acto en absoluto?

Si matar a los no nacidos es una aberración, ¿considera entonces Milei excesivo matar a niños completamente formados? Hoy, en medio del genocidio de Israel contra los habitantes de Gaza, crímenes de guerra consecutivos y ataques aéreos en el Medio Oriente —todo con la complicidad del gobierno de Estados Unidos— Rothbard, quien siempre defendió la resistencia palestina y su derecho a su tierra, aborrecería las palabras de Milei y lo consideraría un fraude indefendible. Mientras tanto, Milei ha recibido elogios, premios y celebración de organizaciones judías, autoridades israelíes y otros (1, 2, 3).

No debe sorprender que, para Milei, comprender «el vínculo entre la libertad e Israel es fundamental», porque se trata de un pueblo que ha logrado «la conjunción de lo espiritual y lo material». Y cuando se le preguntó en mayo de 2024 sobre las protestas en las universidades estadounidenses a favor de Palestina, Milei respondió que encuentra «aberrante el comportamiento antisemita» que ocurre en las universidades, y afirmó que está en «el lado correcto de la historia» (de Estados Unidos, Israel y Occidente), y que ellos utilizarán «todos los recursos» para defenderse de los terroristas.

En febrero de 2022, Milei dejó claras sus opiniones sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. Tras denunciar en televisión la «vocación totalitaria de Putin», se pronunció a favor del «mundo libre» y en contra de quienes están en contra de la libertad. Criticó al gobierno argentino por no aprovechar la oportunidad para condenar la invasión rusa a Ucrania, y por su «falta de comprensión de cómo funciona el mundo». Y continuó diciendo: «No hago tratos con asesinos, dije que no con China, no con Corea del Norte, no con Rusia, no con cualquiera que no respete el mundo libre».

Pero desde el reinado de Putin en el poder, el imperialismo estadounidense-sionista ha asesinado a millones y desplazado a muchos más al librar la guerra en Medio Oriente. Milei continuó con «una cuestión moral» sobre la guerra: «Cuando lo que está pasando está mal, no puedes adoptar una posición neutral, porque eres cómplice; o sea, si ves —por favor, este es sólo un ejemplo— que Tato le estuviera pegando a Florencia, vos tenés que salir a defender a Florencia, porque sabes que eso está mal».

Rothbard habría respondido que la posición libertaria es lo opuesto al intervencionismo, es decir, el no intervencionismo. Cuando el poder del Estado crece y cruza las fronteras nacionales hacia otros Estados, «esta es la contraparte extranjera de la agresión interna contra la población interna». Sin embargo, el libertarismo consiste en minimizar el poder del Estado tanto como sea posible (hasta cero), y el no intervencionismo es la expresión en asuntos exteriores del objetivo interno de reducir este poder. Rothbard veía estas dos partes como unidas y habría visto problemas en las posiciones de Milei.

Milei presume que si ves a Tato dándole una paliza a Florencia, debes apresurarte a defenderla. Pero podría haber circunstancias atenuantes: Florencia podría haber golpeado al hijo de Tato, y Tato podría estar tomando represalia; es decir, Florencia podría haber iniciado la pelea, lo que sólo podría conocerse a través de una investigación histórica de la relación entre Florencia y Tato. Milei supone que los Estados ruso y ucraniano poseen legítimamente el territorio que pretenden. Si Rusia invade a Ucrania, el agresor ruso tomará el territorio ucraniano; propiedad legítima del Estado ucraniano. Pero según los libertarios, los Estados no tienen ninguna propiedad legítima. Ningún gobierno posee adecuada y justamente toda la superficie terrestre del país; la tierra debe ser propiedad adecuada y justa de individuos. Los Estados no tienen ningún derecho justo. Si el Estado ruso cruza la frontera y lucha contra el Estado ucraniano, esto por sí solo no convierte al Estado ruso en un agresor más que el Estado ucraniano. Ambos son agresores de sus poblaciones sometidas. La idea de que cada gobierno debería defender a Ucrania, implica la escalada global de un conflicto local, y una ampliación de la agresión original.

A medida que más gobiernos entren en la lucha para defender Ucrania, más inocentes serán asesinados, obligados a pagar impuestos y reclutados. Minimizar la agresión en las guerras significa que ningún Estado «entre en ningún conflicto —con suerte, que ningún gobierno entre en guerra con ningún otro gobierno— y, si algún gobierno va a la guerra, que la tercera, cuarta y quinta partes mantengan las llamas apagadas». Además, dado que las fronteras de los Estados no son una propiedad justa, y siempre han sido el resultado de conquistas anteriores, el Estado «agresor» podría tener un reclamo más justificable que el Estado «víctima».

El mismo día de su aparición televisiva en la que habló sobre el conflicto Rusia-Ucrania, Milei publicó un mensaje en su cuenta de Twitter (ahora X). Se refirió al «Concierto de las Naciones Democráticas del Mundo», amenazado por el avance militar del «autoritarismo colectivista», y continuó:

Aquellos que defendemos sin titubeos un modelo de Sociedad Abierta y Libre debemos unir fuerzas en favor de una estrategia efectiva para enfrentar a los enemigos de la Libertad (…) No hay margen para que los Líderes del Mundo Libre se detengan en debates estériles y paralizantes.

En 2020, Milei expresó su preocupación por tener un presidente estadounidense «débil» en el poder, en un mundo que es «un polvorín». Luego dijo: «Casi diría que la caída de Trump sería poner en peligro a la civilización occidental». Pero son los aliados de Milei quienes están esparciendo barriles de pólvora por todo el mundo.

En lo que respecta a las relaciones internacionales, en un debate presidencial, Milei mostró el conocido discurso democrático del imperialismo estadounidense, diciendo:

He señalado sistemáticamente mi alineación con Estados Unidos, con Israel y con el mundo libre (…) Como Estado, no estoy dispuesto a plantear relaciones con aquellos que no respetan la democracia liberal, que no respetan las libertades individuales (…) y (…) la paz.

De hecho, esta noción de un mundo libre deriva inequívocamente de la propaganda de la Guerra Fría del imperialismo estadounidense. La política exterior del presidente Milei es una declaración clara para el mundo. En menos de cinco meses, Argentina adquirió veinticuatro aviones F-16 para su fuerza aérea, anunció una base naval conjunta con Estados Unidos, y solicitó unirse a la OTAN como socio global.

