InícioespañolSobre la inmoralidad y la ilegalidad de las colonias israelíes

Sobre la inmoralidad y la ilegalidad de las colonias israelíes

Al mostrar el terrible problema del terrorismo llevado a cabo por palestinos contra ciudadanos israelíes, los principales medios corporativos occidentales nunca exponen las razones y motivos detrás de estas atrocidades. Lo que hacen los principales medios de prensa respecto de cualquier tema relacionado con el conflicto entre Israel y Palestina, es siempre colocar a Israel en la posición de pobre e inocente víctima, y retratar a los palestinos como un pueblo inherentemente perverso y sórdido, que diariamente salen de sus casas comprometidas únicamente con hacer el mal. Por lo tanto, todos y cada uno de los niveles de control impuestos a estas personas, son necesarios por razones de seguridad.

Ésta, sin embargo, es una visión excepcionalmente simplista de la situación. Es muy fácil ver que hay una narrativa preestablecida en este contexto, que los grandes medios de prensa siguen inflexiblemente y rara vez están dispuestos a cuestionar. Por tanto, corresponde a los sensatos ir tras los hechos, verificar la realidad que fomenta el conflicto.

Cuando analizamos la cuestión en profundidad, una cosa queda muy clara: la violencia llevada a cabo por palestinos radicales contra ciudadanos israelíes, además de estar motivada por la desesperación, no es la causa principal del problema, sino su consecuencia. La violencia perpetrada por los palestinos no es la enfermedad, sino más bien el síntoma natural de una terrible situación política. Y, contrariamente a lo que informan los principales medios de comunicación, ésto no es violencia gratuita. Es, ante todo, violencia reactiva, llevada a cabo como resultado de las políticas descaradamente tiránicas y arbitrarias del gobierno israelí contra los palestinos.

Obviamente, los ataques terroristas –especialmente los cometidos contra civiles inocentes– son y siempre serán un crimen. Pero cuando analizamos las políticas israelíes practicadas contra los palestinos, resulta mucho más fácil entender por qué en Israel siempre han sido recurrentes los ataques terroristas. Y, sobre todo, es fácil ver por han ocurrido, por qué siguen ocurriendo, y por qué es muy probable que sigan ocurriendo. Pero echemos un vistazo más de cerca a este asunto.

Desde la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ha controlado los Territorios Palestinos. Estos territorios incluyen la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Israel también controla los Altos del Golán, que técnicamente son territorio sirio. Y lo que Israel hace a gran escala contra los palestinos (y también contra los sirios, aunque en una escala proporcionalmente menor) es excepcionalmente preocupante. Aún más preocupante, sin embargo, es el hecho de que la gran mayoría de la gente, los líderes políticos mundiales y los medios de comunicación corporativos, persisten en ignorar deliberadamente la raíz del problema: las injustas y despiadadas políticas del gobierno israelí, y la continua colonización israelí de los territorios palestinos.

El problema es particularmente grave en Jerusalén Este, donde a los palestinos se les confiscan continuamente sus casas, para proporcionar alojamiento a los colonos judíos que a menudo vienen de fuera del país. Con el estallido de la controversia en Sheikh Jarrah –barrio de Jerusalén Este, epicentro de una terrible disputa legal sobre bienes raíces, propiedades y tierras entre palestinos, israelíes y el gobierno israelí–, los árabes se han dado cuenta de que tendrán que luchar duramente por su derecho a permanecer en Jerusalén.

Desgraciadamente, como muchos palestinos pueden ser expulsados ​​de sus hogares mediante decretos arbitrarios y completamente unilaterales de un gobierno extremadamente parcial –lo que tiende a beneficiar demasiado a una de las partes–, los árabes de Jerusalén ven su libertad, sus derechos de residencia y su permanencia en la ciudad como, si estuvieran permanentemente amenazados.

Un caso en particular cobró considerable repercusión internacional hace aproximadamente dos años, y ocurrió precisamente en el barrio residencial de Sheikh Jarrah. Un judío de New York, llamado Yakov Fauci, recibió autorización del gobierno local para ocupar la residencia de una mujer palestina. Entonces grabó un video, en el que dice explícitamente que lo que hace es robar propiedad. En el video a continuación, se puede ver a la mujer diciendo: “Estás robando en mi casa”. A lo que el judío neoyorquino responde: “Si no te la robo, otro te la robará”.

Actualmente, innumerables residentes palestinos de Jerusalén Oriental luchan duramente en los tribunales por el derecho a permanecer en sus hogares. Cuando organizan protestas pacíficas, a menudo los manifestantes terminan siendo víctimas de la violencia y la brutalidad policial. Como es fácil ver, a los palestinos ni siquiera se les respetan sus derechos básicos. Imagínese vivir en un país en el que el gobierno tiene el “derecho” de expulsarlo de su propio hogar, porque Ud. no pertenece a la raza, etnia o cultura privilegiada por el gobierno. Ahora dígame, con toda sinceridad, si no se sentiría abiertamente indignado por una situación como esa.

Pero eso no es todo. Jerusalén Este ha sido escenario de una creciente ola de violencia contra los palestinos. Lamentablemente, ni siquiera los niños y adolescentes escapan a la matanza. En Marzo, un soldado israelí mató a un niño de doce años, Rami al-Halouli, en un campo de refugiados en Jerusalén Este, simplemente porque estaba jugando con fuegos de artificio con sus amigos.

Itamar Ben-Gvir, Ministro de Seguridad de Israel, afirmó que el niño de doce años era un “terrorista de doce años”, y que el soldado que lo mató merecía ser condecorado. Exactamente ese mismo día, las fuerzas de seguridad israelíes mataron a otros cinco palestinos.

Aunque la situación en Jerusalén Oriental es sumamente preocupante, la situación es lamentablemente mucho peor en la Ribera Occidental –el mayor de los territorios palestinos.

Cisjordania está fragmentada en áreas no contiguas, clasificadas en tres zonas distintas: Área A, Área B y Área C. El Área A es donde la Autoridad Palestina ejerce una supuesta soberanía, disfrutando de un amplio nivel de control. Esta es un área donde, técnicamente, los israelíes tienen prohibido ingresar (pero muchos ingresan de todos modos). En la zona B existe una división político-administrativa. Mientras la Autoridad Palestina ejerce control sobre los asuntos civiles, Israel tiene pleno control militar. La zona C –la más grande de ellas y que cubre aproximadamente 60% del territorio– está bajo estricto y total control del ejército israelí. Sin embargo, el ejército israelí está presente (en distintos grados) en las tres zonas.

En Cisjordania hay un número abundante de colonias israelíes (la mayoría ubicadas en la zona C). Hay colonias de todos los tipos y tamaños, desde condominios residenciales de lujo, hasta familias aisladas que viven modestamente. El gobierno israelí no considera legales todas las colonias. Generalmente las más precarias e irregulares son demolidas por orden del gobierno israelí.

Sin embargo, el número de colonias judías en Cisjordania es tan grande que hace completamente inviable el establecimiento de un estado palestino libre, autónomo e independiente. Y parece que el establecimiento de colonias y asentamientos judíos es llevado a cabo precisamente con este fin. Daniela Weiss, activista sionista radical responsable de fomentar la creación de colonias israelíes en Cisjordania, habló en una entrevista que concedió a The New Yorker en Noviembre del año pasado:

El mundo, especialmente Estados Unidos, piensa que existe una opción para la creación de un estado palestino (…) si continuamos construyendo comunidades, bloquearemos la opción para la creación de un estado palestino. Queremos poner fin a la opción de un estado palestino, y el mundo quiere dejar abierta la opción. Es algo muy sencillo de entender.

En la práctica, Cisjordania es un protectorado israelí, en el que se tolera a los palestinos –en el mejor y más prometedor de los casos. Con innumerables puestos de control, puntos de verificación, muros de separación y la división del territorio en una vasta proliferación de áreas no contiguas (categorizadas en A, B y C, como ya se mencionó), Cisjordania es un verdadero laberinto. La configuración de la región en una gran profusión de divisiones, clasificadas en zonas políticas y administrativas diferenciadas, acabó creando un archipiélago de “islas”, lo que tuvo el efecto de provocar que los palestinos acabaran viviendo aislados en enclaves dentro de su propio territorio, lo que terminó restringiendo severamente su libertad de movimiento. Además, se están construyendo muchas infraestructuras, como puentes y carreteras, exclusivas para colonos y ciudadanos israelíes.

