InícioespañolCapitalismo, Comunismo, Fascismo, Patriarcado –Los Convenientes Espantajos

Capitalismo, Comunismo, Fascismo, Patriarcado –Los Convenientes Espantajos

Si hay algo que la derecha y la izquierda tienen en común, es su fetichismo por luchar contra los espantajos, fantasmas imaginarios que representan amenazas autoritarias, que fueron motivo de verdadera preocupación en el pasado, pero que actualmente no representan peligro alguno. El espantajo que la izquierda política utiliza más a su favor –como sabemos– es el fascismo. La derecha, en cambio, utiliza al comunismo. La parte más inteligente del electorado, sin embargo, ya se ha dado cuenta de lo infantiles que son ambos lados del diagrama político, al presentarse como “soluciones oportunas” a problemas que no son amenazas reales.

La presentación y difusión de los espantajos por parte de las ideologías políticas sirve tanto para demonizar a sus enemigos políticos, como para legitimar una supuesta coordinación de esfuerzos en la sociedad, con la finalidad de protegerla del supuesto problema. De este modo, ambos bandos pueden reclamar o reivindicar un supuesto derecho a gobernar, alegando que se hace en interés de la población. En resumen, la difusión de espantajos que propagan amenazas imaginarias sirve para ampliar el alcance ideológico de una determinada facción política, al tiempo que reivindica su superioridad moral por ser capaz de combatir un supuesto problema –problema que, en muchos casos, ni siquiera existe.

Como sabemos, tanto la derecha como la izquierda recurren a menudo a hombres de paja en un intento de aterrorizar al electorado y presentarse como la solución a un problema concreto. La derecha política siempre ha utilizado el “comunismo” como una amenaza terrible para la que tiene la solución perfecta.

Con el desenfrenado giro a la izquierda que se ha producido en países vecinos como Venezuela y Argentina en las últimas décadas –y ello, con drásticas consecuencias–, la derecha ha vuelto a utilizar en los últimos años la oportuna amenaza del comunismo para atemorizar al electorado y presentarse como la solución definitiva a esa terrible calamidad.

Por supuesto, no pretendo menospreciar al comunismo. Las dictaduras comunistas han sido sin duda uno de los regímenes más opresivos, sanguinarios y genocidas de la historia y, hasta cierto punto, es comprensible que la población sienta pavor y miedo. Sin embargo, la derecha política siempre ha manifestado una cierta exageración del problema (especialmente en los últimos años), maximizando de forma oportunista los peligros inminentes de una amenaza comunista. Y lo hace exactamente de la misma manera que la izquierda, cuando utiliza al fascismo como hombre de paja.

Sin embargo, cuando analizamos la geopolítica con prudencia y objetividad, la constatación de que el comunismo no es una amenaza real en ninguna parte del mundo contemporáneo es muy clara. A menos que tenga la intención de trasladarte a Corea del Norte (y sé muy bien que no quiere ni hará eso), la verdad es que el comunismo –especialmente en su forma clásica, marxista-leninista– está muerto en la mayor parte del mundo. Esta ideología sólo sobrevive como régimen político en Corea del Norte, país que sigue siendo una especie de fósil, una reliquia de la Guerra Fría. Una nación que se ha congelado en el tiempo y lleva décadas estancada en 1950.

Sin embargo, ni siquiera en Corea del Norte existirá el comunismo para siempre. Con el tiempo, el país tendrá que adaptarse de un modo u otro cuando las circunstancias lo requieran. China y Vietnam –que en el pasado fueron dictaduras comunistas totalitarias– son excelentes ejemplos de países que se han visto obligados a adaptarse y a hacer sus economías mucho más libres y flexibles (y, en consecuencia, más capitalistas).

Así, aunque estos dos países han mantenido regímenes políticos excesivamente autoritarios, en las últimas décadas ambos se han visto obligados a adaptarse a las exigencias de la realidad, y a ampliar sus actividades productivas mediante reformas liberalizadoras que han otorgado más libertad económica a la población. Ésto se hizo en gran medida como reacción al exacerbado grado de pobreza, miseria y agotamiento material que existía en estos dos países, y que eran consecuencia directa de las políticas de planificación central de la economía, elaboradas por una cumbre de burócratas omnipotentes que no entendía absolutamente nada sobre cómo funciona realmente una sociedad. Y la parte que tardaron en comprender es que una sociedad funciona de forma totalmente descentralizada.

Por lo general, las reformas liberalizadoras siempre se han prefigurado como las primeras medidas a aplicar en los países que querían purgar la pobreza y la miseria que les había dejado el comunismo, para empezar a generar riqueza con el objetivo de convertirse en sociedades prósperas y funcionales. Ésto era inevitable en prácticamente todas las sociedades poscomunistas, dado que el comunismo es una utopía infantil que –precisamente por ignorar la realidad– sólo puede mantenerse durante un cierto periodo de tiempo.

Y si hay una constante en la historia del comunismo, es ésta: el hecho de que el régimen “funciona” durante un cierto período de tiempo (siempre sobre la base de la opresión y la tiranía), y luego se derrumba. Como resultado de su estructura económica disfuncional, el comunismo invariablemente se derrumba después de un cierto período de tiempo. Y los países que han experimentado la nefasta tragedia de los regímenes comunistas totalitarios (como Rumanía, Albania, Alemania Oriental, Camboya) así lo confirman.

Sin embargo, lo cierto es que el comunismo clásico está muerto y posiblemente no resucite jamás. Así que intentar difundir el comunismo como una amenaza real, no es más que un movimiento oportuno por parte de la derecha política para asustar a los votantes e intentar así ganar más simpatizantes.

Como he escrito más arriba, es necesario comprender el panorama geopolítico actual; y lo cierto es que el siglo XXI es drásticamente diferente del mundo en el que floreció el comunismo, estableciéndose dictaduras marxistas en países como Vietnam, Corea del Norte, China, la Unión Soviética, Laos, Rumanía, Albania, Camboya, Etiopía, Yugoslavia y Cuba, entre muchos otros.

Aunque hay comunistas empedernidos en muchos países del mundo, incluido Brasil, lo cierto es que hoy no tienen los medios, los recursos, el apoyo político y el respaldo popular –por no hablar del necesario financiamiento– para llevar a cabo golpes revolucionarios. Así que el comunismo sobrevive actualmente como el fetiche utópico de unos cientos de revolucionarios de piso universitario y teóricos de Youtube, que nunca serían capaces de poner en práctica sus ensoñaciones ideológicas, ni tendrían el valor de llevar a cabo ningún acto que pusiera en riesgo sus propias vidas.

Además, ya no estamos en la época de los golpes de estado. Es cierto que todavía se producen golpes de estado en países atrasados y subdesarrollados; países africanos como Gabón y países del sudeste asiático como Myanmar. Sin embargo, estos países son excepciones a la regla, que no hacen sino confirmar el patrón geopolítico actual. Y ese patrón es el de la idolatría democrática.

En la mayoría de los países del mundo ya no se producen golpes de estado –al menos no explícitamente– a través de falanges revolucionarias o con soldados y tanques en las calles. Cuando se producen, se llevan a cabo mediante elecciones democráticas fraudulentas, que sirven para dar una fachada de legitimidad al grupo que toma el poder. Y hay que señalar que, en su mayor parte, estos grupos casi nunca son comunistas. En la mayoría de los casos, casi siempre son una coalición de socialdemócratas y progresistas.

Es cierto que esta coalición es bastante horrible, y hace un excelente trabajo destruyendo países (especialmente en América Latina). Cuando tenemos comunistas marxistas-leninistas entre esta gente, suelen ser los disfuncionales del grupo, que no están a cargo de absolutamente nada –no tienen ningún tipo de poder real ni voz de mando. La amenaza real casi siempre proviene de coaliciones de socialdemócratas, progresistas y socialistas globalistas, que no tienen ni la más vaga noción de lo que es realmente el comunismo.

Sin embargo, debemos rechazar el oportunismo de la derecha política: la verdad es que el comunismo clásico está muerto. Y murió hace mucho tiempo. Y la pequeña fracción de la izquierda que está interesada en resucitarlo no tiene la capacidad, los medios, los recursos o la influencia para hacerlo. Así que pregonar el comunismo como una amenaza real no es más que oportunismo tendencioso por parte de la derecha política.