Las ideas importan. El predominio de unas ideas sobre otras puede tener consecuencias fatales. Rothbard consideraba que la guerra y la paz eran los asuntos más importantes. Lo que también es significativo, más allá de si la administración de Milei envía tropas, armas o dinero para ayudar a la OTAN, Ucrania o Israel, es que el «libertario» más famoso del mundo no favorece la gran causa libertaria de la paz.

Tres décadas después, las palabras de Rothbard siguen siendo tan relevantes como siempre:

Pero lo que anima ante todo a los neoconservadores, es la política exterior. La estrella dominante y constante de esa política exterior es la preservación y el engrandecimiento —por encima de cualquier otra consideración— del Estado de Israel, la «pequeña democracia en Medio Oriente». En consecuencia, favorecen la ayuda exterior masiva, especialmente al estado de Israel, y a Estados Unidos como la fuerza dominante en un Nuevo Orden Mundial, que combatirá la «agresión» en todas partes e impondrá la «democracia» en todo el mundo, siendo la clave de esa «democracia» no tanto votaciones y elecciones libres como erradicar las «violaciones de los derechos humanos» en todo el mundo, en particular cualquier expresión, real o imaginaria, de antisemitismo.

Milei y la guerra contra las drogas

En 2022, a Milei le preguntaron: «¿Qué postura tiene respecto del asunto de las drogas y el narcotráfico?» Respondió que los vicios no son delitos, y luego recordó al periodista que no vivimos bajo el anarcocapitalismo. Hay un Estado de bienestar, y esa es «la clave», según Milei. Legalizaría todo el mercado de las drogas sólo si no existiera un Estado de bienestar dedicado a la atención sanitaria. A lo largo de los años (1, 2) ha tratado de justificar su continuación de la guerra contra las drogas en estos términos:

La cuestión depende de si uno soporta los costos de sus decisiones. Si todo el mundo paga la factura, no se puede estar a favor de la liberalización, porque transfiere los costes a la sociedad y genera un problema de free rider. Por lo tanto, si hay un Estado de bienestar, y te drogas y alguien más tiene que pagar la cuenta, la cosa cambia. Que sea problema de cada uno, pero si lo vas a hacer con el bolsillo de otro, pues no.

En primer lugar, a nadie se le niega atención médica financiada con impuestos debido a un comportamiento irresponsable, incluidos aquellos adictos a drogas ilegales. En segundo lugar, los consumidores netos de impuestos no pagan ninguna factura. Lo que Milei no explica claramente es que el sistema de salud financiado con impuestos redistribuye el costo total en detrimento económico de los más responsables con su salud, y beneficia a los más irresponsables, ya que socializa los costos de las conductas poco saludables. Además, la postura de Milei contra las sustancias ilegales abre la puerta a criminalizar cualquier sustancia que tenga un costo social relacionado con su consumo. Reconocer que los vicios no son crímenes es realmente la clave, pero también es la razón por la que su postura es aún más contradictoria. Por supuesto, es injusto verse obligado a pagar por la salud de otra persona. Pero lo que debería seguir es la abolición del sistema en cuestión, no castigar el comercio de determinadas sustancias.

Milei y la crisis del covid

Durante la crisis del covid, Milei se mostró escéptico sobre las vacunas (1, 2), pero finalmente cedió y se vacunó por motivos laborales. Se había opuesto antes a la vacunación obligatoria contra el covid, y continuó haciéndolo después de vacunarse. También se opuso a los certificados covid como los impuestos en Europa, comparándolos con la práctica nazi de marcar a los judíos. Milei incluso fue duramente crítico con las autoridades nacionales por vacunar a menores contra el covid. Cuando comenzaron las medidas draconianas en Argentina, Milei defendió los confinamientos, pero en menos de un mes se opuso, calificándolos como «cuarentena cavernícola». Llegó a convertirse en un buen luchador contra la locura del covid en general. Entonces, ¿no prueba todo esto que es un libertario? No necesariamente. Quizá miles de millones de personas en todo el mundo se opusieron a la locura del covid, no se dejaron aplicar ninguna vacuna, y estaban en contra de los confinamientos y los certificados covid; pero ningún libertario serio pensaría jamás que todas estas personas querían abolir el Estado o reducirlo radicalmente. Milei sólo demostró ser libertario en este asunto en particular.

Milei y el programa planificado por la libertad

Antes de las elecciones, el plan de reformas de Milei presentado en 2022 se estructuró en tres generaciones de reformas, las que serían implementadas en una secuencia específica. En la primera generación, prometió una fuerte reducción del gasto público y de los impuestos, mayor flexibilidad para futuros contratos laborales, libre comercio unilateral, desregulación y más. El banco central iba a ser liquidado. La segunda generación incluía reformas de las pensiones y del bienestar social; privatizar las pensiones, por un lado, y reestructurar el bienestar para incentivar el empleo, por el otro. La tercera generación incluía reformas en salud y educación.

Los libertarios, sin embargo, todavía tienen mucho que aprender de Rothbard, quien habló de una peligrosa tentación en la tendencia de algunos libertarios a parecer «realistas» al idear algún tipo de plan organizado para la destatización. El punto crucial no es el número de años, sino la idea de establecer cualquier tipo de programa planificado de transición hacia la meta de la libertad. El problema con tal plan, diría Rothbard, es que implica que no se deben tomar medidas específicas hasta que se tomen otras. Esta es la trampa del «gradualismo-en-teoría». Los planificadores caerían en una posición que parecería oponerse a cualquier paso más rápido que el planeado hacia la libertad. De hecho, ¿por qué no aplicar un ritmo aún más lento?

Pero hay otro grave defecto en la idea de un plan integral hacia la libertad: la propia naturaleza abarcadora del programa, dijo Rothbard, «implica que el Estado no es realmente el enemigo común de la humanidad, que es posible y deseable utilizar al Estado para diseñar un ritmo planificado y mesurado hacia la libertad». En contraste, la idea de que el Estado es el principal enemigo de la humanidad, conduce a una perspectiva estratégica muy diferente: que los libertarios «deben presionar y aceptar con prontitud cualquier reducción del poder o actividad del Estado, en cualquier frente. Cualquier reducción de este tipo en cualquier momento debería ser una bienvenida disminución del crimen y la agresión». Los libertarios no deberían utilizar al Estado para embarcarse en un curso mesurado de destatización, sino que deberían eliminar todas las manifestaciones de estatismo cuando y donde puedan.