En total, Cisjordania tiene más de medio millón de colonos israelíes. Y ésto crea numerosos problemas. No todos los colonos respetan la propiedad privada de los palestinos. Muchas colonias en expansión construyen nuevas viviendas y terminan invadiendo tierras privadas de los palestinos, sin ninguna consideración hacia éstos. Cuando ciertas colonias se vuelven muy grandes, terminan monopolizando ciertas calles, caminos y avenidas, prohibiendo en consecuencia –a menudo de manera agresiva– el movimiento de palestinos en esas carreteras.

Muchos colonos israelíes son agresivos, beligerantes y frecuentemente atacan a los palestinos y destrozan sus propiedades, con la clara intención de expulsarlos de la región. Lamentablemente, estos colonos actúan bajo la protección del ejército israelí. A los soldados israelíes se les ordena nunca actuar contra un colono israelí, incluso cuando sea agresivo y violento con los palestinos. Los soldados israelíes siempre deben estar dispuestos a actuar para proteger a los colonos, y ésto incluye proteger incluso a aquéllos que son agresivos y tienen conducta deplorable.

Lamentablemente, la violencia perpetrada por los colonos israelíes contra los palestinos es recurrente en la Ribera Occidental. Éste no es un simple problema crónico. Se ha normalizado desde hace mucho tiempo, y se lo considera un hecho rutinario. Los palestinos son atacados, sus propiedades vandalizadas, y los colonos imprudentes –que a menudo están armados– construyen extensiones de asentamientos ilegales en sus tierras. En muchas zonas, las agresiones a residentes palestinos, seguidas de muerte, se han convertido en hechos relativamente comunes.

En gran medida, los colonos israelíes se comportan como si fueran los dueños y propietarios legítimos de todo el territorio. Muchos creen que tienen el “derecho divino” a estar allí. Y los palestinos son simplemente intrusos, que deben ser expulsados ​​por cualquier medio. A menudo, los colonos israelíes de mentalidad religiosa se refieren a Cisjordania por su nombre bíblico –Judea y Samaria.

En el documental anterior, aproximadamente 54 minutos después un colono judío efectúa una declaración muy interesante. Dice:

De hecho, los árabes tienen razón. El sionismo es el agresor. El resurgimiento del pueblo judío en la Tierra de Israel es una invasión del espacio árabe-musulmán. Es el miedo a esta invasión lo que impulsa la dinámica aquí. ¿Cómo empiezan las guerras? Porque temen que sigamos expandiéndonos (…) Nos obligan a capturar territorio que nunca planeamos ocupar. En 1947 estábamos satisfechos con la mitad del territorio. Nos apegamos a las fronteras de 1948, y estábamos contentos con ellas. Los árabes comenzaron una guerra, por lo que nos quedan las fronteras de 1967. Salimos de Gaza, pero siguen empujándonos de regreso allí (…) Crean la expansión israelí con su propia resistencia.

Es un hecho indiscutible que el proyecto sionista de ocupación y colonización de Cisjordania no tiene la más mínima consideración por la población nativa del territorio. Los colonos simplemente ocupan áreas y tierras, como si estuvieran vacías y no fueran propiedad de nadie. Un comportamiento tan frívolo y descuidado convierte en inevitables los conflictos con la población árabe del territorio.

Políticamente, todo empeora mucho, debido al hecho de que los derechos de los palestinos son constantemente ignorados y sus demandas completamente ignoradas. Todo este proceso progresivo de cantonización de Cisjordania ha aplastado a los palestinos, relegándolos a áreas y territorios cada vez más pequeños. Ésto se hace sin la más mínima consideración hacia estas personas, sus propiedades privadas, sus terrenos, sus residencias, y el derecho intrínseco a la libertad de circulación de cada uno de ellos. Una situación tan deplorable obviamente generará actos de agresión y violencia por parte de palestinos desesperados por su condición.

Sin ninguna duda, es fácil constatar que los palestinos son víctimas de políticas tiránicas y opresivas, que son consecuencia de un etnonacionalismo supremacista judío feroz e implacable, de carácter expansionista, que ha sido cultural y socialmente institucionalizado. Pensar que un pueblo cruelmente oprimido no reaccionará ante la opresión de la que es víctima, es ser extremadamente ignorante respecto de la naturaleza humana.

Nunca en la historia un pueblo oprimido ha permanecido sin reaccionar contra sus verdugos. Es necesario entender que sólo es posible oprimir a las personas hasta cierto punto. Con el tiempo, las víctimas de la opresión se hartan; y los más resentidos darán rienda suelta a todo su resentimiento, normalmente de forma muy agresiva. Incluso los judíos polacos se levantaron contra los verdugos nazis en el valiente levantamiento del ghetto de Varsovia de 1943. Judíos valientes y decididos resistieron a los nazis durante más de un mes. Aunque fueron derrotados, resistieron hasta agotar la última fibra de coraje.

Al analizar las deplorables políticas de las que son víctimas los palestinos –como el racismo institucionalizado, el vandalismo y la demolición de propiedades, la invasión y confiscación de tierras, las restricciones a la libertad de movimiento, la continua marginación territorial y política, y las detenciones arbitrarias–, es muy fácil comprender qué motiva realmente los ataques terroristas. Son una reacción a la opresión y la injusticia sistémicas. Y la injusticia siempre ha servido como catalizador de la desesperación y el resentimiento. Y la desesperación y el resentimiento combinados a menudo producen una reacción violenta.

Evidentemente, no es el propósito de este artículo justificar actos de terrorismo. Pero sí mostrar las causas, orígenes y condiciones responsables de desencadenar la violencia cometida por los palestinos contra los israelíes. Muchos periodistas de los principales medios corporativos y activistas fanáticos pro-israelíes se han acostumbrado a demonizar a los palestinos, contentándose con decir que hacen lo que hacen porque son criaturas perversas y malvadas. Pero lo que estas personas nos dan es una visión simplista del conflicto: Israel siempre tiene razón y nunca hace nada malo –y, por lo tanto, es una pobre víctima inocente. Sin embargo, los palestinos son el epítome del mal. Se trata de personas crueles y agresivas que, impulsadas por un odio ciego, se obsesionan con matar a ciudadanos israelíes.

Ésto, sin embargo, no es más que reduccionismo burdo y falaz, saturado de motivaciones ideológicas, incapaz de explicar honestamente las causas de la violencia.

Como ha señalado este artículo, la violencia palestina no es gratuita; es fundamentalmente reactiva. La investigación honesta de la situación muestra que la violencia cometida por los palestinos es, ante todo, la reacción desesperada a un problema mayor, que no es debartido, ni discutido, ni siquiera es oficialmente expuesto, sino que se lo esconde constantemente debajo de la alfombra.

La situación que enfrentan los palestinos –siendo enérgicamente oprimidos por la ocupación permanente de una potencia extranjera– explica perfectamente el incesante ciclo de violencia que aflige a Israel y los territorios ocupados.

Los palestinos forman una masa de personas que han sido privadas de sus derechos fundamentales, y tratadas como insectos y microbios por el gobierno israelí, los colonos israelíes y también por la comunidad internacional. Son como plagas que hay que contener y exterminar, y el ejército israelí es el pesticida cuyo trabajo es combatir la pestilencia.

Ahora, es obvio que lo que enfrentan los palestinos es una condición crónica de opresión y tiranía. Y es demasiado irreal creer que personas en condiciones tan degradantes no reaccionarán. Y las personas que no tienen nada que perder, a menudo se ven impulsadas a cometer actos de violencia extrema (que serán proporcionales a la desesperación que los motiva).

La inconveniente e incómoda verdad que surge de este análisis (y que muchos prefieren ignorar) muestra que las políticas israelíes llevadas a cabo contra los palestinos son directamente responsables de la condición de inseguridad que afecta a la región. Son estas políticas deplorables –que han institucionalizado un patrón circular de injusticias institucionalizadas–, las que motivan actos de agresión, violencia y ataques terroristas por parte de los palestinos.

Tan importante como abordar el problema del terrorismo es analizar sus causas. Al fin y al cabo, analizando las causas descubrimos qué es lo que realmente ocasiona el problema. Al descubrir qué ocasiona el problema, llegamos a los posibles culpables. Al llegar a los posibles culpables, podemos hacer un diagnóstico preciso. Y haciendo un diagnóstico preciso, es posible idear una solución. Es imposible poner fin al terrorismo si sus principales causas no son analizadas, expuestas, sometidas a escrutinio detallado, y combatidas adecuadamente.