La izquierda hace exactamente lo mismo cuando intenta difundir el fascismo como una amenaza real que pone en peligro a toda la sociedad. El fascismo clásico ya no existe, y lo más probable es que nunca vuelva a existir. Al igual que el comunismo, hay simpatizantes de esta ideología repartidos por diferentes países del mundo. Sin embargo, estos individuos tampoco tienen los medios, recursos, capacidad o influencia para hacer que el fascismo resurja de sus cenizas, y se convierta en una ideología activa en la política práctica del mundo contemporáneo.

De hecho, el fascismo tiene incluso menos simpatizantes que el comunismo. En ciertos ambientes, como las redes sociales, es fácil toparse con individuos que no sólo defienden al comunismo, sino que se declaran comunistas con orgullo. Incluso el presidente de Brasil, Luiz Inácio da Silva (a) Lula, declaró en la inauguración de la 26ª edición del Foro de São Paulo, que tuvo lugar a finales de Junio del año pasado en Brasilia: “Nos ofendería que nos llamaran nazis, neofascistas, terroristas. Pero nunca comunistas o socialistas. Eso no nos ofende. A menudo nos enorgullece”.

En cuanto al fascismo, sin embargo, no vemos a nadie que se reconozca abiertamente como fascista, y mucho menos que afirme estar orgulloso de serlo. En otras palabras, el comunismo, en cierto modo, goza de un grado de santidad política e ideológica que simplemente no existe en el fascismo.

Lo más importante, sin embargo, es darse cuenta de que hoy tanto el fascismo como el comunismo están en gran medida muertos, enterrados, sepultados, especialmente en lo que se refiere a la política práctica. Estas dos ideologías sólo sobreviven como fetiches ideológicos de individuos disfuncionales con personalidades excéntricas, propensos a cultivar una nostalgia política de naturaleza altamente utópica e idealista (en cuyo corazón supura una rebelión adolescente tardía). Y ello porque se les ha hecho creer ingenuamente que su ideología favorita es capaz de rehabilitar a la sociedad y de salvarla de todos los males que la aquejan. Sin embargo, sabemos que estos individuos nunca han estudiado en profundidad las ideologías que tan ardientemente defienden en Internet.

Y es esencial comprender que –aunque estas dos ideologías tengan unos cuantos miles de entusiastas dispersos– nunca serán más que eso: fetiches ideológicos de individuos disfuncionales, que en el mejor de los casos y en el más prometedor, tendrán populares canales de YouTube, saturados de videos, todos básicamente variaciones sobre el mismo tema, donde difunden a miríadas de simpatizantes la ilusión de lo maravilloso que sería el mundo si su ideología favorita fuera la corriente política dominante en la sociedad.

A la vista de estos hechos, es razonable concluir que tanto el comunismo como el fascismo sirven en la actualidad únicamente como convenientes espantajos de ideologías políticas, que difunden el miedo a amenazas imaginarias entre el electorado, en un intento por ampliar su base de apoyo. Tanto los activistas de derecha como los de izquierda saben perfectamente que necesitan difundir el miedo para ganar más simpatizantes. Con la propagación del miedo, la población suele recurrir al estado en busca de protección. Así que la derecha y la izquierda sólo tienen que competir para ver quién es más convincente a la hora de difundir el miedo, y quién ofrece más ilusiones de seguridad. En realidad, se trata mucho más de una competición entre quién es más persuasivo, y quién tiene la mejor estrategia de marketing y publicidad para convencer a las masas de votantes ingenuos y desprevenidos.

Un análisis de la política actual, por tanto, muestra que la izquierda difunde la amenaza del fascismo de forma muy parecida a como la derecha difunde el miedo al comunismo. Ambos difunden espantajos, peligros abstractos e intangibles, que no suponen ninguna amenaza real en el mundo contemporáneo actual. Sin embargo y debido a la ignorancia popular, es fácil difundir estos miedos y hacer creer a la gente que son amenazas reales.

¿Le da miedo el fascismo? ¿Se esconde debajo de la cama porque teme que un gobierno terrible, autoritario y ultraconservador vaya a oprimirlo? No se preocupe. La izquierda política ha venido a rescatarlo.

¿O tiene miedo al comunismo, y cree en la posibilidad de que los marxistas colectivicen pronto los medios de producción y erradiquen la propiedad privada? Sus días de miedo y angustia han terminado. La derecha está aquí, y lo protegerá a usted y a su familia.

Por si estos espantajos no fueran suficientemente cómicos y anacrónicos, hay otros que nos garantizan una buena carcajada. La izquierda política, como bien sabemos, tiene otras cartas en la manga. El capitalismo y el patriarcado son otros dos espantajos utilizados a menudo por los militantes de izquierda. Según la ideología de este grupo de universitarios a los que les encanta disfrazarse de revolucionarios, el capitalismo es el principal responsable del atraso y el subdesarrollo de la nación, y el patriarcado es la institución omnipotente de hombres extremadamente poderosos que se reúnen periódicamente con el objetivo de oprimir a las mujeres pobres e indefensas de la sociedad.

Estos dos espantajos –capitalismo y patriarcado– son especialmente hilarantes, porque no se corresponden en absoluto con la realidad. En primer lugar, es el estado el que promueve el atraso y la regresión de la nación, con sus innumerables normativas, ordenanzas, decretos y requisitos burocráticos, que ponen en peligro cualquier posibilidad de progreso social y desarrollo económico de la sociedad. Según el índice de libertad económica de la Fundación Heritage, Brasil ocupa actualmente el puesto 127 (de 176 países), y está clasificado como un país cuya economía es Mayormente No Libre.

Por supuesto, la izquierda omite ésto. Como también omite decir a su base de apoyo que Brasil es el segundo país del mundo que más grava a las empresas, tiene el sistema fiscal más complejo del mundo, y es el país que más tiempo y recursos hace perder a las empresas privadas en servicios contables para cumplir con sus obligaciones fiscales. En otras palabras, en la práctica se roba a la empresa privada de forma ostentosa y recurrente, para que los políticos y los maharajás del estado puedan disfrutar de existencias excepcionalmente refinadas y nababescas, con abundancia de privilegios, prebendas y beneficios, todo ello debidamente financiado con dinero sustraído a la fuerza a la empresa privada. Pero no verá a la izquierda quejarse por ésto en ninguna parte. Después de todo, si abordaran esta cuestión, se verían obligados a admitir cuál es la verdadera raíz de los problemas de Brasil. Tendría que ser honesta y sincera. Y sabemos que la izquierda definitivamente no posee estas virtudes ni siquiera en el más mínimo grado.

La realidad muestra muy claramente que el capitalismo no es el problema de Brasil. Es exactamente lo contrario: el problema de Brasil es la ausencia de capitalismo (o poco capitalismo, escasez de capitalismo). Y lo que agrava este problema es precisamente el gobierno: un gobierno titánico, despilfarrador, caro, siempre expansivo, ultraextorsionador e hiperregulador, que no sólo reduce las oportunidades económicas en el mercado como resultado de su voraz y ostentoso terrorismo regulatorio, sino que también succiona lo poco que la sociedad consigue producir, con extrema voracidad y avaricia a través de impuestos excesivos.

La consecuencia directa de la intervención gubernamental en el mercado es la reducción de oportunidades, y la inexistencia de pequeñas y medianas empresas que –con más libertad económica– podrían existir y prosperar. Por lo tanto, la intervención gubernamental conducirá, directa e indirectamente, a una sociedad más pobre y miserable. Y es necesario relacionar ésto proporcionalmente con el grado de intervención del gobierno en la economía, que es excepcionalmente denso en Brasil.

Así, podemos decir sin sombra de duda que es el gobierno el que genera pobreza y miseria en la sociedad. Por el contrario, es la iniciativa privada la que genera prosperidad y riqueza (o al menos lo intenta).

En cuanto al supuesto patriarcado que oprime a las mujeres, es un elemento ideológico fundamental del izquierdismo alienado, tan cómico como el mito fantasioso del malvado capitalismo.

En realidad, vivimos en una sociedad que prioriza el bienestar de las mujeres por sobre el de los hombres. De hecho, la sociedad occidental en general no duda en sacrificar a los hombres, del mismo modo que no oculta su predilección por la seguridad, el bienestar y la defensa de los derechos de las mujeres. Aunque el sufrimiento humano es cuantitativamente común a ambos sexos, los hombres sufren mucho más. No hay forma de comparar: las mujeres perderán en cualquier circunstancia, y perderán por márgenes amplios, totalmente desproporcionados.