Milei y las posibilidades de la privatización

Aunque las privatizaciones aún no han llegado, la línea aérea estatal está en la agenda. La empresa fue renacionalizada en 2008, lo que obligó a los contribuyentes a apuntalar una aerolínea que ha sido rescatada directamente por el gobierno desde 2021. Para una verdadera privatización, se deberían abolir todas las regulaciones que prohíben la competencia, y todos los impuestos en la industria; y si no se llega a esto, debería venir con desregulación y menos impuestos. Milei ha propuesto entregar las acciones de la empresa a sus empleados, transfiriéndoles así la propiedad. Serían responsables de la empresa o venderían sus acciones. Si bien este puede ser el método más conveniente hacia la privatización en un país en el que los sindicatos tienen tanta influencia y poder para negociar, no es un curso de acción justo.

Según el principio de ocupación, los activos pertenecen a quienes han trabajado en ellos, pero la línea aérea no habría sido posible sin la agresión inicial contra la propiedad de los contribuyentes. El gobierno es legalmente propietario de la línea aérea, pero esa propiedad no es justa. En cuanto a los trabajadores, su único reclamo posible se refiere a sus salarios, e incluso estos y todos los demás costos involucrados en el funcionamiento de la línea aérea, son financiados principalmente por los contribuyentes. De hecho, hacer lo que propone Milei constituiría un atropello moral. Rothbard afirmaría que el principio de privatización que debería tener prioridad dondequiera que se aplique, requeriría que el gobierno «devuelva toda la propiedad robada y confiscada a sus propietarios originales o a sus herederos», porque los derechos de propiedad implican sobre todo restituir los bienes robados a sus dueños originales. Sólo aquellos que han sido agredidos para financiar a la línea aérea tienen derecho justificable a la restitución.

Si es posible, la propiedad legal de los factores socializados de producción debe siempre ser restituida a los propietarios privados expropiados o a sus herederos. Pero en este caso, aunque sabemos que los contribuyentes son los propietarios legítimos, la propiedad legal no puede funcionar de la misma manera para las empresas financiadas con impuestos. La solución más justa y sensata parecería pasar por la distribución de acciones entre los contribuyentes en proporción a los impuestos pagados desde 2008. Sin embargo, una línea aérea necesita jerarquía y conocimiento experto sobre su funcionamiento interno. Para utilizar, liquidar o desmantelar activos, aún sería necesario algún acuerdo entre los propietarios sobre muchos asuntos complicados. Tal proceso obstaculizaría cualquier posible beneficio proveniente de esta solución. Si se creara una oficina entera para revisar los documentos fiscales y calcular una distribución justa de las acciones, esto impondría una carga injustificable sobre los contribuyentes. Al cobrar a la víctima un precio por la justicia, el autor de la injusticia cometería otra injusticia. Además, como de costumbre, el gobierno podría equivocarse en su tarea; por ejemplo, dando más o menos que lo que se debe a los contribuyentes, lo que podría complicar el proceso de reactivación o liquidación de la empresa.

Benjamin Seevers propone combinar los enfoques de sociedad anónima y sindicalista. Milei, sostiene, debería cesar todas las transferencias gubernamentales a la línea aérea y eliminar todos los privilegios otorgados por el gobierno. La empresa no debería ser perdonada por su participación voluntaria en impuestos y expropiaciones, y los contribuyentes deberían tener libertad para presentar reclamaciones contra la ahora línea aérea privada. Milei podría entregar la empresa a los burócratas que actualmente la dirigen, pero los contribuyentes deberían poder presentar demandas contra ella ante un tribunal civil para obtener restitución en forma de pagos, bonos o acciones. Seevers reconoce los derechos legítimos de los contribuyentes sobre la empresa, y quiere relegar su división al «mercado libre» en lugar del gobierno; reflejando primero la solución sindicalista y convirtiéndola después en un sistema mixto. Siguiendo a Seevers, la línea aérea «debería ser separada del gobierno por completo, sin importar cómo organicen la compañía los ex empleados públicos», y alguna orden legalmente vinculante (tal vez un decreto presidencial) establecería que las expropiaciones de los contribuyentes por parte de la compañía ya no están protegidas legalmente, permitiéndoles obtener la rectificación.

Suponiendo la cooperación de los empleados de la línea aérea y de sus oponentes políticos, el plan de Milei sería rápido, fácil y preferible al statu quo, pero sería injusto. La propuesta de Seevers es más justa, pero no es ni más rápida ni más fácil que la de Milei. Además, la justicia en el plan de Seevers dependería de los esfuerzos realizados por los contribuyentes, especialmente como financiadores de los gastos judiciales, mientras que los empleados no han hecho nada para ser los primeros propietarios de la nueva empresa. Además, cada reclamación sólo podría adjudicarse en relación con las reclamaciones potenciales de los demás contribuyentes, lo que requeriría que alguien efectuara los cálculos, ya sea la empresa, el gobierno o los reclamantes. Pero también hay un inconveniente más fundamental, que prácticamente descarta el plan de Seevers: cuanta más compensación busquen los contribuyentes, menores serán los beneficios para los empleados. Estos últimos podrían prever este problema y exigir condiciones, cambiando así la esencia misma de la propuesta de Seevers.

No obstante, podemos proponer otro plan, más rápido y más fácil que el de Seevers, significativamente más justo que el de Milei, y no necesariamente menos justo que el de Seevers. Sería factible, conllevaría beneficios económicos inmediatos y evitaría esfuerzos judiciales y burocráticos. La administración de Milei vendería la empresa en el mercado al mejor postor y, de ser posible, la puja comenzaría al precio de mercado. Como condición, la empresa sólo podría venderse a contribuyentes que hayan pagado impuestos desde al menos 2008, y la venta tendría que ser en efectivo. Por supuesto, los nuevos propietarios obtendrían el control total de la empresa y no tendrían ninguna obligación legal particular para con los empleados; podrían retenerlos o despedirlos. Se podría esperar que estos contribuyentes estuvieran contentos con su adquisición, porque eligieron comprarla, y el gobierno ya no tendría que administrar la empresa ni soportar sus costos. Los empleados, ahora libres, podrían aceptar nuevos contratos de los nuevos propietarios o de cualquier otra persona. Con el dinero de la venta, los desempleados seguirían recibiendo la mitad de sus salarios durante un período preestablecido en el plan (digamos, seis meses), o hasta que encuentren un nuevo empleo. No son víctimas, pero se tendrán en cuenta las expectativas de ingresos y la presión del sindicato.

