Este Domingo pasado, Javier Milei fue elegido presidente de la República Argentina por un cómodo margen, con 56% de los votos. Prestará juramento como presidente el próximo 10 de Diciembre.
Por otro lado, durante el año pasado Milei se había hecho un nombre como estricto crítico del socialismo, de la banca central y de muchos otros tipos de intervención gubernamental en general. Se ha vuelto memorable por sus intensos comentarios que condenan la ideología y las tácticas de la izquierda, y al mismo tiempo expresan su interés en un cambio inmediato (es decir, no gradualista). Ha dicho que busca abolir el banco central de Argentina e introducir el dólar estadounidense como la moneda dominante del país.
Su política fiscal va mucho más en la dirección del libre mercado que la de cualquier otro jefe de estado en un país tan grande como Argentina (con 46 millones de residentes). Milei ha expresado admiración por el trabajo de Murray Rothbard, F. A. Hayek y una variedad de economistas que son más centristas que Rothbard y Hayek, pero que razonablemente podríamos describir como de mercado más o menos libre. Además, Milei se identifica como partidario de la Escuela Austriaca de Economía.
Si Milei sigue comprometido en controlar (o abolir) el banco central, reducir los impuestos y recortar el gasto público, tiene la oportunidad de impulsar reformas económicas reales que podrían brindar alivio a la asediada clase media argentina. Estas personas han sufrido mucho durante décadas de alza de precios inducida por la inflación de dinero y una carga fiscal y regulatoria cada vez mayor.
Muchos partidarios libertarios de Milei (tanto dentro como fuera del país) han respondido a la candidatura de Milei con entusiasmo de celebración. Algunos lo han declarado el próximo Ron Paul, y muchos otros parecen asumir que su elección se traducirá en la implementación real de sus políticas declaradas. Eso podría suceder, pero desafortunadamente, la parte difícil apenas ha comenzado.
Es muy posible que Milei sea sincero en sus objetivos declarados y en su aparente compromiso con la oposición radical contra el desastroso statu quo en Argentina. Si es así, es una excelente noticia. Sin embargo, después de la elección, viene la verdadera prueba. Suponiendo que Milei sea sincero en este momento, eso no significa que más adelante esté dispuesto a llevar a cabo tales políticas si éstas resultan impopulares a medida que avanza su administración. Dada su corta trayectoria en cargos políticos, tenemos poco que sugiera un resultado probable de una forma u otra.
Otra posibilidad es que encontremos que carece de la habilidad política necesaria para aprovechar y explotar el sentimiento de libre mercado que existe actualmente en el país. Tendrá que hacer ésto para impulsar realmente cualquiera de estas reformas. ¿Qué habilidades políticas son necesarias? Milei debe poder convencer a una porción considerable del público votante de que sus políticas funcionarán o están funcionando. Esto no significa necesariamente que una mayoría tenga que estar con él con entusiasmo en todo momento. Pero al menos tiene que poder utilizar la opinión pública para presionar a la legislatura y a los poderosos grupos de interés. Dado que Milei no será un dictador como presidente, se verá obligado de alguna manera a obtener concesiones de innumerables socialistas e intervencionistas en el gobierno, que literalmente lo odian a él y a sus políticas.
Éste no es sólo un problema en países con instituciones democráticas. Ni siquiera los dictadores pueden simplemente implementar políticas radicales a voluntad. Como lo han descubierto en su día monarcas absolutistas e innumerables dictadores militares, los jefes ejecutivos enfrentan una feroz oposición de intereses arraigados dentro del estado en todo tipo de regímenes –excepto, quizás, en los absolutamente totalitarios. El tipo de reformas que Milei desea perjudicarán a muchos grupos de interés que se han beneficiado con la inflación y el alto gasto gubernamental. La clase productiva puede sufrir mucho con estas políticas, pero también hay millones de votantes políticamente activos que creen que se benefician con una política económica de estilo peronista. Aquellos que piensan que van a perder con la reforma, se resistirán.