No tiene ningún sentido intentar explicar el problema, reduciéndolo a una conveniente descalificación moral de los palestinos, y dando explicaciones genéricas del terrorismo. Es necesario reconocer que Israel es la causa de un enorme problema, y que los palestinos tienen demandas territoriales y de soberanía que son legítimas.

Desafortunadamente, ésto es algo que los principales medios corporativos se niegan categóricamente a hacer. Después de todo, es mucho más fácil retratar a los palestinos como criaturas bestiales y animales, que llevan a cabo actos recurrentes de violencia, motivados únicamente por una hostilidad gratuita, sin causa o motivo. Los principales medios de comunicación occidentales parecen tener un miedo grotesco a manchar la reputación de Israel.

La más relevante de las desagradables verdades que los medios se niegan a exponer, es la de la responsabilidad directa de Israel en la situación. Después de todo, al actuar como agente causante de políticas injustas, aplicadas contra los palestinos, el gobierno israelí termina creando las circunstancias que alientan el terrorismo. Lo que no es más que una reacción criminal contra la injusticia, que es consecuencia de un problema que las autoridades políticas de Israel se niegan a debatir, resolver, o incluso reconocer que existe.

Además, es esencial enfatizar que los miembros del gobierno israelí que alientan y promueven políticas ilegales de ocupación y colonización (y descuidan los problemas causados ​​por ellas), como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir –ellos mismos colonos residentes en Cisjordania–, están traicionando abiertamente a las personas a las que se suponía que debían servir.

Son estos individuos los que contribuyen a perpetuar una condición política y social que propaga la inseguridad interna, e indirectamente fomenta las condiciones para futuros ataques que matarán a personas inocentes. Son estas políticas deplorables las que contribuyen a hacer de Israel el lugar más peligroso del mundo para los judíos. ¿Quiere enviar judíos a la muerte? Envíelos a Israel. Allí tienen más probabilidades de ser asesinados que en cualquier otro lugar del mundo. Como declaró el rabino Elhanan Beck, “el Estado de Israel es el lugar más peligroso del mundo para el pueblo judío”.

Dicho ésto, la verdad es que es muy fácil culpar a los palestinos radicales que –motivados por el dolor y el resentimiento– cometen atrocidades contra ciudadanos israelíes. Sin embargo, analizar las causas que actúan como motor de esta violencia, es algo a lo que la mayoría de la gente se niega a hacer. Desafortunadamente, además de la ceguera ideológica, existe otra razón muy específica para ello.

Muchas personas que se han dado cuenta del injusto sistema de tiranía y opresión que se ha institucionalizado contra los palestinos, deciden guardar silencio porque, actualmente, cualquier crítica dirigida contra la sociedad o el gobierno israelí es suficiente para acusar a una persona de antisemitismo. En la sociedad israelí contemporánea, ésto puede significar la pérdida del empleo, acciones legales e incluso penas de prisión. Si se decide desafiar o criticar públicamente al estado de Israel, se sufrirá algún tipo de intimidación y represalia.

Para citar un ejemplo de esta situación, a finales del año pasado el profesor israelí Meir Baruchin fue despedido de la escuela donde enseñaba, por compartir historias de palestinos en sus redes sociales. Luego, el Ministerio de Educación suspendió su licencia de profesor. Posteriormente, la policía de Jerusalén lo citó a declarar. Poco después, fue acusado de dos delitos: intención de cometer actos de traición contra el estado de Israel, e intención de alterar el orden público.

Como se puede ver en un incidente de esta naturaleza, luchar contra el supremacismo judío no será, de ninguna manera, la tarea más fácil de realizar. Luchar contra el despotismo sionista es algo que definitivamente requiere un alto nivel de coraje y determinación. Afortunadamente, hay un coro significativo de judíos (tanto religiosos como seculares) que protestan en nombre de los palestinos, y crece cada día que pasa.

Lamentablemente, como nos han demostrado las últimas décadas, se trata de un problema cuya solución será difícil de implementar. Israel disfruta del apoyo incondicional de Estados Unidos, de un lobby excepcionalmente poderoso, y de una masa de nacionalistas, entusiastas y activistas ideológicos, que no están en absoluto interesados ​​en reconocer las demandas de los palestinos, ni en considerarlos como víctimas oprimidas por un patrón cíclico de injusticias sistémicas. De hecho, si lo hicieran, estas personas se verían obligadas a reconocer los crímenes perpetrados continuamente por el estado de Israel. Y entonces se verían obligados a revisar sus creencias, convicciones personales y posiciones ideológicas. Algo que la mayoría ciertamente no está dispuesta a hacer.

Lo más probable es que todos los crímenes y transgresiones descritos en este artículo, perpetrados por el gobierno israelí y los colonos israelíes contra los palestinos, continúen durante mucho tiempo. Los sionistas tienen suficiente poder para mantener el statu quo y preservarlo en su beneficio. El hecho de que esta situación se prolongue durante décadas, es una prueba irrefutable de ello.

Ciertamente, el proceso de ocupación de Cisjordania no sólo continuará, sino que muy probablemente se expandirá. Hace unas semanas salió a la luz un escándalo cuando se descubrió que numerosas sinagogas en Estados Unidos y Canadá estaban celebrando eventos de venta de bienes raíces exclusivamente para judíos en Cisjordania.

Afortunadamente, algunos judíos valientes protestaron enérgicamente contra esto, e incluso aprovecharon la oportunidad para hablar sobre el genocidio en la Franja de Gaza. Sin embargo, la conciencia sobre la difícil situación de los palestinos necesita mucha más exposición y debate. Y ésto depende en gran medida de la valentía de los judíos antisionistas, que a menudo acaban siendo marginados por su propia comunidad por manifestarse contra la tiranía de la ocupación israelí.

Evidentemente la descripción que he hecho de las terribles injusticias que afectan a los palestinos, es sólo un resumen de los tormentos y graves aflicciones que miles de ellos tienen que afrontar a diario en Cisjordania y Jerusalén Este (la situación en la Franja de Gaza es una caso aparte, y merece un artículo dedicado).

Décadas de colonización y ocupación ilegal han institucionalizado un sistema arbitrario de injusticias sistemáticas, que está protegido por una fuerte estructura política, de naturaleza vertical y autocrática. Por tanto, cambiar la situación actual es bastante difícil. Dadas estas circunstancias tan desfavorables, es fácil ver que las perspectivas de futuro para los palestinos no parecen prometedoras. ¿Pero y cuándo lo fueron? Como siempre, tendrán que afrontar el futuro con la misma valentía, resignación y resiliencia que han demostrado durante las últimas décadas.

Los palestinos son posiblemente el pueblo más agraviado, marginado y oprimido de la historia contemporánea reciente. Desafortunadamente, la distorsión de las narrativas promovidas por los principales medios corporativos –que invierten la posición de opresor y víctima– hace que la opresión de los palestinos por parte del gobierno israelí no parezca tan obvia o evidente.

Sin embargo, cuando dejamos de racionalizar, ciertos hechos nos molestan. Después de todo, Israel es la potencia política y militar regional. Palestina, por otra parte, ni siquiera es un país. A diferencia de Israel, no tiene una fuerza militar significativa. No tiene poder político real ni gran influencia en la comunidad internacional. ¿Desde cuándo el más débil puede ser opresor del más fuerte? ¿Por qué los palestinos harían todo lo posible para atacar a un adversario al que no pueden derrotar?

Quizás no quieran “vencer” a los israelíes, sino recuperar el territorio, los derechos y la dignidad perdidos. Y tal vez recurran a la violencia porque la situación política que les impone el poder sionista dominante no les ofrece otra alternativa. Sin embargo, aceptar la humillación de la sumisión con pasividad, es una condición que ningún pueblo que haya sido subyugado arbitrariamente puede tolerar por mucho tiempo.

De hecho, un estudio exhaustivo de la condición de los palestinos muestra que el gobierno israelí no está en absoluto preocupado por ellos. Para colmo, las explicaciones genéricas y superficiales que los medios convencionales ponen a disposición del gran público, ponen en entredicho la comprensión real y objetiva de la situación.

La narrativa fabricada y descaradamente repetida por los grandes medios de comunicación, muestra un brutal cambio de roles –los palestinos se han transformado en villanos despiadados, y la nación de Israel es siempre la pobre víctima inocente.