Después del período otorgado a los desempleados, el gobierno quemaría el efectivo restante de la manera más transparente posible, aliviando así la inflación y evitando que el gobierno desvíe recursos hacia deseos ajenos al mercado. De esta manera, no habría procesos de distribución y reasignación laboriosos y que consumen mucho tiempo, y los empleados podrían continuar trabajando en la empresa, o encontrar nuevos puestos de trabajo que generen valor. Este plan puede ser también aplicado a otras privatizaciones.

Argentina y la hiperinflación del peso

Expliquemos la situación general en la que ya se encontraba Argentina cuando Milei asumió la presidencia. Dado que el gobierno gasta constantemente más de lo que recauda, e imprime dinero para financiar el gasto excesivo, era de esperar una inflación más allá de lo normal para el sistema monetario inflacionario. Como escribió el gran maestro de Murray Rothbard, Ludwig von Mises: «La inflación sólo puede continuar mientras persista la convicción de que algún día cesará. Una vez que la gente está convencida de que la inflación no se detendrá, abandonan el uso de este dinero». De modo que existe un límite último a la inflación, aunque amplio, que vencerá cualquier inflación: el fenómeno de la hiperinflación.

La inflación del gobierno y del sistema bancario suele verse favorecida inconscientemente por la gente, que generalmente cree que algún aumento periódico moderado de los precios es normal. Si los precios pudieran disminuir debido al crecimiento económico (deflación de precios como resultado de una mayor productividad), las personas podrían conservar una mayor parte de sus ingresos en forma de saldos de efectivo, para obtener alguna ventaja futura que no es posible en el presente; podrían planificar para más adelante, y ahorrar más dinero sin tener que preocuparse por disminuciones significativas en su valor. Y si la demanda social de dinero aumenta, cualquier aumento de los precios podría ser proporcionalmente menor que el aumento de la cantidad de dinero.

Los argentinos saben que su gobierno siempre está provocando inflación y, debido al constante incremento de los precios en pesos, prefieren planificar, ahorrar y calcular en otra moneda: el dólar. A menudo se apresuran a cambiar sus pesos por bienes o dólares como reserva de valor para el futuro. A medida que la demanda social de pesos cae, y la demanda social de dólares aumenta, el precio del dólar aumenta en términos de pesos. Al mismo tiempo, el efecto confiscatorio de la inflación será menor que lo que el gobierno espera —es decir, la menor demanda de pesos permitirá que el gobierno extraiga menos recursos— porque el aumento de los precios significa un reducido poder adquisitivo del peso. En esta etapa, la hiperinflación ya ha comenzado; este conocimiento de la hiperinflación tiene que ver completamente con las acciones de los individuos como usuarios de dinero (no es necesario ningún porcentaje arbitrario).

Los precios siguen subiendo y el gobierno hace que suban aún más rápido. Sin embargo, el gobierno aún puede obtener recursos, porque aún debe usarse el peso debido a su curso legal, al igual que en impuestos y otros gastos. Además, el gobierno impone varios tipos de cambio para extraer aún más valor del dinero de la población, eligiendo en el camino ganadores y perdedores. Así, el gobierno impone el control de precios del dólar a través del peso. El precio del dólar es demasiado alto para el gobierno, por lo que pone trabas a su cotización en pesos, obstaculizando su libre intercambio entre compradores y vendedores. Dado que algunos costes deben pagarse en pesos, que se han encarecido debido a la regulación, hay menos incentivo para invertir en dólares; con esto se desalientan incluso las exportaciones. Los exportadores se ven obligados a perder dólares al reinvertir sus ganancias. Para empeorar las cosas, el gobierno pone obstáculos a los inversores que quieren llevar sus dólares al exterior, desincentivando aún más las inversiones. Este control genera sobredemanda de dólares y su escasez. También se desalientan las importaciones, porque se vuelve más difícil obtener los dólares para pagar las compras del exterior. La economía en su conjunto se empobrece. Este proceso no puede continuar para siempre bajo un déficit presupuestario, pero como otra moneda está guiando el mercado argentino, y como el gobierno puede mantener vivo el peso, esto puede continuar por mucho tiempo más.

Mientras los precios suben a un ritmo acelerado y continúa la huída del peso, y el gobierno está a punto de imprimir enormes cantidades de pesos y lo hace, en un pico de hiperinflación, si el peso fuera el único dinero en el mercado, la demanda y el valor del peso se acercarían a cero, provocando que los precios subieran exorbitantemente. Las consecuencias para la economía serían desastrosas si los argentinos no tuvieran el dólar. Y no sólo tienen dólares, sino que su economía esencialmente funciona con ellos. Los capitales, los ahorros y los balances ya están valuados en dólares. Además, el sector productivo tiene el menor de los incentivos para utilizar pesos. Los agentes estatales, sin embargo, como primeros poseedores de nuevos pesos, y también conscientes de la necesidad de deshacerse de ellos, ven sus salarios aumentar más constantemente que los demás. Como resultado, obtienen claras ventajas frente al sector productivo, que recibe los nuevos pesos más tarde. Dado que los precios no aumentan al mismo tiempo y al mismo ritmo a medida que aumenta la oferta de pesos, los primeros tenedores (y otros) se benefician en relación con los últimos, en la medida en que utilicen sus pesos lo antes posible y no tengan que vender nada para obtenerlos; los agentes estatales y los acreedores artificiales no están en desventaja como quienes deben crear valor para sus ingresos.

Cuanto menos dependientes sean de las transferencias y privilegios del gobierno, el principal objetivo de los argentinos como tenedores de dinero ha pasado a ser hacerse con dólares o bienes a cambio de sus pesos lo antes posible.

Milei y la pesadilla

El peso argentino ya estaba en hiperinflación cuando Milei asumió el cargo. A pesar de esto, la receta para la prosperidad económica y la justicia no es revertir activamente esta tendencia a través del gobierno, sino dejar que la economía en general, y el peso en particular, toquen fondo, y dejar que el mercado sea lo más libre posible. Este tocar fondo no es igual para todos, y la muerte del peso es permisible. Aunque la administración de Milei dejó de imprimir pesos para el Tesoro, la impresión del banco central para otras actividades continúa hasta el día de hoy. La inflación sigue siendo notable. De ahí que en su primera semana, Milei anunciara que su máxima prioridad era evitar la hiperinflación. Como Argentina ya estaba en ella, el sólo podía estar hablando de un pico de hiperinflación. Llamaremos a este pico «la pesadilla», porque en abril de 2024 dijo que evitar este evento impidió que Argentina tuviera una tasa de pobreza de 95%. Pero un libertario y adherente de la economía austriaca nunca se esforzaría por lograr tal objetivo ni creería en tal evento.