Ninguna victoria es posible sin progreso en la batalla de las ideas
Sin embargo, a efectos de argumentar, digamos que Milei es sincero en sus puntos de vista y también que se encuentra entre los políticos más hábiles que hemos visto en décadas. Digamos que es hábil en los trucos que emplean los políticos exitosos para confundir a los adversarios y formar coaliciones.
En última instancia, ni siquiera estas habilidades pueden lograr la implementación exitosa de verdaderas reformas radicales de libre mercado si mientras tanto Milei y sus partidarios pierden la batalla de las ideas. Milei sólo puede tener éxito si el público está de acuerdo en que sus políticas “valen la pena”. Después de todo, mientras Milei intenta impulsar reformas como recortes de impuestos o límites a la inflación monetaria, sus oponentes políticos inundarán los medios con explicaciones de cómo Milei está perjudicando a la gente común, destruyendo la economía, o es de alguna manera “una amenaza para la democracia”. Sus oponentes intelectuales sacarán a relucir economistas para explicar cómo los altos impuestos y la inflación son realmente buenos. El público escuchará a varios “expertos” decir que Milei está equivocada, y que los socialistas e intervencionistas habituales tienen razón.
Estas tácticas son especialmente peligrosas en el corto plazo, porque los esfuerzos de Milei para recortar el gasto y controlar la inflación seguramente causarán muchos dolores a corto plazo en la economía. Los recortes en el gasto público y el fin de la política monetaria laxa tienden a hacer estallar burbujas financieras y llevar al declive a los sectores dependientes del gobierno. El aumento del desempleo se produce en el corto plazo a medida que aumentan las quiebras. Ésto es, por supuesto, una mala noticia para cualquier político electo.
A menos que se pueda convencer al público de que este dolor conducirá a días mejores en el futuro, es probable que abandone a Milei y sus políticas en poco tiempo. Luego, después de cuatro años, los peronistas volverán al poder y el statu quo continuará como si nada hubiera ocurrido.
El único antídoto contra ésto es librar sin descanso la batalla de las ideas en el mundo académico, en los medios, y con el público. Los intelectuales, activistas, columnistas y oradores del libre mercado nunca deben cansarse de recapitular sin cesar la verdad sobre la libertad, el libre mercado y la paz. Mientras una porción considerable del público piense que los peronistas “lo hacen bien”, ningún reformador del libre mercado podrá ganar.
Después de todo, la única razón por la que algunas personas (incluido Milei) citan a los economistas de la Escuela Austriaca, o aprecian la sabiduría de los liberales clásicos del libre mercado, es porque esas personas aprendieron tales ideas de algún maestro, publicación u organización. Sin académicos como Rothbard, Hayek y otros a los que Milei dice admirar, no existiría la campaña de Milei tal como la conocemos. Sin organizaciones como el Instituto Mises, es seguro que no escucharíamos a Milei pedir la abolición de un banco central. Sin liberales clásicos incondicionales como Mises, Rothbard, Hayek, Molinari y Bastiat, prácticamente no habría nadie, en ningún lugar, pidiendo recortes radicales de los impuestos, el gasto y el poder estatal en general.
Quienes libran estas batallas de ideas, proporcionan la base para los movimientos políticos que se basan en esas ideas. Sin embargo, estos movimientos sólo pueden tener éxito si el público aprende, al menos hasta cierto punto, por qué el dinero fiduciario es malo, por qué el poder estatal es un problema, y por qué los impuestos elevados son desastrosos. Por supuesto, el público no necesita conocer los detalles técnicos detrás de estos argumentos, y probablemente no esté interesado. Pero el público debe creer en algún nivel que la libertad y los mercados libres son cosas buenas.
Queda por ver si el público votante está dispuesto a darle a Milei la oportunidad de intentarlo más allá del muy corto plazo. Mucho de eso dependerá de si los libertarios argentinos han logrado o no preservar o promover suficientemente algún grado persistente de sentimiento pro libertad. Si no lo han hecho, Milei fracasará políticamente, independientemente de sus habilidades políticas. Si eso sucede, los activistas e intelectuales del libre mercado deberán continuar la lucha hasta que la situación política vuelva a favorecer a un candidato viable del libre mercado.
La situación es muy similar para el resto de nosotros en el resto del mundo.