En Brasil, 92% de las personas asesinadas son hombres (lo que echa por tierra la teoría de la supuesta ola de “feminicidios” que afecta a la sociedad). 79% de los suicidas son hombres. 84% de las personas sin hogar son hombres. Y como realizan la mayoría de los trabajos y actividades de riesgo, los hombres representan 91% de las víctimas de accidentes laborales. Los hombres son incluso la mayoría de las víctimas de violación. ¿Qué creen que ocurre a gran escala en las cárceles brasileñas? Pero absolutamente nadie habla de ello.

Por si fuera poco, a pesar de tener una mayor esperanza de vida, las mujeres se jubilan antes que los hombres. Es decir, en la práctica vivimos en un sistema en el que todos los hombres tienen que trabajar para subvencionar a todas las mujeres. Si las mujeres viven más pero tienen que trabajar menos, entonces es razonable concluir que todos los hombres trabajan obligatoriamente para financiar un sistema supremacista ginocéntrico.

Ahora le pregunto: ¿qué clase de patriarcado es el que mata y sacrifica mayoritariamente a los hombres, mientras prioriza el bienestar y la seguridad de las mujeres, con un número desproporcionado de privilegios, beneficios y leyes que no tienen homólogos masculinos?

La verdad, simple y llanamente, es que no vivimos en un patriarcado. Ningún país de Occidente es verdaderamente patriarcal. Hay hombres poderosos en la sociedad, pero son una minoría en comparación con el número de hombres corrientes. Este patriarcado machista, sexista y dominante que supuestamente controla la sociedad y oprime a las mujeres, sólo existe en la fértil imaginación de las activistas feministas y los grandes medios de comunicación corporativos.

Además, las feministas pueden protestar contra el patriarcado imaginario a voluntad, en cualquier país de Occidente. No se les prohibirá expresarse de ninguna manera. Todo lo contrario. Siempre que sea conveniente, los principales medios de comunicación estarán dispuestos a celebrar a las mujeres “independientes” y “empoderadas” que desafían las normas y standards sociales imperantes, impuestos por el sistema “machista” y “sexista” en el que supuestamente vivimos.

La verdad es, sin embargo, que es muy fácil comportarse histéricamente, celebrar tediosas protestas y fingir estar oprimidas en países donde no hay una verdadera oposición sistémica al feminismo y al ginocentrismo. Lo que hay, de hecho, es tanto condescendencia patológica como incentivos políticos e ideológicos para alimentar la histeria supremacista femenina.

Cuando las feministas decidan protestar en sociedades y países verdaderamente patriarcales –como Arabia Saudí, Pakistán, Irán, Yemen o Qatar–, que me lo graben todo para verlo. Hasta que eso ocurra, voy a tratar al feminismo como lo que realmente es: histeria supremacista de mujeres necesitadas, cuya infancia estuvo muy probablemente marcada por un padre ausente.

Es esencial combatir las amenazas reales

Con tantas amenazas reales que promueven efectivamente la restricción de las libertades con el objetivo de oprimir al individuo, es un gran derroche de recursos y energía desgastarse luchando contra peligros imaginarios y fantasmas ilusorios. No faltan enemigos reales en el mundo contemporáneo: ideologías altamente opresivas de carácter totalitario, que no toleran la divergencia ni la disidencia, ni siquiera en un grado mínimo: esos son los verdaderos antagonistas, las verdaderas amenazas a la libertad.

El ecologismo, el globalismo, las dictaduras judiciales y el totalitarismo progresista políticamente correcto [wokeismo] son actualmente las mayores amenazas para el individuo y para el mantenimiento de las libertades individuales. Éstas son las amenazas que deben combatirse eficazmente en la sociedad occidental contemporánea, de manera feroz e intransigente. No son el comunismo, el capitalismo, el fascismo o el patriarcado los que amenazan a la sociedad. Como se explica en este artículo, no son más que espantajos de grupos ideológicos que siembran el miedo entre su electorado en busca de privilegios, notoriedad, poder político y ampliación de su esfera de influencia.

Además, luchar contra las abstracciones es mucho más fácil que luchar contra la tiranía concreta. Subirse a un escenario, interpretar a un personaje indignado por las injusticias sociales, y estar dispuesto a pronunciar un bonito discurso con mucha teatralidad y bellas palabras contra el fascismo – gesticulando con convicción y vehemencia– es algo completamente desprovisto de riesgo. En cambio, luchar contra partidos oligárquicos, contra un poder judicial tiránico y corrupto, o contra empresas poderosas y omnipotentes con enorme influencia política, exige un enorme coraje y determinación.

En el mundo actual, el ecologismo, el globalismo, las dictaduras judiciales y el totalitarismo progresista políticamente correcto, son las verdaderas amenazas. Estas son las ideologías y los movimientos políticos que –a través de los poderes fácticos– están extendiendo la censura, restringiendo los derechos individuales y erradicando la libertad económica, dejando al individuo como rehén de políticas estatales ostensiblemente tiránicas y arbitrarias, que dan prioridad a la lucha a gran escala contra los llamados delitos sin víctimas. Esta expresión, por definición, se refiere a delitos imaginarios que penalizan a personas inocentes, simplemente porque supuestamente han violado alguna norma aleatoria del estado, que el gobierno ha creado como prerrogativa legal para ejercer su omnipotente control autoritario sobre los ciudadanos, o para beneficiar a determinados grupos de interés, que están muy bien representados a través de grupos de presión organizados, y ostentan un alto grado de influencia en los organismos gubernamentales.

Conclusión

Repito: no son el capitalismo, el fascismo, el comunismo o el patriarcado los que están erradicando gradualmente nuestras libertades individuales. Es el globalismo, el ecologismo, la tiranía progresista políticamente correcta, y las dictaduras judiciales.

Con leyes tiránicas que prácticamente hacen imposible la libertad de expresión, la dictadura políticamente correcta es actualmente responsable en gran medida de imponer la censura. Y mediante una legislación tiránica y normativa abiertamente restrictiva, el ecologismo es probablemente la mayor amenaza para la libertad de cualquier sector productivo del mercado. La imposición de demasiadas restricciones y regulaciones arbitrarias pone en grave peligro –de diversas formas y maneras– la prosperidad de los individuos y la calidad de vida de la población.

De hecho, la ideología ecologista actual, especialmente a través de la labor de las ONG y el activismo ecologista, es en gran medida responsable de la falta de desarrollo en muchos países del mundo. Con el pretexto de proteger determinados bosques y la fauna existente, los activistas ecologistas y las organizaciones de protección del medio ambiente consiguen impedir el desarrollo de regiones enteras. Y así, estas regiones permanecen empobrecidas, miserables, subdesarrolladas, sin ninguna infraestructura y, en consecuencia, condenadas permanentemente a la miseria y al abandono, todo ello bajo el pretexto de que son zonas “protegidas”, mantenidas para su “preservación”.

Es inequívoco que el ecologismo es responsable en gran medida de la extensión y normalización de la pobreza en diversos países y regiones del mundo, ya que los activistas ecologistas combaten activamente cualquier posibilidad de desarrollo –lo que incluye la acción voluntaria del mercado, del sector privado, y de toda y cualquier actividad productiva.

Con tantas ideologías autoritarias y tanta opresión que combatir, es muy estúpido perder el tiempo luchando contra amenazas imaginarias. La libertad se ve amenazada (y gradualmente suprimida) a diario por enemigos reales. Así que ya es hora de dejar de luchar contra el “comunismo” o el “fascismo”, y pasar al frente de batalla, donde tiene lugar el combate real, y donde el autoritarismo está realmente presente, erradicando las libertades individuales poco a poco.

Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

Wagner Hertzog
Wagner Hertzog
é um defensor radical das liberdades individuais e um dedicado opositor da ditadura totalitária politicamente correta. Atualmente está sendo processado por artigo publicado neste site, que foi posteriormente removido por ordem judicial.
RELATED ARTICLES

DEIXE UMA RESPOSTA

Por favor digite seu comentário!
Por favor, digite seu nome aqui

Most Popular

Recent Comments

Maurício J. Melo on A casta política de Milei
Maurício J. Melo on A vitória é o nosso objetivo
Maurício J. Melo on A vitória é o nosso objetivo
Leitão de Almeida on Esquisitices da Religião Judaica
Maurício J. Melo on Esquisitices da Religião Judaica
Taurindio on Chegando a Palestina
Maurício J. Melo on Esquisitices da Religião Judaica
Fernando Chiocca on Anarcosionismo
Fernando Chiocca on Anarcosionismo
Daniel Gomes on Milei é um desastre
Daniel Gomes on Milei é um desastre
maurício on Milei é um desastre
Leitão de Almeida on Milei é um desastre
Joaquim Saad on Anarcosionismo
Mateus on Anarcosionismo
Revoltado on Justificando o mal
SilvanaB on Ayn Rand está morta
SilvanaB on Ayn Rand está morta
SilvanaB on Ayn Rand está morta
Carlos Santos Lisboa on A Argentina deve repudiar sua dívida
Jeferson Santana Menezes on As seis lições
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Luan Oliveira on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
PAULO ROBERTO MATZENBACHER DA ROSA on O mito do genocídio congolês de Leopoldo II da Bélgica
Fernando Chiocca on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
YURI CASTILHO WERMELINGER on Ayn Rand está morta
Maurício J. Melo on Ayn Rand está morta
Fernando Chiocca on O antissemitismo do marxismo 
Maurício J. Melo on O antissemitismo do marxismo 
Maurício J. Melo on Bem-estar social fora do estado
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on A guerra do Ocidente contra Deus
Maurício J. Melo on Objetivismo, Hitler e Kant
Norberto Correia on A Teoria da Moeda e do Crédito
maurício on O Massacre
Maurício J. Melo on A vietnamização da Ucrânia
Maurício J. Melo on A vietnamização da Ucrânia
Maurício J. Melo on Intervenção estatal e Anarquia
Maurício J. Melo on O Massacre
ROBINSON DANIEL DOS SANTOS on A falácia da Curva de Laffer
Maurício J. Melo on Da natureza do Estado
Maurício J. Melo on Da natureza do Estado
Maurício J. Melo on Um mau diagnóstico do populismo
Maurício J. Melo on O que é autodeterminação?
Marco Antônio F on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Renato Cipriani on Uma tarde no supermercado . . .
Maurício J. Melo on O mito do Homo Economicus
Voluntarquista Proprietariano on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Antonio Marcos de Souza on A Ditadura Ginocêntrica Ocidental
Maurício J. Melol on O problema do microlibertarianismo
Leninha Carvalho on As seis lições
Carlos Santos Lisboa on Confederados palestinos
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Ivanise dos Santos Ferreira on Os efeitos econômicos da inflação
Marco Antônio F on Israel enlouqueceu?
Maurício J. Melo on Confederados palestinos
Maurício J. Melo on Confederados palestinos
Fernando Chiocca on Confederados palestinos
Matheus Polli on Confederados palestinos
Pobre Mineiro on Confederados palestinos
Matheus Oliveira De Toledo on Verdades inconvenientes sobre Israel
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ana Laura Schilling on A pobreza do debate sobre as drogas
Maurício J. Melo on Israel enlouqueceu?
Fernando Chiocca on Israel enlouqueceu?
Matheus Oliveira De Toledo on A queda do pensamento crítico
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Ex-microempresario on O bombardeio do catolicismo japonês
Julio Cesar on As seis lições
Marco Antônio F on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
Carola Megalomaníco Defensor do Clero Totalitário Religioso on Política é tirania por procuração
historiador on Por trás de Waco
Francês on O mistério continua
Revoltado on O mistério continua
Maurício J. Melo on Anarquia, Deus e o Papa Francisco
José Tadeu Silva on A OMS é um perigo real e presente
Revoltado on Dia da Mulher marxista
José Olimpio Velasques Possobom on É hora de separar escola e Estado
Bozo Patriotário Bitconheiro on Libertarianismo e boicotes
maurício on A catástrofe Reagan
maurício on A catástrofe Reagan
Imbecil Individual on A catástrofe Reagan
Flávia Augusta de Amorim Veloso on Tragédia provocada: A síndrome da morte súbita
Conrado Morais on O mal inerente do centrismo
Maurício J. Melo on Isso é legal?
Maurício J. Melo on O que podemos aprender com Putin
Imbecil Individual on Por que as drogas são proibidas?
Marco Antônio F on Por que as drogas são proibidas?
Marco Antônio F on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Ex-microempresario on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Por que as drogas são proibidas?
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Daniel Gomes on Sobre a guerra na Palestina
Maurício J. Melo on Ayn Rand sobre o Oriente Médio
Maurício J. Melo on Uma Carta Aberta a Walter E. Block
Estado máximo, cidadão mínimo. on O que realmente está errado com o plano industrial do PT
Maurício J. Melo on Sobre a guerra na Palestina
Maurício J. Melo on Kulturkampf!
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Discurso de Javier Milei em Davos
Maurício J. Melo on Covid e conformismo no Japão
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Pobre Mineiro on Tem cheiro de Genocídio
Rodrigo Alfredo on Tem cheiro de Genocídio
Marco Antônio F on Tem cheiro de Genocídio
Maurício J. Melo on Tem cheiro de Genocídio
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Pobre Mineiro on Fora de Controle
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Antonio Gilberto Bertechini on Por que a crise climática é uma grande farsa
Pobre Mineiro on Fora de Controle
Phillipi on Anarquismo cristão
Maurício on A tramoia de Wuhan
Maurício J. Melo on Fora de Controle
Chris on Fora de Controle
Maurício J. Melo on Os lados da história
Pobre Mineiro on “Os piores dias em Gaza”
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Pobre Mineiro on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Fernando Chiocca on “Os piores dias em Gaza”
Pobre Mineiro on Os lados da história
Fernando Chiocca on “Os piores dias em Gaza”
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Maurício J. Melo on Os lados da história
Ex-microempresario on Os lados da história
Cristério Pahanguasimwe. on O que é a Economia Austríaca?
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on A imoralidade da COP28
Maurício J. Melo on Sim, existem palestinos inocentes
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Fernando Chiocca on Sim, existem palestinos inocentes
HELLITON SOARES MESQUITA on Sim, existem palestinos inocentes
Revoltado on A imoralidade da COP28
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on Morte e destruição em Gaza
Fernando Chiocca on Morte e destruição em Gaza
HELLITON SOARES MESQUITA on Morte e destruição em Gaza
Maurício J. Melo on Morte e destruição em Gaza
Pobre Mineiro on Inspiração para a Nakba?
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Historiador Libertário on Randianos são coletivistas genocidas
Maurício J. Melo on A controvérsia em torno de JFK
Joaquim Saad on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on A Economia de Javier Milei
Maurício J. Melo on A Economia de Javier Milei
Maurício J. Melo on Combatendo a ofensiva do Woke
Pobre Mineiro on Rothbard sobre Guerra
Douglas Silvério on As seis lições
Maurício José Melo on A verdadeira tragédia de Waco
Joaquim Saad on O Retorno à Moeda Sólida
Joaquim Saad on O Retorno à Moeda Sólida
Maurício J. Melo on Juízes contra o Império da Lei
Revoltado on George Floyd se matou
Revoltado on George Floyd se matou