Primero, hay que reconocer que Argentina está acostumbrada a este infierno inflacionario, y que en el corto plazo esta pesadilla sería mucho menos dañina que en otros países que no están acostumbrados a una situación económica similar. El poder adquisitivo del peso tenderá a cero en la pesadilla, pero como prácticamente nadie almacena valor en pesos, la diferencia en bienestar económico antes y después de la pesadilla también tenderá a cero; es decir, la disponibilidad de todos los bienes y servicios y la riqueza social, permanecerán prácticamente sin cambios.

La economía nunca podría colapsar debido a la pesadilla. Su mercado no volverá a un estado empobrecido de trueque, y no habrá necesidad de acumular lentamente mercancías para utilizarlas como medio de intercambio, porque ya existe otro medio general de intercambio disponible. Si el gobierno se hace a un lado y deja que el mercado dirija la economía, la demanda de pesos eventualmente caerá tan bajo, que el dinero del gobierno no tendrá valor, y los argentinos se librarán de su carga inflacionaria. De hecho, esta es la única vía legítima a través de la cual el gobierno podría adoptar una mercancía monetaria intercambiada en el mercado libre, el dólar o una nueva moneda. Sin embargo, no se puede establecer dinero nuevo del gobierno en el mercado a menos que pueda cambiarse por dinero previamente existente; en este caso, el dólar. Por otra parte, además de ofrecer a los argentinos una salida a la hiperinflación actual, el cálculo económico ya está asegurado a través del dólar.

Por supuesto, la pesadilla generaría efectos desafortunados para las personas que más se benefician con las transferencias y privilegios gubernamentales a través del peso. Por ejemplo, en la pesadilla se perderían los beneficios de la impresión de pesos, los impuestos en pesos, los esquemas de cambio de moneda, ser el primer tenedor de pesos, y la influencia y control que los pesos otorgan a los agentes estatales sobre el resto de la sociedad. Entonces, cuando Milei advertía sobre la multiplicación de la pobreza, más que eso, era el hecho de que los agentes estatales y otros privilegiados serían dejados por un momento sin sus ingresos espurios. Por lo tanto, es realmente el gobierno —la casta política a la que Milei dice todo el tiempo enfrentarse— el que más se beneficia de evitar la pesadilla y revertir la tendencia.

Si el objetivo de Milei es salir de la hiperinflación y estabilizar el peso para que la gente pueda demandar libremente pesos para planificar, calcular y ahorrar, sus esfuerzos por lograr este objetivo a través del gobierno deben ir en contra de los deseos reales del mercado. Ni un cese dramático de la expansión de la oferta de pesos que podría cerrar el grifo del peso y desacelerar las expectativas inflacionarias de la gente, ni un fin dramático de la inflación monetaria que podría inducir a la gente a mantener saldos en pesos nuevamente, estabilizarán el peso hasta que la mayoría de la gente productiva en Argentina se sienta tan cómoda con el peso como con el dólar, sin que ninguna política gubernamental obligue a su uso.

Milei y la dolarización 100%

Para la casta política sería inconveniente la abolición del banco central. Cualquier reforma de dolarización le quitaría al gobierno argentino el monopolio sobre la producción de pesos. Pero la dolarización también ayuda a promover la hegemonía del imperialismo monetario estadounidense y la amenaza de su monopolio global sobre la producción de dinero. Tal vez la dolarización no promueva la libertad, pero ofrecerá a la economía argentina mejores condiciones monetarias, dado que el mercado ya ha elegido esa moneda de reserva internacional en lugar del peso.

Lo único que impide implementar reformas mejores que la dolarización, es la falta de voluntad política. Pero dado el contexto y los antecedentes argentinos, y las opiniones de Milei, hay muchas probabilidades de que pueda realizarse la dolarización al estilo rothbardiano; es decir, introduciendo un sistema bancario con reservas 100%, una reforma que parece ser la más factible y menos riesgosa para la situación actual. Si bien no salvaría a Argentina de la inflación y la expansión crediticia de la Reserva Federal, sí permitiría a su sistema bancario deshacerse de la expansión crediticia y otros efectos perniciosos en su propia estructura de capital. También conduciría a tasas de interés más genuinas que eviten la distorsión y las malas inversiones, que son inevitables cuando los medios fiduciarios son inyectados por un sistema de reserva fraccionaria. Básicamente se evitarían auges artificiales, recesiones profundas, y enormes pérdidas de activos, y el sistema nacional quedaría inmunizado contra las contracciones repentinas de la oferta monetaria que genera cíclicamente el statu quo alternativo, que causan deflaciones y recesiones mayores y más dolorosas.

Milei y sus primeros cinco meses como presidente

Deberíamos esperar, como lo habría hecho Rothbard, que Milei dé más pasos para liberar al pueblo del poder del Estado que para esclavizarlo aún más. Además, debería hacerlo de manera radical y con las políticas más libertarias posibles, incluyendo ir en contra de la centralización política. A nivel internacional ha ido en la dirección equivocada, pero ¿qué pasa a nivel nacional?

Inmediatamente después de asumir el cargo, Milei firmó un decreto y redujo el número de ministerios de veintidós a nueve. Por ahora, la reducción sigue siendo simbólica, porque sólo ordenó a algunos ministerios absorber a otros, y no redujo significativamente el empleo público. Milei aumentó los impuestos sobre los combustibles y las importaciones, y amplió el alcance de un impuesto a la suscripción de bonos especiales y a las compras de moneda extranjera para el giro de dividendos y otras ganancias al exterior; a pesar de que había prometido no aumentar ni crear impuestos (1, 2, 3). Hipócritamente, Milei apoyó en marzo de 2024 un llamado a una rebelión fiscal en la Provincia de Buenos Aires contra los aumentos de impuestos del gobernador de la oposición.