Como dice el activista estadounidense Malcolm X (expresándose precisamente sobre la cuestión Israel-Palestina): “Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a las personas que están siendo oprimidas, y amar a las personas que practican la opresión”.

 

 

 

 

Traducido por el Ms. Lic. Cristian Vasylenko

Wagner Hertzog
Wagner Hertzog
é um defensor radical das liberdades individuais e um dedicado opositor da ditadura totalitária politicamente correta. Atualmente está sendo processado por artigo publicado neste site, que foi posteriormente removido por ordem judicial.
RELATED ARTICLES

DEIXE UMA RESPOSTA

Por favor digite seu comentário!
Por favor, digite seu nome aqui

Most Popular

Recent Comments

Maurício J. Melo on A casta política de Milei
Maurício J. Melo on A vitória é o nosso objetivo
Maurício J. Melo on A vitória é o nosso objetivo
Leitão de Almeida on Esquisitices da Religião Judaica
Maurício J. Melo on Esquisitices da Religião Judaica
Taurindio on Chegando a Palestina
Maurício J. Melo on Esquisitices da Religião Judaica
Fernando Chiocca on Anarcosionismo
Fernando Chiocca on Anarcosionismo
Daniel Gomes on Milei é um desastre
Daniel Gomes on Milei é um desastre
maurício on Milei é um desastre
Leitão de Almeida on Milei é um desastre
Joaquim Saad on Anarcosionismo
Mateus on Anarcosionismo
Revoltado on Justificando o mal
SilvanaB on Ayn Rand está morta
SilvanaB on Ayn Rand está morta
SilvanaB on Ayn Rand está morta
Carlos Santos Lisboa on A Argentina deve repudiar sua dívida
Jeferson Santana Menezes on As seis lições
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Luan Oliveira on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
PAULO ROBERTO MATZENBACHER DA ROSA on O mito do genocídio congolês de Leopoldo II da Bélgica
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on O antissemitismo do marxismo 
Maurício J. Melo on O antissemitismo do marxismo 
Maurício J. Melo on Bem-estar social fora do estado
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on Objetivismo, Hitler e Kant
Norberto Correia on A Teoria da Moeda e do Crédito
maurício on O Massacre
Maurício J. Melo on A vietnamização da Ucrânia
Maurício J. Melo on A vietnamização da Ucrânia
Maurício J. Melo on Intervenção estatal e Anarquia
Maurício J. Melo on O Massacre
ROBINSON DANIEL DOS SANTOS on A falácia da Curva de Laffer
Maurício J. Melo on Da natureza do Estado
Maurício J. Melo on Da natureza do Estado
Maurício J. Melo on Um mau diagnóstico do populismo
Maurício J. Melo on O que é autodeterminação?
Marco Antônio F on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Renato Cipriani on Uma tarde no supermercado . . .
Maurício J. Melo on O mito do Homo Economicus
Voluntarquista Proprietariano on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Antonio Marcos de Souza on A Ditadura Ginocêntrica Ocidental
Maurício J. Melol on O problema do microlibertarianismo
Leninha Carvalho on As seis lições
Carlos Santos Lisboa on Confederados palestinos
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Marco Antônio F on Israel enlouqueceu?
Maurício J. Melo on Confederados palestinos
Maurício J. Melo on Confederados palestinos
Fernando Chiocca on Confederados palestinos
Matheus Polli on Confederados palestinos
Pobre Mineiro on Confederados palestinos
Matheus Oliveira De Toledo on Verdades inconvenientes sobre Israel
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ana Laura Schilling on A pobreza do debate sobre as drogas
Maurício J. Melo on Israel enlouqueceu?
Fernando Chiocca on Israel enlouqueceu?
Matheus Oliveira De Toledo on A queda do pensamento crítico
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Julio Cesar on As seis lições
Marco Antônio F on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Carola Megalomaníco Defensor do Clero Totalitário Religioso on Política é tirania por procuração
historiador on Por trás de Waco
Francês on O mistério continua
Revoltado on O mistério continua
Maurício J. Melo on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
José Tadeu Silva on A OMS é um perigo real e presente
Revoltado on Dia da Mulher marxista
José Olimpio Velasques Possobom on É hora de separar escola e Estado
Bozo Patriotário Bitconheiro on Libertarianismo e boicotes
maurício on A catástrofe Reagan
maurício on A catástrofe Reagan
Imbecil Individual on A catástrofe Reagan
Flávia Augusta de Amorim Veloso on Tragédia provocada: A síndrome da morte súbita
Conrado Morais on O mal inerente do centrismo
Maurício J. Melo on Isso é legal?
Maurício J. Melo on O que podemos aprender com Putin
Imbecil Individual on Por que as drogas são proibidas?
Marco Antônio F on Por que as drogas são proibidas?
Marco Antônio F on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Daniel Gomes on Sobre a guerra na Palestina
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Maurício J. Melo on Uma Carta Aberta a Walter E. Block
Estado máximo, cidadão mínimo. on O que realmente está errado com o plano industrial do PT
Maurício J. Melo on Sobre a guerra na Palestina
Maurício J. Melo on Kulturkampf!
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Covid e conformismo no Japão
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Pobre Mineiro on Tem cheiro de Genocídio
Rodrigo Alfredo on Tem cheiro de Genocídio
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Maurício J. Melo on Tem cheiro de Genocídio
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Pobre Mineiro on Fora de Controle
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Antonio Gilberto Bertechini on Por que a crise climática é uma grande farsa
Pobre Mineiro on Fora de Controle
Phillipi on Anarquismo cristão
Maurício on A tramoia de Wuhan
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Chris on Fora de Controle
Maurício J. Melo on Os lados da história
Pobre Mineiro on “Os piores dias em Gaza”
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Fernando Chiocca on “Os piores dias em Gaza”
Pobre Mineiro on Os lados da história
Fernando Chiocca on “Os piores dias em Gaza”
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Cristério Pahanguasimwe. on O que é a Economia Austríaca?
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on A imoralidade da COP28
Maurício J. Melo on Sim, existem palestinos inocentes
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Fernando Chiocca on Sim, existem palestinos inocentes
HELLITON SOARES MESQUITA on Sim, existem palestinos inocentes
Revoltado on A imoralidade da COP28
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Fernando Chiocca on Morte e destruição em Gaza
HELLITON SOARES MESQUITA on Morte e destruição em Gaza
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on Inspiração para a Nakba?
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Maurício J. Melo on A controvérsia em torno de JFK
Joaquim Saad on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on A Economia de Javier Milei
Maurício J. Melo on A Economia de Javier Milei
Maurício J. Melo on Combatendo a ofensiva do Woke
Pobre Mineiro on Rothbard sobre Guerra
Douglas Silvério on As seis lições
Maurício José Melo on A verdadeira tragédia de Waco
Joaquim Saad on O Retorno à Moeda Sólida
Joaquim Saad on O Retorno à Moeda Sólida
Maurício J. Melo on Juízes contra o Império da Lei
Revoltado on George Floyd se matou
Revoltado on George Floyd se matou
Juan Pablo Alfonsin on Normalizando a feiura e a subversão
Cláudio Aparecido da Silva. on O conflito no Oriente Médio e o que vem por aí
Maurício J. Melo on A economia e o mundo real
Maurício J. Melo on George Floyd se matou
Victor Camargos on A economia e o mundo real
Pobre Mineiro on George Floyd se matou