Juan Pablo Alfonsin on Normalizando a feiura e a subversão
Cláudio Aparecido da Silva. on O conflito no Oriente Médio e o que vem por aí
Maurício J. Melo on A economia e o mundo real
Maurício J. Melo on George Floyd se matou
Victor Camargos on A economia e o mundo real
Pobre Mineiro on George Floyd se matou
Revoltado on George Floyd se matou
Universitário desmiolado on A precária situação alimentar cubana
JOSE CARLOS RODRIGUES on O maior roubo de ouro da história
Historiador Libertário on Rothbard, Milei, Bolsonaro e a nova direita
Pobre Mineiro on Vitória do Hamas
Edvaldo Apolinario da Silva on Greves e sindicatos criminosos
Maurício J. Melo on Como se define “libertário”?
Maurício J. Melo on A economia da guerra
Alexander on Não viva por mentiras
Lady Gogó on Não viva por mentiras
Roberto on A era da inversão
Roberto on A era da inversão
Samsung - Leonardo Hidalgo Barbosa on A anatomia do Estado
Maurício J. Melo on O Anarquista Relutante
Caterina Mantuano on O Caminho da Servidão
Maurício J. Melo on Mais sobre Hiroshima e Nagasaki
Pedro Lopes on A realidade na Ucrânia
Eduardo Prestes on A verdade sobre mães solteiras
Guilherme on Imposto sobre rodas
José Olimpio Velasques Possobom on Precisamos de verdade e beleza
Ex-microempresario on A OMS é um perigo real e presente
José Olimpio Velasques Possobom on A OMS é um perigo real e presente
Maurício J. Melo on Rothbard sobre o utilitarismo
LUIZ ANTONIO LORENZON on Papa Francisco e a vacina contra a Covid
Juri Peixoto on Entrevistas
Maurício J. Melo on Os Incas e o Estado Coletivista
Marcus Seixas on Imposto sobre rodas
Samuel Jackson on Devemos orar pela Ucrânia?
Maurício J. Melo on Imposto sobre rodas
Lucas Q. J. on Imposto sobre rodas
Tony Clusters on Afinal, o agro é fascista?
Joaquim Saad on A justiça social é justa?
Caterina on Mercado versus estado
Fernando Chiocca on A ética da liberdade
Fernando Chiocca on A verdadeira tragédia de Waco
Carlos Eduardo de Carvalho on Ação Humana – Um Tratado de Economia
João Marcos Theodoro on Ludwig von Mises: um racionalista social
Maurício José Melo on Lacrada woke em cima de Rothbard?
José Carlos Munhol Jr on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Fernando Chiocca on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Matador de onça on Os “direitos” dos animais
Micael Viegas Alcantara de Souza on Em defesa do direito de firmar contratos livremente
Adversário do Estado on Lacrada woke em cima de Rothbard?
Maurício José Melo on Nações por consentimento
Nairon de Alencar on Precisamos do Estado?
Marcus Seixas on Aflições Econômicas
Nairon de Alencar on O Governo Onipotente
Demetrius Giovanni Soares on O Governo Onipotente
Nairon de Alencar on A economia da inveja
Nairon de Alencar on Leitura de Sima Qian
Nairon de Alencar on O que sabíamos nos primeiros dias
Cândido Martins Ribeiro on A Mulher Rei dá ‘tilt’ na lacração
Robertodbarros on Precisamos de verdade e beleza
Cândido Martins Ribeiro on Precisamos de verdade e beleza
Cândido Martins Ribeiro on Precisamos de verdade e beleza
Robertodbarros on Precisamos de verdade e beleza
Marcus Seixas on O problema da democracia
Marcus Seixas on O problema da democracia
Marco Antonio F on O problema da democracia
Marco Antonio F on O problema da democracia
Cândido Martins Ribeiro on O problema da democracia
Cândido Martins Ribeiro on As linhas de frente das guerras linguísticas
Richard Feynman on Por que você não vota?
Maurício J. Melo on A fogueira de livros do Google
Maurício J. Melo on Por que você não vota?
Maurício J. Melo on Em defesa dos demagogos
Yabhiel M. Giustizia on Coerção e Consenso
Maurício J. Melo on Hoppefobia Redux
Maurício J. Melo on O problema com a autoridade
Maurício J. Melo on Raça! Aquele livro de Murray
Cândido Martins Ribeiro on Europa se suicida com suas sanções
Cândido Martins Ribeiro on Como os monarcas se tornaram servos do Estado
Nikus Janestus on Os “direitos” dos animais
João Marcos Theodoro on O verdadeiro significado de inflação
Maurício J. Melo on O ex-mafioso e a Democracia
Nikus Janestus on O ex-mafioso e a Democracia
Maurício J. Melo on Comédia Vs Estado
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Al Capone e a data de validade
Fernando Chiocca on Comédia Vs Estado
dannobumi on Comédia Vs Estado
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on O coletivismo implícito do minarquismo
Demetrius Giovanni Soares on O coletivismo implícito do minarquismo
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Demetrius Giovanni Soares on Carta aos Brasileiros Contra a Democracia
Demetrius Giovanni Soares on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Cândido Martins Ribeiro on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Patentes e Progresso
Maurício J. Melo on Mensagem de Natal de Viganò
Maurício J. Melo on Mentiras feias do Covid
Cândido Martins Ribeiro on Soljenítsin sobre a OTAN, Ucrânia e Putin
Cândido Martins Ribeiro on Soljenítsin sobre a OTAN, Ucrânia e Putin
Maurício J. Melo on Os vândalos linguísticos
Richard Feynman on A guerra imaginária
Shrek on Morte por vacina
Maurício J. Melo on Morte por vacina
Kletos Kassaki on Os verdadeiros anarquistas
Cândido Martins Ribeiro on A guerra imaginária
Maurício J. Melo on A guerra imaginária
Thomas Morus on A guerra imaginária
Cândido Martins Ribeiro on A guerra imaginária
Joaquim Saad on Os verdadeiros anarquistas
Cândido Martins Ribeiro on A conspiração Covid contra a humanidade
Gabriel Figueiro on Estado? Não, Obrigado!
Maurício J. Melo on Revelação do método
Maurício J. Melo on A missão de Isaías
Maurício J. Melo on A questão dos camelôs
Nikus Janestus on A questão dos camelôs
Ancapo Resfrogado on Votar deveria ser proibido
Fernando Chiocca on A missão de Isaías
Maurício J. Melo on Reservas fracionárias são fraude
Sedevacante Católico on A missão de Isaías
Sedevacante Católico on Uma vitória para a vida e a liberdade
Richard Feynman on A missão de Isaías
Richard Feynman on Cristianismo Vs Estatismo
Nikus Janestus on Cristianismo Vs Estatismo
Maurício J. Melo on Cristianismo Vs Estatismo
Maurício J. Melo on A ontologia do bitcoin
Maurício J. Melo on Sobre “as estradas” . . .
Nikus Janestus on Sobre “as estradas” . . .
Maurício J. Melo on Sobre “as estradas” . . .
Nikus Janestus on Sobre “as estradas” . . .
Richard Feynman on A busca pela liberdade real
Robertodbarros on A busca pela liberdade real
Maurício J. Melo on Coletivismo de Guerra
Maurício J. Melo on A Ditadura Ginocêntrica Ocidental
Simon Riley on Contra a Esquerda
Thomas Cotrim on Canudos vs estado positivo
Junior Lisboa on Canudos vs estado positivo
Thomas Cotrim on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on Canudos vs estado positivo
Maurício J. Melo on A guerra da Ucrânia é uma fraude
Richard Feynman on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on O inimigo dos meus inimigos
Maurício J. Melo on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on Descentralizado e neutro
Maurício J. Melo on A questão das nacionalidades
Maurício J. Melo on Todo mundo é um especialista
Maurício J. Melo on Adeus à Dama de Ferro
Maurício J. Melo on As elites erradas
Maurício J. Melo on Sobre a defesa do Estado
Maurício J. Melo on Após os Romanovs
Maurício J. Melo on A situação militar na Ucrânia
Amigo do Ancapistao on Entendendo a guerra entre oligarquias
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on Toda a nossa pompa de outrora
Maurício J. Melo on Duas semanas para achatar o mundo
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on Após os Romanovs
Maurício J. Melo on Os antropólogos refutaram Menger?
Dalessandro Sofista on O mito de hoje
Dalessandro Sofista on Uma crise mundial fabricada
Maurício J. Melo on O mito de hoje
Carlos Santanna on A vingança dos Putin-Nazistas!
Maurício J. Melo on O inimigo globalista
cosmic dwarf on O inimigo globalista