Milei desreguló la economía hasta cierto punto con un decreto que eliminó o modificó cientos de leyes, incluidos varios controles de precios. Después de derogar la ley de alquiler que generó escasez de viviendas, el efecto fue inmediato: la oferta aumentó, los precios se mantuvieron por debajo de la inflación y los contratos ahora los deciden enteramente las partes involucradas, incluida la moneda que se utilizará en la transacción. En comparación, tras eliminar los controles de precios en la sanidad privada, sólo cuatro meses después de aumentos en un contexto de notable inflación, su administración tomó un rumbo equivocado y decidió obligar a las empresas a bajar sus precios según criterios impuestos. La respuesta a las acusaciones de cartelización debería ser continuar al proceso de desregulación, en lugar de poner barreras contra la libre fijación de precios. La economía argentina está en gran medida cartelizada y, como explicó Rothbard, la cartelización obligatoria de industrias significa otorgar privilegios monopólicos. Liberar los precios en esta situación, elimina una política que aborda intervenciones gubernamentales anteriores en la regulación de la economía, que restringen la competencia, desalientan la inversión, privan a los consumidores de una mejor satisfacción de sus necesidades, y distorsionan la libre asignación de los recursos del mercado. Parte del problema de regulación podrá ser resuelto una vez que sea aprobada en el Congreso la ley «Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos». El proyecto de ley está destinado a privatizaciones, desregulación, fluidez del mercado laboral y consolidación de más poder en el poder ejecutivo. Este proyecto de ley y un paquete tributario (que restablece una categoría de impuesto sobre la renta), ya fueron aprobados por una de las cámaras. Es cierto que Milei ha reducido algunos aranceles, pero sus aumentos de impuestos son mucho más significativos, no benefician a la economía, y no deben ser vistos como una forma de escapar de la crisis.

Después de una devaluación inicial, la inflación se ha desacelerado. Los tipos de interés siguen siendo manipulados periódicamente por el banco central para hacer frente a la inflación. Su administración logró obtener tres superávits presupuestarios consecutivos, y recortó algunos subsidios. Desde que Milei asumió el cargo, en gran medida ha dejado de financiar la obra pública. Cerró algunas agencias gubernamentales, como el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que perseguía la libertad de expresión. Redujo la cantidad de dinero para el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y sus cuestionables investigaciones. Buena parte de sus ajustes perjudica a la clase media y a los jubilados que, con los aumentos en los precios de los servicios, tienen que vender dólares para llegar a fin de mes. Los recortes de Milei son buenos, pero podemos criticarlo por haber ampliado los programas de asistencia social e intensificado la guerra contra las drogas.

Milei y la fiebre del superávit

El gobierno obtiene superávit cuando recauda más dinero en impuestos que el que gasta durante un período de tiempo. El gobierno podría acumular un superavit o liquidarlo mediante deflación. Si se quitan cien pesos de la industria láctea, y sólo se gastan setenta en papel, los impuestos son la carga mayor, pagando no sólo por el papel extraído, sino también por el dinero atesorado o destruido. El gobierno debería considerar las pérdidas de la industria láctea cuando impone cargas en el proceso presupuestario. Cuando los gastos y los ingresos difieren, la carga fiscal sobre el sector privado puede medirse aproximadamente como la mayor de las dos. Pero el gobierno supone una doble carga para el público: se apropia de los recursos del sector privado, primero inflando la oferta monetaria y luego gravando el nuevo dinero. Si los superávits son utilizados para pagar deudas, el efecto deflacionario es imposible. Y si son utilizados para redimir la deuda pública en poder de los bancos, el efecto deflacionario no tomará la forma de contracción del crédito y no corregirá los desajustes provocados por la anterior inflación; de hecho, creará más distorsiones.

Deben deducirse tanto los superávtis como los gastos; ambos extraen fondos del sector privado. Los gastos totales del gobierno, o los ingresos totales del gobierno, deben ser deducidos del PNB, el que sea mayor. Esto mostrará el impacto aproximado de los asuntos fiscales en la economía (una estimación más precisa compararía las depredaciones totales con el producto bruto privado).

Debería ser de sentido común para los libertarios que la respuesta a los superávits debería ser recortar los impuestos. Aunque la avaricia del gobierno es la norma, uno esperaría que una administración «libertaria» considerara los superávits como una razón para recortar impuestos. Pero si Milei no ha reducido los impuestos, no ha devuelto el dinero a su origen ni ha quemado dinero para reducir la oferta, ¿por qué los libertarios celebrarían sus superávits? Para favorecer la economía, deberían desviarse menos recursos del sector productivo al público. Si los superávits son utilizados para reducir las deudas, se sumará insulto al daño, porque las deudas también son impuestas a los contribuyentes. Cuando se le preguntó cuándo recortaría impuestos, Milei respondió que, una vez que se estabilice la economía y haya recursos de sobra, recortará impuestos y no aumentará el gasto. La pregunta: ¿cuántos recursos necesita?

¿Por qué el objetivo del gobierno debería ser maximizar los ingresos? Son recursos desviados del sector productivo hacia actividades gubernamentales; incluida la limpieza de los balances del banco central y del Tesoro. Más bien, los libertarios estarían interesados en minimizar los ingresos del gobierno reduciendo las tasas impositivas, pero esto no es lo que ha hecho Milei. Los superávits son parte de la oferta monetaria, y ningún dinero desaparece de la oferta monetaria a menos que la unidad monetaria deje de existir o los medios fiduciarios utilizados como dinero desaparezcan en un sistema de reserva fraccionaria. Los superávits de Milei todavía son utilizados para planes que no involucran gasto público, y su lucha contra la inflación realmente está perjudicando a la gente productiva que se ve obligada a financiar una lucha por una moneda no deseada.

Como señaló Rothbard, en nuestra era de déficits gubernamentales, los conservadores —y parece que Milei también— prefieren el equilibrio presupuestario antes que la reducción de impuestos, y «se oponen a cualquier recorte de impuestos que no vaya acompañado estricta e inmediatamente de un recorte equivalente o mayor en el gasto público». Ciertamente, recortar impuestos puede resultar en un mayor deficit que requiera más deuda. Ahora bien, siendo el cobro de impuestos un acto de agresión ilegítimo, cualquier oposición a recortar impuestos es inadmisible, y socava y contradice el objetivo libertario. Rothbard concluyó, entonces, que el momento de oponerse a los gastos y pedir recortes drásticos es cuando se está considerando o votando el presupuesto.

Si bien equilibrar el presupuesto puede ser bueno si se logra mediante menos impuestos y menos gasto, Milei lo está equilibrando con más impuestos en lugar de más recortes en los gastos. Por lo tanto, su política de desacelerar la inflación y equilibrar el presupuesto está favoreciendo comparativamente a más agentes estatales y beneficiarios de asistencia social; es decir, en realidad sus acciones están perjudicando a la economía, porque su aumento de impuestos perjudica una vez más a las personas productivas. Además, al mantener el control cambiario dólar-peso, sus acciones se vuelven aún más perjudiciales para las mismas personas, debido a la moneda de curso legal. En vista del estancamiento de la productividad, la gente tiene que recurrir a sus ahorros para hacer frente a esta situación, lo que también desalienta las inversiones.