Revoltado on George Floyd se matou
Universitário desmiolado on A precária situação alimentar cubana
JOSE CARLOS RODRIGUES on O maior roubo de ouro da história
Historiador Libertário on Rothbard, Milei, Bolsonaro e a nova direita
Pobre Mineiro on Vitória do Hamas
Edvaldo Apolinario da Silva on Greves e sindicatos criminosos
Maurício J. Melo on Como se define “libertário”?
Maurício J. Melo on A economia da guerra
Alexander on Não viva por mentiras
Lady Gogó on Não viva por mentiras
Roberto on A era da inversão
Roberto on A era da inversão
Samsung - Leonardo Hidalgo Barbosa on A anatomia do Estado
Maurício J. Melo on O Anarquista Relutante
Caterina Mantuano on O Caminho da Servidão
Maurício J. Melo on Mais sobre Hiroshima e Nagasaki
Pedro Lopes on A realidade na Ucrânia
Eduardo Prestes on A verdade sobre mães solteiras
Guilherme on Imposto sobre rodas
José Olimpio Velasques Possobom on Precisamos de verdade e beleza
Ex-microempresario on A OMS é um perigo real e presente
José Olimpio Velasques Possobom on A OMS é um perigo real e presente
Maurício J. Melo on Rothbard sobre o utilitarismo
LUIZ ANTONIO LORENZON on Papa Francisco e a vacina contra a Covid
Juri Peixoto on Entrevistas
Maurício J. Melo on Os Incas e o Estado Coletivista
Marcus Seixas on Imposto sobre rodas
Samuel Jackson on Devemos orar pela Ucrânia?
Maurício J. Melo on Imposto sobre rodas
Lucas Q. J. on Imposto sobre rodas
Tony Clusters on Afinal, o agro é fascista?
Joaquim Saad on A justiça social é justa?
Caterina on Mercado versus estado
Fernando Chiocca on A ética da liberdade
Fernando Chiocca on A verdadeira tragédia de Waco
Carlos Eduardo de Carvalho on Ação Humana – Um Tratado de Economia
João Marcos Theodoro on Ludwig von Mises: um racionalista social
Maurício José Melo on Lacrada woke em cima de Rothbard?
José Carlos Munhol Jr on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Fernando Chiocca on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Matador de onça on Os “direitos” dos animais
Micael Viegas Alcantara de Souza on Em defesa do direito de firmar contratos livremente
Adversário do Estado on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Maurício José Melo on Nações por consentimento
Nairon de Alencar on Precisamos do Estado?
Marcus Seixas on Aflições Econômicas
Nairon de Alencar on O Governo Onipotente
Demetrius Giovanni Soares on O Governo Onipotente
Nairon de Alencar on A economia da inveja
Nairon de Alencar on Leitura de Sima Qian
Nairon de Alencar on O que sabíamos nos primeiros dias
Cândido Martins Ribeiro on A Mulher Rei dá ‘tilt’ na lacração
Robertodbarros on Precisamos de verdade e beleza
Cândido Martins Ribeiro on Precisamos de verdade e beleza
Cândido Martins Ribeiro on Precisamos de verdade e beleza
Robertodbarros on Precisamos de verdade e beleza
Marcus Seixas on O problema da democracia
Marcus Seixas on O problema da democracia
Marco Antonio F on O problema da democracia
Marco Antonio F on O problema da democracia
Cândido Martins Ribeiro on O problema da democracia
Cândido Martins Ribeiro on As linhas de frente das guerras linguísticas
Richard Feynman on Por que você não vota?
Maurício J. Melo on A fogueira de livros do Google
Maurício J. Melo on Por que você não vota?
Maurício J. Melo on Em defesa dos demagogos
Yabhiel M. Giustizia on Coerção e Consenso
Maurício J. Melo on Hoppefobia Redux
Maurício J. Melo on O problema com a autoridade
Maurício J. Melo on Raça! Aquele livro de Murray
Cândido Martins Ribeiro on Europa se suicida com suas sanções
Cândido Martins Ribeiro on Como os monarcas se tornaram servos do Estado
Nikus Janestus on Os “direitos” dos animais
João Marcos Theodoro on O verdadeiro significado de inflação
Maurício J. Melo on O ex-mafioso e a Democracia
Nikus Janestus on O ex-mafioso e a Democracia
Maurício J. Melo on Comédia Vs Estado
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Al Capone e a data de validade
Fernando Chiocca on Comédia Vs Estado
dannobumi on Comédia Vs Estado
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on O coletivismo implícito do minarquismo
Demetrius Giovanni Soares on O coletivismo implícito do minarquismo
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on Carta aos Brasileiros Contra a Democracia
Demetrius Giovanni Soares on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Mensagem de Natal de Viganò
Maurício J. Melo on Mentiras feias do Covid
Cândido Martins Ribeiro on Soljenítsin sobre a OTAN, Ucrânia e Putin
Cândido Martins Ribeiro on Soljenítsin sobre a OTAN, Ucrânia e Putin
Maurício J. Melo on Os vândalos linguísticos
Richard Feynman on A guerra imaginária
Shrek on Morte por vacina
Maurício J. Melo on Morte por vacina
Kletos Kassaki on Os verdadeiros anarquistas
Cândido Martins Ribeiro on A guerra imaginária
Maurício J. Melo on A guerra imaginária
Thomas Morus on A guerra imaginária
Cândido Martins Ribeiro on A guerra imaginária
Joaquim Saad on Os verdadeiros anarquistas
Cândido Martins Ribeiro on A conspiração Covid contra a humanidade
Gabriel Figueiro on Estado? Não, Obrigado!
Maurício J. Melo on Revelação do método
Maurício J. Melo on A missão de Isaías
Maurício J. Melo on A questão dos camelôs
Nikus Janestus on A questão dos camelôs
Ancapo Resfrogado on Votar deveria ser proibido
Fernando Chiocca on A missão de Isaías
Maurício J. Melo on Reservas fracionárias são fraude
Sedevacante Católico on A missão de Isaías
Sedevacante Católico on Uma vitória para a vida e a liberdade
Richard Feynman on A missão de Isaías
Richard Feynman on Cristianismo Vs Estatismo
Nikus Janestus on Cristianismo Vs Estatismo
Maurício J. Melo on Cristianismo Vs Estatismo
Maurício J. Melo on A ontologia do bitcoin
Maurício J. Melo on Sobre “as estradas” . . .
Nikus Janestus on Sobre “as estradas” . . .
Maurício J. Melo on Sobre “as estradas” . . .
Nikus Janestus on Sobre “as estradas” . . .
Richard Feynman on A busca pela liberdade real
Robertodbarros on A busca pela liberdade real
Maurício J. Melo on Coletivismo de Guerra
Maurício J. Melo on A Ditadura Ginocêntrica Ocidental
Simon Riley on Contra a Esquerda
Thomas Cotrim on Canudos vs estado positivo
Junior Lisboa on Canudos vs estado positivo
Thomas Cotrim on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on A guerra da Ucrânia é uma fraude
Richard Feynman on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on O inimigo dos meus inimigos
Maurício J. Melo on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on A questão das nacionalidades
Maurício J. Melo on Todo mundo é um especialista
Maurício J. Melo on Adeus à Dama de Ferro
Maurício J. Melo on As elites erradas
Maurício J. Melo on Sobre a defesa do Estado
Maurício J. Melo on Após os Romanovs
Maurício J. Melo on A situação militar na Ucrânia
Amigo do Ancapistao on Entendendo a guerra entre oligarquias
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on Toda a nossa pompa de outrora
Maurício J. Melo on Duas semanas para achatar o mundo
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on Após os Romanovs
Maurício J. Melo on Os antropólogos refutaram Menger?
Dalessandro Sofista on O mito de hoje
Dalessandro Sofista on Uma crise mundial fabricada
Maurício J. Melo on O mito de hoje
Carlos Santanna on A vingança dos Putin-Nazistas!
Maurício J. Melo on O inimigo globalista
cosmic dwarf on O inimigo globalista
Maurício J. Melo on O inimigo globalista
Richard Feynman on Heróis, vilões e sanções
Fernando Chiocca on A vingança dos Putin-Nazistas!
Maurício J. Melo on A vingança dos Putin-Nazistas!
Marcus Seixas on O que temos a perder
Maurício J. Melo on Putin é o novo coronavírus?
Maurício J. Melo on A esquerda, os pobres e o estado
Maurício J. Melo on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on O que temos a perder