Maurício J. Melo on O inimigo globalista
Richard Feynman on Heróis, vilões e sanções
Fernando Chiocca on A vingança dos Putin-Nazistas!
Maurício J. Melo on A vingança dos Putin-Nazistas!
Marcus Seixas on O que temos a perder
Maurício J. Melo on Putin é o novo coronavírus?
Maurício J. Melo on A esquerda, os pobres e o estado
Maurício J. Melo on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on O que temos a perder
Richard Feynman on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on Heróis, vilões e sanções
Maurício J. Melo on Tudo por culpa da OTAN
Maurício J. Melo on O Ocidente é o melhor – Parte 3
Maurício J. Melo on Trudeau: nosso inimigo mortal
Teóphilo Noturno on Pelo direito de não ser cobaia
pauloricardomartinscamargos@gmail.com on O verdadeiro crime de Monark
Maurício J. Melo on O verdadeiro crime de Monark
Maurício J. Melo on A Matrix Covid
cosmic dwarf on A Matrix Covid
vagner.macedo on A Matrix Covid
Vitus on A Matrix Covid
Maurício J. Melo on Síndrome da Insanidade Vacinal
James Lauda on Mentiras gays
cosmic dwarf on Mentiras gays
Marcus Seixas on Da escuridão para a luz
Maurício J. Melo on Da escuridão para a luz
Maurício J. Melo on Mentiras gays
Richard Feynman on Mentiras gays
carlosoliveira on Mentiras gays
carlosoliveira on Mentiras gays
Maurício J. Melo on A mudança constante da narrativa
Mateus Duarte on Mentiras gays
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on O que deve ser feito
Fabricia on O que deve ser feito
Maurício J. Melo on Moderados versus radicais
Richard Feynman on Moderados versus radicais
Richard Feynman on As crianças do comunismo
felipecojeda@gmail.com on O sacrifício monumental de Novak Djokovic
Matos_Rodrigues on As crianças do comunismo
Matos_Rodrigues on As crianças do comunismo
Maurício J. Melo on As crianças do comunismo
Richard Feynman on É o fim das doses de reforço
Maurício J. Melo on É o fim das doses de reforço
felipecojeda@gmail.com on É o fim das doses de reforço
Kletos Kassaki on É o fim das doses de reforço
Maurício J. Melo on Rothbard e as escolhas imorais
Maurício J. Melo on A apartação dos não-vacinados
Maurício J. Melo on A apartação dos não-vacinados
Yuri Castilho Wermelinger on Como retomar nossa liberdade em 2022
Marcus Seixas on Uma sociedade conformada
Maurício J. Melo on Abaixo da superfície
Robertodbarros on Abaixo da superfície
Richard Feynman on Anarquismo cristão
Maurício J. Melo on Anarquismo cristão
Quebrada libertaria on Anarquismo cristão
gfaleck@hotmail.com on Anarquismo cristão
Maurício J. Melo on Fauci: o Dr. Mengele americano
Maurício J. Melo on O homem esquecido
Filodóxo on O custo do Iluminismo
Maurício J. Melo on Contra a Esquerda
RF3L1X on Contra a Esquerda
RF3L1X on Contra a Esquerda
Robertodbarros on Uma pandemia dos vacinados
Robertodbarros on Uma pandemia dos vacinados
Maurício J. Melo on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Pedro Lucas on A questão do aborto
Maurício J. Melo on Hugh Akston = Human Action?
Richard Feynman on Corrupção legalizada
Principalsuspeito on Corrupção legalizada
Maurício J. Melo on Hoppefobia
Maurício J. Melo on Hoppefobia
Richard Feynman on O que a economia não é
Richard Feynman on O que a economia não é
Maurício J. Melo on O que a economia não é
Richard Feynman on O que a economia não é
Douglas Volcato on O Mito da Defesa Nacional
Douglas Volcato on Economia, Sociedade & História
Canal Amplo Espectro Reflexoes on A Cingapura sozinha acaba com a narrativa covidiana
Daniel Vitor Gomes on Hayek e o Prêmio Nobel
Maurício J. Melo on Hayek e o Prêmio Nobel
Maurício J. Melo on Democracia e faits accomplis
Gilciclista on DECLARAÇÃO DE MÉDICOS
Gael I. Ritli on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on Claro que eu sou um libertário
Maurício J. Melo on DECLARAÇÃO DE MÉDICOS
Maurício J. Melo on Donuts e circo
Maurício J. Melo on Um libertarianismo rothbardiano
Daniel Vitor Gomes on O mito da “reforma” tributária
Daniel Vitor Gomes on Populismo de direita
Daniel Vitor Gomes on Os “direitos” dos animais
Daniel Vitor Gomes on Os “direitos” dos animais
Maurício J. Melo on A verdade sobre fake news
Hemorroida Incandescente do Barroso on Socialismo – Uma análise econômica e sociológica
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Maurício J. Melo on Nem votos nem balas
Richard Feynman on Nem votos nem balas
Richard Feynman on A lei moral contra a tirania
Maurício J. Melo on A ética da liberdade
cosmic dwarf on O Império contra-ataca
peridot 2f5l cut-5gx on Nacionalismo e Secessão
Maurício J. Melo on Nacionalismo e Secessão
The Schofield County on O catolicismo e o austrolibertarianismo
The Schofield County on O catolicismo e o austrolibertarianismo
pauloartur1991 on O Mito da Defesa Nacional
Cadmiel Estillac Pimentel on A teoria subjetivista do valor é ideológica?
Maurício J. Melo on Anarcocapitalismo e nacionalismo
Maurício J. Melo on A pobreza: causas e implicações
Richard Feynman on O inimigo é sempre o estado
Robertodbarros on Como o Texas matou o Covid
cosmic dwarf on Como o Texas matou o Covid
ApenasUmInfiltradonoEstado on Cientificismo, o pai das constituições
Paulo Marcelo on A ascensão do Bitcoin
Robertodbarros on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on O inimigo é sempre o estado
Fernando Chiocca on O inimigo é sempre o estado
Robertodbarros on O inimigo é sempre o estado
Maurício J. Melo on O inimigo é sempre o estado
Rafael Henrique Rodrigues Alves on Criptomoedas, Hayek e o fim do papel moeda
Richard Feynman on Que mundo louco
Maurício J. Melo on Que mundo louco
gabriel9891 on Os perigos das máscaras
Will Peter on Os perigos das máscaras
Fernando Chiocca on Os perigos das máscaras
guilherme allan on Os perigos das máscaras
Juliano Arantes de Andrade on Não existe “seguir a ciência”
Maurício J. Melo on Mises sobre secessão
Fernando Chiocca on O velho partido novo
Maurício J. Melo on O velho partido novo
Richard Feynman on O velho partido novo
Maurício J. Melo on Não temas
Claudio Souza on Brasil, tira tua máscara!
Maurício J. Melo on Por que imposto é roubo
Yuri Castilho Wermelinger on A felicidade é essencial
Yuri Castilho Wermelinger on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Por que o jornalismo econômico é tão ruim?
Yuri Castilho Wermelinger on Por que o jornalismo econômico é tão ruim?
Maurício J. Melo on Como se deve viver?
Yuri Castilho Wermelinger on Harmonia de classes, não guerra de classes
Yuri Castilho Wermelinger on Meu empregador exige máscara, e agora?
Yuri Castilho Wermelinger on O aniversário de 1 ano da quarentena
Maurício J. Melo on Em defesa do Paleolibertarianismo
Maurício J. Melo on O cavalo de Troia da concorrência
Maurício J. Melo on A Era Progressista e a Família
Rômulo Eduardo on A Era Progressista e a Família
Yuri Castilho Wermelinger on Quem controla e mantém o estado moderno?
Richard Feynman on Por que Rothbard perdura
Mauricio J. Melo on O mito do “poder econômico”
Mauricio J. Melo on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on O mito do “poder econômico”
Yuri Castilho Wermelinger on Manipulação em massa – Como funciona
Yuri Castilho Wermelinger on Coca-Cola, favoritismo e guerra às drogas
Mauricio J. Melo on Justiça injusta
Yuri Castilho Wermelinger on Coca-Cola, favoritismo e guerra às drogas
Richard Feynman on A grande fraude da vacina
Yuri Castilho Wermelinger on Hoppefobia
Mauricio J. Melo on Hoppefobia
Yuri Castilho Wermelinger on Máscara, moeda, estado e a estupidez humana
Joaquim Saad de Carvalho on Máscara, moeda, estado e a estupidez humana
Marcos Vasconcelos Kretschmer on Economia em 15 minutos
Mauricio J. Melo on Mises contra Marx
Zeli Teixeira de Carvalho Filho on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Joaquim Alberto Vasconcellos on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
A Vitória Eugênia de Araújo Bastos on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on A farsa sobre Abraham Lincoln