Reducir la inflación y las expectativas inflacionarias para escapar de la hiperinflación, revictimizando a las mayores víctimas del peso, no es una política de orientación libertaria, ni es suficiente para que las personas productivas elijan alguna vez los pesos con tanta libertad como eligen los dólares. Hay otros factores relacionados con la calidad del dinero. Debido a la historia monetaria de Argentina, la gente productiva no confía en el gobierno, lo que dificulta prever un futuro económico en términos de pesos. Han sufrido mucho debido a la historia de décadas de su moneda. ¿Por qué no dejar morir el peso? Incluso si Milei logra estabilizar el peso y suprime el banco central para poner fin a la inflación monetaria, habrá salvado el peso a costa de las personas que más sufrieron para llegar a esta situación.

Milei y la deuda nacional

Como deberían saber los libertarios, las únicas deudas legítimas son entre grupos o individuos e involucran derechos de propiedad. Ningún contribuyente contrae deuda pública personal o voluntariamente. Son los políticos quienes comprometen los ingresos genuinos del pueblo. Pero quienes prestan al gobierno, también son criminales corruptos. Los banqueros públicos y privados tienen el privilegio legal de crear dinero que no sea el resultado del intercambio productivo, y se enriquecen con este dinero falso. Como estos impresores de dinero saben que los contribuyentes pagan los costos, la deuda pública no puede equipararse moralmente con la deuda privada. Imagine que A necesita financiar un proyecto y pide dinero prestado a B. Mientras tanto, B sabe que A puede devolver el dinero con intereses sólo robándole a otros. Entonces B no es un simple prestamista, sino el cómplice de un crimen. B se beneficia con el delito al recibir intereses además del pago de la deuda. Ahora bien, si además A le ha dado a B la capacidad exclusiva de generar dinero sin intercambio productivo, entonces tenemos la situación actual.

Una administración que quiera ir en la dirección correcta, debe repudiar la deuda pública. Si tiene éxito, nadie le prestará dinero a ese gobierno, y tendrá que ajustar los impuestos y el gasto para satisfacer a la gente. Esta administración se habrá comprometido a no hacer que los contribuyentes y las generaciones futuras paguen más deuda, y los contribuyentes se habrán comprometido a exigir que las próximas administraciones hagan lo mismo. Habiendo despertado el pueblo a la verdad frente a las consecuencias de un orden internacional que se opone a su gobierno, estaría preparado para financiar sus reducidos compromisos internos sin deuda. Las consecuencias pueden incluir barreras al comercio internacional, pero las cosas pronto podrían mejorar porque los incentivos económicos del comercio no desaparecerían. Que esta estrategia sea más o menos conveniente en el corto plazo, dependerá del tamaño de la deuda y de la economía del país. Pero sólo cuando estas deudas injustas comiencen a ser repudiadas, una vez que la gente se haya rebelado contra las maquinaciones de sus gobernantes y el sistema financiero mundial, veremos a los gobernantes del mundo temer una pérdida de poder. Ceder al estándar estatista sólo puede significar renunciar a un futuro más libertario.

En lugar de repudiar la deuda nacional, como Rothbard habría apreciado, Milei llegó a un acuerdo con el FMI; siguiendo así la receta estatista de sus predecesores. Los desembolsos del FMI para llevar a cabo sus planes, imponen una carga injusta sobre las espaldas de la gente productiva y de las generaciones futuras. Al confiar en el FMI, Milei también está favoreciendo a la casta política actual y futura —en Argentina y en el extranjero— que se beneficia del negocio de la falsificación. Cualquier acuerdo con el FMI está sujeto a condiciones específicas, especialmente con su principal proveedor, Estados Unidos. Argentina debe seguir pautas que no existirían sin el acuerdo, pero esto difícilmente puede excusar a Milei, porque estaba alineado con los intereses del gobierno de Estados Unidos mucho antes de convertirse en presidente.

Los planes de Milei sólo podrán concretarse en un largo período, pero su administración no durará para siempre. Cuando expiren los plazos, el FMI aplicará nuevamente sus condiciones, y las administraciones futuras también podrían revertir importantes mejoras realizadas por Milei. Por sí solo, este péndulo de la democracia es suficiente para promover la descentralización política radical y la secesión, pero Milei no lo ha hecho.

Milei y sus problemas retóricos

Para el presidente «libertario», hay impuestos que son «sucios», otros que tienen que desaparecer, y otros que dependen de las provincias y requieren una reforma tributaria. (Parece que hay impuestos que no tienen por qué desaparecer. ¿Por qué no una descentralización política radical para dejar que las provincias compitan con sus condiciones impositivas?) Dijo que los impuestos han subido, pero que están regresando más al sector privado al bajar la inflación. (Ya conocemos la naturaleza de este engaño.) La idea de Milei es congelar el gasto público, de modo que a medida que la economía comience a recuperarse y crecer, el tamaño del gasto caiga en términos de PBI. (¿Por qué no recortar más el gasto? Parece haber un porcentaje razonable de gasto para permitir que la economía crezca.) Entonces, los innumerables impuestos pasará a un sistema simplificado en el que habrá alrededor de cuatro impuestos que sean «pagables» y «entendibles», y el gasto del Estado representará 25% del PBI. (¿Otro simplificador de impuestos? ¿Por qué no 20 o 30%? ¡25% es bueno! Parece que hay impuestos entendibles y no entendibles. ¡Tengamos sólo los entendibles!)

No debería haber contradicciones en la retórica como las que Milei mostró muchas veces, y mucho menos recomendaciones políticas que vayan en contra del objetivo libertario. Incluso si un libertario no tiene ganas de proponer alguna idea en un momento específico, «sólo se puede dañar el objetivo final mediante fiorituras retóricas que confunden al público y contradicen y violan los principios».

Conclusiones

Los cambios pueden provenir del gobierno cuando la opinión pública los presiona. Ya sea para la anarquía o para un gobierno menos opresivo, la opinión pública y la presión son indispensables. Los libertarios pueden dedicarse a la política, pero no deben renunciar a sus criterios libertarios. El principal logro de Milei ha sido mover la Ventana de Overton hacia el libertarismo, especialmente en Argentina. Muchos libertarios de todo el mundo están tratando de aprovechar este momento, pero un intento de hacerlo debería ser criticado si eso significa apoyar a Milei sin matices ni correcciones públicas por sus frecuentes errores. Milei ha demostrado que las ideas libertarias pueden ganar, y debemos reconocer que muchas personas han llegado al libertarismo y a la economía austriaca gracias a él. Sin embargo, como hemos visto, esta popularización ha venido acompañada de serios problemas.