Richard Feynman on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on Tudo por culpa da OTAN
Maurício J. Melo on O Ocidente é o melhor – Parte 3
Maurício J. Melo on Trudeau: nosso inimigo mortal
Teóphilo Noturno on Pelo direito de não ser cobaia
pauloricardomartinscamargos@gmail.com on O verdadeiro crime de Monark
Maurício J. Melo on O verdadeiro crime de Monark
Maurício J. Melo on A Matrix Covid
cosmic dwarf on A Matrix Covid
vagner.macedo on A Matrix Covid
Vitus on A Matrix Covid
Maurício J. Melo on Síndrome da Insanidade Vacinal
James Lauda on Mentiras gays
cosmic dwarf on Mentiras gays
Marcus Seixas on Da escuridão para a luz
Maurício J. Melo on Da escuridão para a luz
Maurício J. Melo on Mentiras gays
Richard Feynman on Mentiras gays
carlosoliveira on Mentiras gays
carlosoliveira on Mentiras gays
Maurício J. Melo on A mudança constante da narrativa
Mateus Duarte on Mentiras gays
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on O que deve ser feito
Fabricia on O que deve ser feito
Maurício J. Melo on Moderados versus radicais
Richard Feynman on Moderados versus radicais
Richard Feynman on As crianças do comunismo
felipecojeda@gmail.com on O sacrifício monumental de Novak Djokovic
Matos_Rodrigues on As crianças do comunismo
Matos_Rodrigues on As crianças do comunismo
Maurício J. Melo on As crianças do comunismo
Richard Feynman on É o fim das doses de reforço
Maurício J. Melo on É o fim das doses de reforço
felipecojeda@gmail.com on É o fim das doses de reforço
Kletos Kassaki on É o fim das doses de reforço
Maurício J. Melo on Rothbard e as escolhas imorais
Maurício J. Melo on A apartação dos não-vacinados
Maurício J. Melo on A apartação dos não-vacinados
Yuri Castilho Wermelinger on Como retomar nossa liberdade em 2022
Marcus Seixas on Uma sociedade conformada
Maurício J. Melo on Abaixo da superfície
Robertodbarros on Abaixo da superfície
Richard Feynman on Anarquismo cristão
Maurício J. Melo on Anarquismo cristão
Quebrada libertaria on Anarquismo cristão
gfaleck@hotmail.com on Anarquismo cristão
Maurício J. Melo on Fauci: o Dr. Mengele americano
Maurício J. Melo on O homem esquecido
Filodóxo on O custo do Iluminismo
Maurício J. Melo on Contra a Esquerda
RF3L1X on Contra a Esquerda
RF3L1X on Contra a Esquerda
Robertodbarros on Uma pandemia dos vacinados
Robertodbarros on Uma pandemia dos vacinados
Maurício J. Melo on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Maurício J. Melo on Hugh Akston = Human Action?
Richard Feynman on Corrupção legalizada
Principalsuspeito on Corrupção legalizada
Maurício J. Melo on Hoppefobia
Maurício J. Melo on Hoppefobia
Richard Feynman on O que a economia não é
Richard Feynman on O que a economia não é
Maurício J. Melo on O que a economia não é
Richard Feynman on O que a economia não é
Douglas Volcato on O Mito da Defesa Nacional
Douglas Volcato on Economia, Sociedade & História
Canal Amplo Espectro Reflexoes on A Cingapura sozinha acaba com a narrativa covidiana
Daniel Vitor Gomes on Hayek e o Prêmio Nobel
Maurício J. Melo on Hayek e o Prêmio Nobel
Maurício J. Melo on Democracia e faits accomplis
Gilciclista on DECLARAÇÃO DE MÉDICOS
Gael I. Ritli on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on Claro que eu sou um libertário
Maurício J. Melo on DECLARAÇÃO DE MÉDICOS
Maurício J. Melo on Donuts e circo
Maurício J. Melo on Um libertarianismo rothbardiano
Daniel Vitor Gomes on O mito da “reforma” tributária
Daniel Vitor Gomes on Populismo de direita
Daniel Vitor Gomes on Os “direitos” dos animais
Daniel Vitor Gomes on Os “direitos” dos animais
Maurício J. Melo on A verdade sobre fake news
Hemorroida Incandescente do Barroso on Socialismo – Uma análise econômica e sociológica
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Maurício J. Melo on Nem votos nem balas
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on A lei moral contra a tirania
Maurício J. Melo on A ética da liberdade
cosmic dwarf on O Império contra-ataca
peridot 2f5l cut-5gx on Nacionalismo e Secessão
Maurício J. Melo on Nacionalismo e Secessão
The Schofield County on O catolicismo e o austrolibertarianismo
The Schofield County on O catolicismo e o austrolibertarianismo
pauloartur1991 on O Mito da Defesa Nacional
Cadmiel Estillac Pimentel on A teoria subjetivista do valor é ideológica?
Maurício J. Melo on Anarcocapitalismo e nacionalismo
Maurício J. Melo on A pobreza: causas e implicações
Richard Feynman on O inimigo é sempre o estado
Robertodbarros on Como o Texas matou o Covid
cosmic dwarf on Como o Texas matou o Covid
ApenasUmInfiltradonoEstado on Cientificismo, o pai das constituições
Paulo Marcelo on A ascensão do Bitcoin
Robertodbarros on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on O inimigo é sempre o estado
Fernando Chiocca on O inimigo é sempre o estado
Robertodbarros on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on O inimigo é sempre o estado
Rafael Henrique Rodrigues Alves on Criptomoedas, Hayek e o fim do papel moeda
Richard Feynman on Que mundo louco
Maurício J. Melo on Que mundo louco
gabriel9891 on Os perigos das máscaras
Will Peter on Os perigos das máscaras
Fernando Chiocca on Os perigos das máscaras
guilherme allan on Os perigos das máscaras
Juliano Arantes de Andrade on Não existe “seguir a ciência”
Maurício J. Melo on Mises sobre secessão
Fernando Chiocca on O velho partido novo
Maurício J. Melo on O velho partido novo
Richard Feynman on O velho partido novo
Maurício J. Melo on Não temas
Claudio Souza on Brasil, tira tua máscara!
Maurício J. Melo on Por que imposto é roubo
Yuri Castilho Wermelinger on A felicidade é essencial
Yuri Castilho Wermelinger on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Por que o jornalismo econômico é tão ruim?
Yuri Castilho Wermelinger on Por que o jornalismo econômico é tão ruim?
Maurício J. Melo on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Harmonia de classes, não guerra de classes
Yuri Castilho Wermelinger on Meu empregador exige máscara, e agora?
Yuri Castilho Wermelinger on O aniversário de 1 ano da quarentena
Maurício J. Melo on Em defesa do Paleolibertarianismo
Maurício J. Melo on O cavalo de Troia da concorrência
Maurício J. Melo on A Era Progressista e a Família
Rômulo Eduardo on A Era Progressista e a Família
Yuri Castilho Wermelinger on Quem controla e mantém o estado moderno?
Richard Feynman on Por que Rothbard perdura
Mauricio J. Melo on O mito do “poder econômico”
Mauricio J. Melo on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on Manipulação em massa – Como funciona
Yuri Castilho Wermelinger on Coca-Cola, favoritismo e guerra às drogas
Mauricio J. Melo on Justiça injusta
Yuri Castilho Wermelinger on Coca-Cola, favoritismo e guerra às drogas
Richard Feynman on A grande fraude da vacina
Yuri Castilho Wermelinger on Hoppefobia
Mauricio J. Melo on Hoppefobia
Yuri Castilho Wermelinger on Máscara, moeda, estado e a estupidez humana
Joaquim Saad de Carvalho on Máscara, moeda, estado e a estupidez humana
Marcos Vasconcelos Kretschmer on Economia em 15 minutos
Mauricio J. Melo on Mises contra Marx
Zeli Teixeira de Carvalho Filho on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Joaquim Alberto Vasconcellos on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
A Vitória Eugênia de Araújo Bastos on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on A farsa sobre Abraham Lincoln
Maurício J. Melo on A farsa sobre Abraham Lincoln
charles santos da silva on Hoppe sobre como lidar com o Corona 
Luciano Gomes de Carvalho Pereira on Bem-vindo a 2021, a era da pós-persuasão!
Luciano Gomes de Carvalho Pereira on Bem-vindo a 2021, a era da pós-persuasão!