Maurício J. Melo on A farsa sobre Abraham Lincoln
charles santos da silva on Hoppe sobre como lidar com o Corona 
Luciano Gomes de Carvalho Pereira on Bem-vindo a 2021, a era da pós-persuasão!
Luciano Gomes de Carvalho Pereira on Bem-vindo a 2021, a era da pós-persuasão!
Rafael Rodrigo Pacheco da Silva on Afinal, qual é a desse “Grande Reinício”?
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Wendel Kaíque Padilha on A deplorável ascensão dos idiotas úteis
Marcius Santos on O Caminho da Servidão
Maurício J. Melo on A gênese do estado
Maurício J. Melo on 20 coisas que 2020 me ensinou
Kletos on Mostrar respeito?
Juliano Oliveira on 20 coisas que 2020 me ensinou
maria cleonice cardoso da silva on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
Regina Cassia Ferreira de Araújo on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
Alex Barbosa on Brasil, tira tua máscara!
Regina Lúcia Allemand Mancebo on Brasil, tira tua máscara!
Marcelo Corrêa Merlo Pantuzza on Aliança Mundial de Médicos: “Não há Pandemia.”
A Vitória Eugênia de Araújo Bastos on A maior fraude já perpetrada contra um público desavisado
Kletos on Salvando Vidas
Maurício J. Melo on As lições econômicas de Belém
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on O futuro que os planejadores nos reservam
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Maurício J. Melo on O mito da Constituição
Maurício J. Melo on Os alemães estão de volta!
Tadeu de Barcelos Ferreira on Não existe vacina contra tirania
Maurício J. Melo on Em defesa do idealismo radical
Maurício J. Melo on Em defesa do idealismo radical
RAFAEL RODRIGO PACHECO DA SILVA on A incoerência intelectual do Conservadorismo
Thaynan Paulo Fernandes Bezerra de Mendonça on Liberdade através do voto?
Maurício J. Melo on Liberdade através do voto?
Maurício J. Melo on Políticos são todos iguais
Fernando Chiocca on Políticos são todos iguais
Vitor_Woz on Por que paleo?
Maurício Barbosa on Políticos são todos iguais
Maurício J. Melo on Votar é burrice
Graciano on Votar é burrice
Maurício J. Melo on Socialismo é escravidão (e pior)
Raissa on Gaslighting global
Maurício J. Melo on Gaslighting global
Maurício J. Melo on O ano dos disfarces
Maurício J. Melo on O culto covidiano
Graciano on O ano dos disfarces
Johana Klotz on O culto covidiano
Graciano on O culto covidiano
Fernando Chiocca on O culto covidiano
Mateus on O culto covidiano
Leonardo Ferraz on O canto de sereia do Estado
Maurício J. Melo on Quarentena: o novo totalitarismo
Maurício J. Melo on Por que o Estado existe?  
Fernando Chiocca on I. Um libertário realista
Luis Ritta on O roubo do TikTok
Maurício J. Melo on Síndrome de Melbourne
Maurício J. Melo on Porta de entrada
Joaquim Saad on Porta de entrada
Kletos Kassaki on No caminho do estado servil
Maurício de Souza Amaro on Aviso sobre o perigo de máscaras!
Joaquim Saad on Justiça injusta
Maurício de Souza Amaro on Aviso sobre o perigo de máscaras!
RAFAEL BORTOLI DEBARBA on No caminho do estado servil
Maurício J. Melo on Mises e Rothbard sobre democracia
Bruno Silva on Justiça injusta
Alberto Soares on O efeito placebo das máscaras
Bovino Revoltado on O medo é um monstro viral
Austríaco Iniciante on O medo é um monstro viral
Fernando Chiocca on A ética dos Lambedores de Botas
Matheus Alexandre on Opositores da quarentena, uni-vos
Maria Luiza Rivero on Opositores da quarentena, uni-vos
Rafael Bortoli Debarba on #SomosTodosDesembargardor
Ciro Mendonça da Conceição on Da quarentena ao Grande Reinício
Henrique Davi on O preço do tempo
Manoel Castro on #SomosTodosDesembargardor
Felipe L. on Por que não irei usar
Eduardo Perovano Santana on Prezados humanos: Máscaras não funcionam
Maurício J. Melo on Por que não irei usar
Pedro Antônio do Nascimento Netto on Prefácio do livro “Uma breve história do homem”
Joaquim Saad on Por que não irei usar
Matheus Alexandre on Por que não irei usar
Fernando Chiocca on Por que não irei usar
Fernando Chiocca on Por que não irei usar
Daniel Brandao on Por que não irei usar
LEANDRO FERNANDES on Os problemas da inflação
Luciana de Ascenção on Aviso sobre o perigo de máscaras!
Manoel Graciano on Preservem a inteligência!
Manoel Graciano on As lições do COVID-19
Manoel Graciano on Qual partido disse isso?
Manoel Graciano on Ambientalismo e Livre-Mercado
Abacate Libertário on O Ambientalista Libertário
Douglas Volcato on Uma defesa da Lei Natural
Joaquim Saad on Uma defesa da Lei Natural
Douglas Volcato on O Rio e o Velho Oeste
Ernesto Wenth Filho on Nietzsche, Pandemia e Libertarianismo
LAERCIO PEREIRA on Doença é a saúde do estado
Maurício J. Melo on Doença é a saúde do estado
José Carlos Andrade on Idade Média: uma análise libertária
Wellington Silveira Tejo on Cientificismo, o pai das constituições
Barbieri on O Gulag Sanitário
filipi rodrigues dos santos on O coletivismo implícito do minarquismo
filipi rodrigues dos santos on O coletivismo implícito do minarquismo
Kletos Kassaki on O Gulag Sanitário
Paulo Alberto Bezerra de Queiroz on Por que Bolsonaro se recusa a fechar a economia?
Privacidade on O Gulag Sanitário
Jothaeff Treisveizs on A Lei
Fernando Chiocca on É mentira
Renato Batista Sant'Ana on É mentira
Vanessa Marques on Sem produção não há renda
Anderson Lima Canella on Religião e libertarianismo
edersonxavierx@gmail.com on Sem produção não há renda
Mauricio Barbosa on Sem produção não há renda
Eduardo on Poder e Mercado
Valéria Affonso on Vocês foram enganados
JOAO B M ZABOT on Serviços não essenciais
Marcelino Mendes Cardoso on Vocês foram enganados
Jay Markus on Vocês foram enganados
Caio Rodrigues on Vocês foram enganados
Fernando Chiocca on Vocês foram enganados
João Rios on Vocês foram enganados
Sebastião on Vocês foram enganados
Alexandre Moreira Bolzani on Vocês foram enganados
João Victor Deusdará Banci on Uma crise é uma coisa terrível de se desperdiçar
João Victor Deusdará Banci on Mises, Hayek e a solução dos problemas ambientais
José Carlos Andrade on Banco Central é socialismo
thinklbs on O teste Hitler
Daniel Martinelli on Quem matou Jesus Cristo?
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on O que é a inflação?
Maurício J. Melo on Quem matou Jesus Cristo?
Edivaldo Júnior on Matemática básica do crime
Fernando Schwambach on Matemática básica do crime
Carloso on O PISA é inútil
Vítor Cruz on A origem do dinheiro
Maurício José Melo on Para entender o libertarianismo direito
LUIZ EDMUNDO DE OLIVEIRA MORAES on União Europeia: uma perversidade econômica e moral
Fernando Chiocca on À favor das cotas racistas
Ricardo on Imposto sobre o sol
vastolorde on Imposto sobre o sol
Max Táoli on Pobres de Esquerda
Joaquim Saad on Imposto sobre o sol
Fernando Chiocca on A ética da polícia
Paulo José Carlos Alexandre on Rothbard estava certo
Paulo José Carlos Alexandre on Rothbard estava certo
Paulo Alberto Bezerra de Queiroz Magalhães on Como consegui ser um policial libertário por 3 anos
fabio bronzeli pie on Libertarianismo Popular Brasileiro
João Pedro Nachbar on Socialismo e Política
SERGIO MOURA on O PISA é inútil
Jemuel on O PISA é inútil
Mariahelenasaad@gmail.com on O PISA é inútil
Yuri CW on O PISA é inútil
Rodrigo on Contra a esquerda
José Carlos Andrade on A maldade singular da esquerda
Lucas Andrade on À favor das cotas racistas
DouglasVolcato on À favor das cotas racistas
Fernando Chiocca on À favor das cotas racistas
TEFISCHER SOARES on À favor das cotas racistas
Natan R Paiva on À favor das cotas racistas
Joaquim Saad on À favor das cotas racistas
Caio Henrique Arruda on À favor das cotas racistas
Guilherme Nunes Amaral dos Santos on À favor das cotas racistas
GUSTAVO MORENO DE CAMPOS on A arma de fogo é a civilização
Samuel Isidoro dos Santos Júnior on Hoppefobia
Edmilson Moraes on O toque de Midas dos parasitas
Mauro Horst on Teoria do caos