Debemos señalar que una eventual transformación económica no es sinónimo de una transformación libertaria. Una gran desregulación puede permitir una gran mejora económica. Las regulaciones pueden ser tan destructivas para la rendimiento productivo como lo son los impuestos. Por lo tanto, como una política tributaria con menos regulación genera un rendimiento monetario mayor que la misma con más regulación, cualquier Estado podría considerar apropiado avanzar en la dirección de una economía más puramente gravada y desregulada para tener éxito en la escena internacional. La desregulación parece ser el sello distintivo de la presidencia de Milei. Su reforma laboral también servirá para facilitar la formalización frente al Estado y conseguir que más personas entren al mercado legal, lo que ayudará a recaudar más impuestos. Sin duda, disminuir el efecto contraproducente de las regulaciones respecto al de los impuestos puede ayudar a lograr más superávits.

Seguramente, el dinero de los «acreedores», una economía desregulada y algunas reformas importantes ayudarán a los planes de Milei. Superar los efectos contraproducentes de la política y salir de la crisis es posible. Los recortes de gastos de Milei benefician su imagen pública, pero un presidente libertario dejaría que la economía se recuperara por sí sola en lugar de intentar salvar al peso. Según Milei, «por primera vez en Argentina no pagan justos por pecadores». Pero como dice un proverbio yiddish, «una verdad a medias es una mentira total». En lugar de empoderar radicalmente a la gente, está haciendo que la gente productiva cargue con la mayor parte de la cuenta.

No hace falta un presidente libertario para salir de una crisis, y ningún libertario debería celebrar a un presidente «libertario» por hacerlo cuando implica servir a élites estatistas, belicistas, falsificadoras y genocidas. Y, de hecho, Milei es miembro del establishment internacional estadounidense-sionista de estatismo belicista.

Rothbard habría apoyado a Milei con entusiasmo al principio, cuando era una figura en ascenso en la televisión. También habría apoyado la entrada de Milei a la política, pero no de todo corazón. Habría empezado a notar errores repetidos y defectos preocupantes que parecen indelebles. Con el tiempo, Rothbard habría tenido duras críticas hacia Milei. Aun así, habría apreciado el populismo de Milei, su popularización de la economía austriaca y el libertarismo, su ira contra la casta política, sus respuestas correctas a las quejas de sus oponentes, y cualquier reforma que fuera en la dirección correcta.

El populismo de Rothbard anticipó el éxito de Milei. Pero más allá de las similitudes, su manifiesto electoral no estaba «muy en línea» con el populismo de derecha y el paleolibertarismo de Rothbard. Buchanan no se dejó seducir por el lobi israelí y fue vilmente atacado por los sionistas, pero Milei defiende a Israel y los sionistas lo celebran. El apoyo de Rothbard a Buchanan fue más o menos estable a lo largo de los años, siendo su columna vertebral la causa contra el Estado de bienestar y el estatismo belicista de progresistas y neoconservadores. Pero Milei pertenece a ese grupo malvado contra el que Rothbard luchó tan duramente. Rothbard habría denunciado a Milei por su servilismo hacia los mayores enemigos de la paz en el mundo. Y aunque hubiera favorecido a Milei para la presidencia de Argentina tal como favoreció a Bush, Rothbard se habría desencantado de Milei mucho antes y más profundamente que de Buchanan.

A día de hoy, a pesar de la incertidumbre del futuro, las tendencias y características claras probablemente llevarían a Rothbard a evaluar y predecir el legado de Milei —siendo optimista— como una modesta mejora respecto a Reagan y Thatcher. De hecho, Milei admira a Reagan y Thatcher (y a Churchill), y su política exterior y desregulación se asemejan a un ejemplo muy característico de una política de desregulación interna y mayor agresividad externa como la proporcionada por Reagan y, en menor medida, por Thatcher. Veremos si Milei puede superar los «logros» de estos dos influyentes líderes. En cualquier caso, un «rothbardiano» debería haber sabido más que identificarse con criminales de guerra. Hay una razón por la que los conservadores del establishment internacional (los neoconservadores) celebran a estas personas: aprovechan su retórica anticomunista o antisocialista para apoyar la hegemonía del imperialismo estadounidense. Milei está desempeñando el mismo papel, e incluso fracasando en promover un revisionismo histórico crucial para la causa libertaria.

Como economista, Milei se ubica muy por encima de la corriente principal. Comparte muchas ideas con economistas austriacos, incluido el propio Rothbard, a pesar de considerar a Adam Smith como el Gauss de la economía y celebrarlo todos estos años (1, 2, 3); algo con lo que Rothbard nunca habría estado de acuerdo. En términos generales, Milei fracasa como presidente «libertario», pero es mejor que la mayoría de los presidentes. Sin embargo, llamar a Milei un «libertario en toda regla», decir que su elección significó «un día histórico para la libertad, sólo comparable con la caída del Muro de Berlín y el comunismo», o incluso «el renacimiento de la libertad en Argentina y más allá», es ir demasiado lejos.

En consecuencia, si Rothbard enterró a Reagan a pesar de su retórica de libre mercado, e hizo algo similar con Thatcher, ¿por qué habría bajado la guardia ante la retórica antiestatista de Milei? Es completamente imposible que el Señor Libertario hubiera hecho oídos sordos a las resonantes campanas de la verdad. Porque las verdades que aquí han sido expuestas son suficientes para expulsar a Javier Milei de un verdadero movimiento libertario, pues él es, en realidad, un miembro de los neoconservadores, un «libertario» del régimen, un falso libertario; y un fraude.[1]

 

Artículo original aquí y aquí.

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko.

__________________________________________

[1] Quiero agradecer a Hans-Hermann Hoppe, Octavio Bermúdez, Thomas DiLorenzo, Stephan Kinsella, Daniel Morena Vitón y Fernando Chiocca, por haberme ayudado con la elaboración de este artículo.

Oscar Grau
Oscar Grau
Popularizador de ideias libertárias e da ciência econômica. Trabalha na empresa familiar. Editor da seção espanhola do HansHoppe.com e administrador do @m_estado no X. Ex-editor do Centro Mises (Mises Hispano).
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