Rafael Rodrigo Pacheco da Silva on Afinal, qual é a desse “Grande Reinício”?
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Wendel Kaíque Padilha on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Marcius Santos on O Caminho da Servidão
Maurício J. Melo on A gênese do estado
Maurício J. Melo on 20 coisas que 2020 me ensinou
Kletos on Mostrar respeito?
Juliano Oliveira on 20 coisas que 2020 me ensinou
maria cleonice cardoso da silva on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
Regina Cassia Ferreira de Araújo on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
Alex Barbosa on Brasil, tira tua máscara!
Regina Lúcia Allemand Mancebo on Brasil, tira tua máscara!
Marcelo Corrêa Merlo Pantuzza on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
A Vitória Eugênia de Araújo Bastos on A maior fraude já perpetrada contra um público desavisado
Kletos on Salvando Vidas
Maurício J. Melo on As lições econômicas de Belém
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on O futuro que os planejadores nos reservam
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Maurício J. Melo on O mito da Constituição
Maurício J. Melo on Os alemães estão de volta!
Tadeu de Barcelos Ferreira on Não existe vacina contra tirania
Maurício J. Melo on Em defesa do idealismo radical
Maurício J. Melo on Em defesa do idealismo radical
RAFAEL RODRIGO PACHECO DA SILVA on A incoerência intelectual do Conservadorismo
Thaynan Paulo Fernandes Bezerra de Mendonça on Liberdade através do voto?
Maurício J. Melo on Liberdade através do voto?
Maurício J. Melo on Políticos são todos iguais
Fernando Chiocca on Políticos são todos iguais
Vitor_Woz on Por que paleo?
Maurício Barbosa on Políticos são todos iguais
Maurício J. Melo on Votar é burrice
Graciano on Votar é burrice
Maurício J. Melo on Socialismo é escravidão (e pior)
Raissa on Gaslighting global
Maurício J. Melo on Gaslighting global
Maurício J. Melo on O ano dos disfarces
Maurício J. Melo on O culto covidiano
Graciano on O ano dos disfarces
Johana Klotz on O culto covidiano
Graciano on O culto covidiano
Fernando Chiocca on O culto covidiano
Mateus on O culto covidiano
Leonardo Ferraz on O canto de sereia do Estado
Maurício J. Melo on Quarentena: o novo totalitarismo
Maurício J. Melo on Por que o Estado existe?  
Fernando Chiocca on I. Um libertário realista
Luis Ritta on O roubo do TikTok
Maurício J. Melo on Síndrome de Melbourne
Maurício J. Melo on Porta de entrada
Joaquim Saad on Porta de entrada
Kletos Kassaki on No caminho do estado servil
Maurício de Souza Amaro on Aviso sobre o perigo de máscaras!
Joaquim Saad on Justiça injusta
Maurício de Souza Amaro on Aviso sobre o perigo de máscaras!
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on No caminho do estado servil
Maurício J. Melo on Mises e Rothbard sobre democracia
Bruno Silva on Justiça injusta
Alberto Soares on O efeito placebo das máscaras
Bovino Revoltado on O medo é um monstro viral
Austríaco Iniciante on O medo é um monstro viral
Fernando Chiocca on A ética dos Lambedores de Botas
Matheus Alexandre on Opositores da quarentena, uni-vos
Maria Luiza Rivero on Opositores da quarentena, uni-vos
Rafael Bortoli Debarba on #SomosTodosDesembargardor
Ciro Mendonça da Conceição on Da quarentena ao Grande Reinício
Henrique Davi on O preço do tempo
Manoel Castro on #SomosTodosDesembargardor
Felipe L. on Por que não irei usar
Eduardo Perovano Santana on Prezados humanos: Máscaras não funcionam
Maurício J. Melo on Por que não irei usar
Pedro Antônio do Nascimento Netto on Prefácio do livro “Uma breve história do homem”
Joaquim Saad on Por que não irei usar
Matheus Alexandre on Por que não irei usar
Fernando Chiocca on Por que não irei usar
Fernando Chiocca on Por que não irei usar
Daniel Brandao on Por que não irei usar
LEANDRO FERNANDES on Os problemas da inflação
Luciana de Ascenção on Aviso sobre o perigo de máscaras!
Manoel Graciano on Preservem a inteligência!
Manoel Graciano on As lições do COVID-19
Manoel Graciano on Qual partido disse isso?
Manoel Graciano on Ambientalismo e Livre-Mercado
Abacate Libertário on O Ambientalista Libertário
Douglas Volcato on Uma defesa da Lei Natural
Joaquim Saad on Uma defesa da Lei Natural
Douglas Volcato on O Rio e o Velho Oeste
Ernesto Wenth Filho on Nietzsche, Pandemia e Libertarianismo
LAERCIO PEREIRA on Doença é a saúde do estado
Maurício J. Melo on Doença é a saúde do estado
José Carlos Andrade on Idade Média: uma análise libertária
Wellington Silveira Tejo on Cientificismo, o pai das constituições
Barbieri on O Gulag Sanitário
filipi rodrigues dos santos on O coletivismo implícito do minarquismo
filipi rodrigues dos santos on O coletivismo implícito do minarquismo
Kletos Kassaki on O Gulag Sanitário
Paulo Alberto Bezerra de Queiroz on Por que Bolsonaro se recusa a fechar a economia?
Privacidade on O Gulag Sanitário
Jothaeff Treisveizs on A Lei
Fernando Chiocca on É mentira
Renato Batista Sant'Ana on É mentira
Vanessa Marques on Sem produção não há renda
Anderson Lima Canella on Religião e libertarianismo
edersonxavierx@gmail.com on Sem produção não há renda
Mauricio Barbosa on Sem produção não há renda
Eduardo on Poder e Mercado
Valéria Affonso on Vocês foram enganados
JOAO B M ZABOT on Serviços não essenciais
Marcelino Mendes Cardoso on Vocês foram enganados
Jay Markus on Vocês foram enganados
Caio Rodrigues on Vocês foram enganados
Fernando Chiocca on Vocês foram enganados
João Rios on Vocês foram enganados
Sebastião on Vocês foram enganados
Alexandre Moreira Bolzani on Vocês foram enganados
João Victor Deusdará Banci on Uma crise é uma coisa terrível de se desperdiçar
João Victor Deusdará Banci on Mises, Hayek e a solução dos problemas ambientais
José Carlos Andrade on Banco Central é socialismo
thinklbs on O teste Hitler
Daniel Martinelli on Quem matou Jesus Cristo?
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on O que é a inflação?
Maurício J. Melo on Quem matou Jesus Cristo?
Edivaldo Júnior on Matemática básica do crime
Fernando Schwambach on Matemática básica do crime
Carloso on O PISA é inútil
Vítor Cruz on A origem do dinheiro
Maurício José Melo on Para entender o libertarianismo direito
LUIZ EDMUNDO DE OLIVEIRA MORAES on União Europeia: uma perversidade econômica e moral
Fernando Chiocca on À favor das cotas racistas
Ricardo on Imposto sobre o sol
vastolorde on Imposto sobre o sol
Max Táoli on Pobres de Esquerda
Joaquim Saad on Imposto sobre o sol
Fernando Chiocca on A ética da polícia
Paulo José Carlos Alexandre on Rothbard estava certo
Paulo José Carlos Alexandre on Rothbard estava certo
Paulo Alberto Bezerra de Queiroz Magalhães on Como consegui ser um policial libertário por 3 anos
fabio bronzeli pie on Libertarianismo Popular Brasileiro
João Pedro Nachbar on Socialismo e Política
SERGIO MOURA on O PISA é inútil
Jemuel on O PISA é inútil
Mariahelenasaad@gmail.com on O PISA é inútil
Yuri CW on O PISA é inútil
Rodrigo on Contra a esquerda
José Carlos Andrade on A maldade singular da esquerda
Lucas Andrade on À favor das cotas racistas
DouglasVolcato on À favor das cotas racistas
Fernando Chiocca on À favor das cotas racistas
TEFISCHER SOARES on À favor das cotas racistas
Natan R Paiva on À favor das cotas racistas
Joaquim Saad on À favor das cotas racistas
Caio Henrique Arruda on À favor das cotas racistas
Guilherme Nunes Amaral dos Santos on À favor das cotas racistas
GUSTAVO MORENO DE CAMPOS on A arma de fogo é a civilização
Samuel Isidoro dos Santos Júnior on Hoppefobia
Edmilson Moraes on O toque de Midas dos parasitas
Mauro Horst on Teoria do caos
Fernando Chiocca on Anarquia na Somália
liberotário on Anarquia na Somália
Rafael Bortoli Debarba on O teste Hitler
Lil Ancap on Por que eu não voto