Fernando Chiocca on Anarquia na Somália
liberotário on Anarquia na Somália
Rafael Bortoli Debarba on O teste Hitler
Lil Ancap on Por que eu não voto
Matheus Martins on A origem do dinheiro
OSWALDO C. B. JUNIOR on Se beber, dirija?
Jeferson Caetano on O teste Hitler
Rafael Bortoli Debarba on O teste Hitler
Rafael Bortoli Debarba on Nota sobre a alteração de nome
Alfredo Alves Chilembelembe Seyungo on A verdadeira face de Nelson Mandela
Nilo Francisco Pereira netto on Socialismo à brasileira, em números
Henrique on O custo do Iluminismo
Fernando Chiocca on Mises explica a guerra às drogas
Rafael Pinheiro on Iguais só em teoria
Rafael Bortoli Debarba on A origem do dinheiro
João Lucas on A anatomia do Estado
Fernando Chiocca on Simplificando o Homeschooling
Guilherme Silveira on O manifesto ambiental libertário
Fernando Chiocca on Entrevista com Miguel Anxo Bastos
DAVID FERREIRA DINIZ on Política é violência
Fernando Chiocca on A possibilidade da anarquia
Guilherme Campos Salles on O custo do Iluminismo
Eduardo Hendrikson Bilda on O custo do Iluminismo
Daniel on MÚSICA ANCAP BR
Wanderley Gomes on Privatize tudo
Joaquim Saad on O ‘progresso’ de Pinker
Cadu Pereira on A questão do aborto
Daniel on Poder e Mercado
Neliton Streppel on A Lei
Erick Trauevein Otoni on Bitcoin – a moeda na era digital
Skeptic on Genericídio
Fernando Chiocca on Genericídio
Antonio Nunes Rocha on Lord Keynes e a Lei de Say
Skeptic on Genericídio
Elias Conceição dos santos on O McDonald’s como o paradigma do progresso
Ignacio Ito on Política é violência
ANCAPISTA on Socialismo e Política
Élber de Almeida Siqueira on O argumento libertário contra a Lei Rouanet
ANTONIO CESAR RODRIGUES ALMENDRA on O Feminismo e o declínio da felicidade das mulheres
Neta das bruxas que nao conseguiram queimar on O Feminismo e o declínio da felicidade das mulheres
Jonathan Silva on Teoria do caos
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Gabriel Peres Bernes on Os “direitos” dos animais
Paulo Monteiro Sampaio Paulo on Teoria do caos
Mídia Insana on O modelo de Ruanda
Fernando Chiocca on Lei Privada
Joaquim Saad on Repensando Churchill
Helton K on Repensando Churchill
PETRVS ENRICVS on Amadurecendo com Murray
DANIEL UMISEDO on Um Livre Mercado em 30 Dias
Joaquim Saad on A verdade sobre fake news
Klauber Gabriel Souza de Oliveira on A verdadeira face de Nelson Mandela
Jean Carlo Vieira on Votar deveria ser proibido
Fernando Chiocca on A verdade sobre fake news
Lucas Barbosa on A verdade sobre fake news
Fernando Chiocca on A verdade sobre fake news
Arthur Clemente on O bem caminha armado
Fernando Chiocca on A falácia da Curva de Laffer
MARCELLO FERREIRA LEAO on A falácia da Curva de Laffer
Gabriel Ramos Valadares on O bem caminha armado
Maurício on O bem caminha armado
Rafael Andrade on O bem caminha armado
Raimundo Almeida on Teoria do caos
Vanderlei Nogueira on Imposto = Roubo
Vinicius on O velho partido novo
Mauricio on O mito Hiroshima
Lorhan Mendes Aniceto on O princípio da secessão
Ignacio Ito on O princípio da secessão
Matheus Almeida on A questão do aborto
Ignacio Ito on Imposto = Roubo
Hans Hoppe on Imposto = Roubo
Jonas Coelho Nunes on Mises e a família
Giovanni on A questão do aborto
Jan Janosh Ravid on A falácia da Curva de Laffer
Satoshi Rothbard on Por que as pessoas não entendem?
Fernando Chiocca on A agressão “legalizada”
Mateus Duarte on A agressão “legalizada”
Fernando Dutra on A ética da liberdade
Augusto Cesar Androlage de Almeida on O trabalhismo de Vargas: tragédia do Brasil
Fernando Chiocca on Como uma Economia Cresce
Hélio Fontenele on Como uma Economia Cresce
Grégoire Demets on A Mentalidade Anticapitalista
FILIPE OLEGÁRIO DE CARVALHO on Mente, Materialismo e o destino do Homem
Wallace Nascimento on A economia dos ovos de Páscoa
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on A economia dos ovos de Páscoa
Eugni Rangel Fischer on A economia dos ovos de Páscoa
Cristiano Firmino on As Corporações e a Esquerda
Luciano Pavarotti on Imposto é roubo
Luciano Pavarotti on As Corporações e a Esquerda
Leandro Anevérgetes on Fascismo: uma aflição bipartidária
FELIPE FERREIRA CARDOSO on Os verdadeiros campeões das Olimpíadas
mateus on Privatize tudo
victor barreto on O que é a inflação?
Fábio Araújo on Imposto é roubo
Henrique Meirelles on A falácia da Curva de Laffer
Paulo Filipe Ferreira Cabral on A falácia da Curva de Laffer
sephora sá on A pena de morte
Ninguem Apenas on A falácia da Curva de Laffer
UserMaster on O que é a inflação?
Pedro Enrique Beruto on O que é a inflação?
Matheus Victor on Socialismo e Política
Rafael on Por que paleo?
vanderlei nogueira on Sociedade sem estado
vanderlei nogueira on Independência de Brasília ou morte
vanderlei nogueira on Independência de Brasília ou morte
Fernando Chiocca on Por que paleo?
Esdras Donglares on Por que paleo?
Fernando Chiocca on A Amazônia é nossa?
Fernando Chiocca on A Amazônia é nossa?
Margareth on A Amazônia é nossa?
André Lima on A questão do aborto
Fernando Chiocca on Socialismo e Política
André Manzaro on Por que paleo?
Markut on O mito Hiroshima
Eduardo César on Por que paleo?
Thiago Ferreira de Araujo on Porque eles odeiam Rothbard
mauricio barbosa on Capitalismo bolchevique
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on Uma agência assassina
rodrigo nunes on Sociedade sem estado
Fernando Chiocca on A natureza interior do governo
Marcello Perez Marques de Azevedo on Porque eles odeiam Rothbard
Virgílio Marques on Sociedade sem estado
Vinicius Gabriel Tanaka de Holanda Cavalcanti on O que é a inflação?
Fernando Chiocca on A ética da liberdade
Fernando Chiocca on Os “direitos” dos animais
Rafael Andrade on Por que imposto é roubo
Joseli Zonta on O presente do Natal
Ana Fernanda Castellano on Liberalismo Clássico Vs Anarcocapitalismo
Luciano Takaki on Privatizar por quê?
joão bosco v de souza on Privatizar por quê?
saoPaulo on A questão do aborto
joão bosco v de souza on Sociedade sem estado
Luciano Takaki on Sociedade sem estado
Luciano Takaki on Privatizar por quê?
joão bosco v de souza on Sociedade sem estado
joão bosco v de souza on Privatizar por quê?
Júnio Paschoal on Hoppefobia
Sem nomem on A anatomia do estado
Fernando Chiocca on Teoria do caos
RAFAEL SERGIO on Teoria do caos
Luciano Takaki on A questão do aborto
Bruno Cavalcante on Teoria do caos
Douglas Fernandes Dos Santos on Revivendo o Ocidente
Hélio do Amaral on O velho partido novo
Rafael Andrade on Populismo de direita
Fernando Chiocca on Votar deveria ser proibido
Thiago Leite Costa Valente on A revolução de Carl Menger
mauricio barbosa on O mito do socialismo democrático
Felipe Galves Duarte on Cuidado com as Armadilhas Kafkianas
mauricio barbosa on A escolha do campo de batalha
Leonardo da cruz reno on A posição de Mises sobre a secessão
Votin Habbar on O Caminho da Servidão
Luigi Carlo Favaro on A falácia do valor intrínseco
Bruno Cavalcante on Hoppefobia
Wellington Pablo F. on Pelo direito de dirigir alcoolizado
ANONIMO on Votos e Balas
Marcos Martinelli on Como funciona a burocracia estatal
Bruno Cavalcante on A verdade, completa e inegável
Aristeu Pardini on Entenda o marxismo em um minuto
Fernando Chiocca on O velho partido novo
Enderson Correa Bahia on O velho partido novo
Eder de Oliveira on A arma de fogo é a civilização
Fernando Chiocca on A arma de fogo é a civilização
Heider Leão on Votar é uma grande piada
Leo Lana on O velho partido novo
Fernando Chiocca on O mito do império da lei
gustavo ortenzi on O mito do império da lei
Douglas Fernandes Dos Santos on Democracia – o deus que falhou
mauricio barbosa on INSS e a ilusão de seguridade
mauricio barbosa on Justiça e direito de propriedade
Josias de Paula Jr. on Independência de Brasília ou morte
Bruno Cavalcante on Democracia – o deus que falhou
paulistana on IMB sob nova direção
Alexandre on IMB sob nova direção