Matheus Martins on A origem do dinheiro
OSWALDO C. B. JUNIOR on Se beber, dirija?
Jeferson Caetano on O teste Hitler
Rafael Bortoli Debarba on O teste Hitler
Rafael Bortoli Debarba on Nota sobre a alteração de nome
Alfredo Alves Chilembelembe Seyungo on A verdadeira face de Nelson Mandela
Nilo Francisco Pereira netto on Socialismo à brasileira, em números
Henrique on O custo do Iluminismo
Fernando Chiocca on Mises explica a guerra às drogas
Rafael Pinheiro on Iguais só em teoria
Rafael Bortoli Debarba on A origem do dinheiro
João Lucas on A anatomia do Estado
Fernando Chiocca on Simplificando o Homeschooling
Guilherme Silveira on O manifesto ambiental libertário
Fernando Chiocca on Entrevista com Miguel Anxo Bastos
DAVID FERREIRA DINIZ on Política é violência
Fernando Chiocca on A possibilidade da anarquia
Guilherme Campos Salles on O custo do Iluminismo
Eduardo Hendrikson Bilda on O custo do Iluminismo
Daniel on MÚSICA ANCAP BR
Wanderley Gomes on Privatize tudo
Joaquim Saad on O ‘progresso’ de Pinker
Cadu Pereira on A questão do aborto
Daniel on Poder e Mercado
Neliton Streppel on A Lei
Erick Trauevein Otoni on Bitcoin – a moeda na era digital
Skeptic on Genericídio
Fernando Chiocca on Genericídio
Antonio Nunes Rocha on Lord Keynes e a Lei de Say
Skeptic on Genericídio
Elias Conceição dos santos on O McDonald’s como o paradigma do progresso
Ignacio Ito on Política é violência
ANCAPISTA on Socialismo e Política
Élber de Almeida Siqueira on O argumento libertário contra a Lei Rouanet
ANTONIO CESAR RODRIGUES ALMENDRA on O Feminismo e o declínio da felicidade das mulheres
Neta das bruxas que nao conseguiram queimar on O Feminismo e o declínio da felicidade das mulheres
Jonathan Silva on Teoria do caos
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Gabriel Peres Bernes on Os “direitos” dos animais
Paulo Monteiro Sampaio Paulo on Teoria do caos
Mídia Insana on O modelo de Ruanda
Fernando Chiocca on Lei Privada
Joaquim Saad on Repensando Churchill
Helton K on Repensando Churchill
PETRVS ENRICVS on Amadurecendo com Murray
DANIEL UMISEDO on Um Livre Mercado em 30 Dias
Joaquim Saad on A verdade sobre fake news
Klauber Gabriel Souza de Oliveira on A verdadeira face de Nelson Mandela
Jean Carlo Vieira on Votar deveria ser proibido
Fernando Chiocca on A verdade sobre fake news
Lucas Barbosa on A verdade sobre fake news
Fernando Chiocca on A verdade sobre fake news
Arthur Clemente on O bem caminha armado
Fernando Chiocca on A falácia da Curva de Laffer
MARCELLO FERREIRA LEAO on A falácia da Curva de Laffer
Gabriel Ramos Valadares on O bem caminha armado
Maurício on O bem caminha armado
Rafael Andrade on O bem caminha armado
Raimundo Almeida on Teoria do caos
Vanderlei Nogueira on Imposto = Roubo
Vinicius on O velho partido novo
Mauricio on O mito Hiroshima
Lorhan Mendes Aniceto on O princípio da secessão
Ignacio Ito on O princípio da secessão
Matheus Almeida on A questão do aborto
Ignacio Ito on Imposto = Roubo
Hans Hoppe on Imposto = Roubo
Jonas Coelho Nunes on Mises e a família
Giovanni on A questão do aborto
Jan Janosh Ravid on A falácia da Curva de Laffer
Satoshi Rothbard on Por que as pessoas não entendem?
Fernando Chiocca on A agressão “legalizada”
Mateus Duarte on A agressão “legalizada”
Fernando Dutra on A ética da liberdade
Augusto Cesar Androlage de Almeida on O trabalhismo de Vargas: tragédia do Brasil
Fernando Chiocca on Como uma Economia Cresce
Hélio Fontenele on Como uma Economia Cresce
Grégoire Demets on A Mentalidade Anticapitalista
FILIPE OLEGÁRIO DE CARVALHO on Mente, Materialismo e o destino do Homem
Wallace Nascimento on A economia dos ovos de Páscoa
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on A economia dos ovos de Páscoa
Eugni Rangel Fischer on A economia dos ovos de Páscoa
Cristiano Firmino on As Corporações e a Esquerda
Luciano Pavarotti on Imposto é roubo
Luciano Pavarotti on As Corporações e a Esquerda
Leandro Anevérgetes on Fascismo: uma aflição bipartidária
FELIPE FERREIRA CARDOSO on Os verdadeiros campeões das Olimpíadas
mateus on Privatize tudo
victor barreto on O que é a inflação?
Fábio Araújo on Imposto é roubo
Henrique Meirelles on A falácia da Curva de Laffer
Paulo Filipe Ferreira Cabral on A falácia da Curva de Laffer
sephora sá on A pena de morte
Ninguem Apenas on A falácia da Curva de Laffer
UserMaster on O que é a inflação?
Pedro Enrique Beruto on O que é a inflação?
Matheus Victor on Socialismo e Política
Rafael on Por que paleo?
vanderlei nogueira on Sociedade sem estado
vanderlei nogueira on Independência de Brasília ou morte
vanderlei nogueira on Independência de Brasília ou morte
Fernando Chiocca on Por que paleo?
Esdras Donglares on Por que paleo?
Fernando Chiocca on A Amazônia é nossa?
Fernando Chiocca on A Amazônia é nossa?
Margareth on A Amazônia é nossa?
André Lima on A questão do aborto
Fernando Chiocca on Socialismo e Política
André Manzaro on Por que paleo?
Markut on O mito Hiroshima
Eduardo César on Por que paleo?
Thiago Ferreira de Araujo on Porque eles odeiam Rothbard
mauricio barbosa on Capitalismo bolchevique
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on Uma agência assassina
rodrigo nunes on Sociedade sem estado
Fernando Chiocca on A natureza interior do governo
Marcello Perez Marques de Azevedo on Porque eles odeiam Rothbard
Virgílio Marques on Sociedade sem estado
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on O que é a inflação?
Fernando Chiocca on A ética da liberdade
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Rafael Andrade on Por que imposto é roubo
Joseli Zonta on O presente do Natal
Ana Fernanda Castellano on Liberalismo Clássico Vs Anarcocapitalismo
Luciano Takaki on Privatizar por quê?
joão bosco v de souza on Privatizar por quê?
saoPaulo on A questão do aborto
joão bosco v de souza on Sociedade sem estado
Luciano Takaki on Sociedade sem estado
Luciano Takaki on Privatizar por quê?
joão bosco v de souza on Sociedade sem estado
joão bosco v de souza on Privatizar por quê?
Júnio Paschoal on Hoppefobia
Sem nomem on A anatomia do estado
Fernando Chiocca on Teoria do caos
RAFAEL SERGIO on Teoria do caos
Luciano Takaki on A questão do aborto
Bruno Cavalcante on Teoria do caos
Douglas Fernandes Dos Santos on Revivendo o Ocidente
Hélio do Amaral on O velho partido novo
Rafael Andrade on Populismo de direita
Fernando Chiocca on Votar deveria ser proibido
Thiago Leite Costa Valente on A revolução de Carl Menger
mauricio barbosa on O mito do socialismo democrático
Felipe Galves Duarte on Cuidado com as Armadilhas Kafkianas
mauricio barbosa on A escolha do campo de batalha
Leonardo da cruz reno on A posição de Mises sobre a secessão
Votin Habbar on O Caminho da Servidão
Luigi Carlo Favaro on A falácia do valor intrínseco
Bruno Cavalcante on Hoppefobia
Wellington Pablo F. on Pelo direito de dirigir alcoolizado
ANONIMO on Votos e Balas
Marcos Martinelli on Como funciona a burocracia estatal
Bruno Cavalcante on A verdade, completa e inegável
Aristeu Pardini on Entenda o marxismo em um minuto
Fernando Chiocca on O velho partido novo
Enderson Correa Bahia on O velho partido novo
Eder de Oliveira on A arma de fogo é a civilização
Fernando Chiocca on A arma de fogo é a civilização
Heider Leão on Votar é uma grande piada
Leo Lana on O velho partido novo
Fernando Chiocca on O mito do império da lei
gustavo ortenzi on O mito do império da lei
Douglas Fernandes Dos Santos on Democracia – o deus que falhou
mauricio barbosa on INSS e a ilusão de seguridade
mauricio barbosa on Justiça e direito de propriedade
Josias de Paula Jr. on Independência de Brasília ou morte
Bruno Cavalcante on Democracia – o deus que falhou
paulistana on IMB sob nova direção
Alexandre on IMB sob nova direção